Capítulo 11.

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Luego de muchos minutos de reflexión, todos notamos que nos era imposible ayudar a Calum, éramos sólo unos niños en contra de una banda de narcotraficantes.

—¿Creen que lo correcto sería informarle a la policía acerca de todo esto?—preguntó Raini.

La observamos, y los tres sabíamos la respuesta: de ninguna manera.

—No podemos— respondió Ross—. Primero: este caso será archivado en los casos en los que un mafioso decidió matar a alguien por deudas. Segundo: la víctima vendió drogas, iría a la cárcel, no quiero a mi mejor amigo en la cárcel.

Mi mejor amiga hizo una mueca de disgusto, luego una de comprensión.

—Tienes razón, pero ¿qué haremos sino?

—Comunicarnos con los contactos de Calum, recuerda que yo tengo su teléfono —dijo Sawyer, ofreciendo uno de los primeros pasos claves para encontrar a nuestro amigo.

Noté que entre nosotros había crecido una chispa de esperanza, que podía encender la vela de la felicidad.

—Está bien—estuvo de acuerdo Ross—, pero no confío en hacer esto aquí o en ningún espacio público. ¿Vamos a mi casa?

Asentimos y yo me dirigí hacia su auto, mientras que mi hermano y Raini fueron al auto de Calum, que perdió todas sus pertenencias al momento del secuestro.

El viaje no fue silencioso esa vez, pues yo hablé.

—¿En serio crees que un padre, por más que sea un maldito desgraciado, pueda ir más allá de los golpes con su hijo?

Vi cómo se tensó la mandíbula del rubio y creí saber la respuesta.

—Laura, este hombre ya perdió la conciencia totalmente. Para él, Calum solo es producto de una noche de drogas y alcohol hecho para ser su empleado, no es su hijo. Sería capaz de matarlo, estoy seguro—respiró profundo —. Y me preocupa.

—No creo que alguien podría encontrarse de otra manera que no sea preocupado.

—Aterrado es otra opción.

—Es cierto—respondí.

Detuvo el auto en un semáforo en rojo y me miró a los ojos.

—¿Sabes?, siento que sin ti toda esta situación sería mucho peor—sonrió con los labios sellados, dulcemente —.Hay algo en tu presencia que me tranquiliza.

Agradecí que fuera de noche y que estuviera algo oscuro, no se notaría cuánto me había sonrojado.

—Además, te ves linda cuando te sonrojas.

Noté, por el rabillo de mi ojo, que ya había dejado de observarme y estaba sonriendo de lado, probablemente sabiendo que mis mejillas se enrojecerían aún más. Pero, al reflexionar sus palabras, no sabía si estaba sonrojada porque me sentía halagada por su comentario o porque me encontraba enojada.

Me acomodé en el asiento, llevando mi peso a la parte izquierda de mi cuerpo, observándolo.

—¿En serio crees que es correcto coquetear en una situación así?

Su ceño se frunció, y por un milisegundo me miró, confundido.

—¿Coquetear? ¿Quién lo hizo? —preguntó.

Eso era el colmo.

—Tú, con tu "te ves linda cuando te sonrojas"— dije en un tono burlón, haciendo la animación de comillas con mis dedos.

La comprensión apareció en su rostro.

—Laura, debes haber malentendido eso. No estaba coqueteando contigo, sólo dije la verdad —explicó —. Pero también es una manera de despejar mi mente de todo lo que está sucediendo. Al menos por un pequeño momento.

Tightrope. || Raura. || TERMINADAWhere stories live. Discover now