XXXXVI

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Con movimientos suaves pero decididos, se inclinó para volver a besarme. El beso, aunque todavía lleno de deseo, ahora llevaba consigo una capa de ternura y promesa. Cada roce de sus labios era una reafirmación de la conexión que acabábamos de formalizar, un compromiso implícito de estar el uno para el otro en cada aspecto de nuestras vidas.

Mientras nos besábamos, nuestros cuerpos seguían encontrando una forma natural de acercarse más. La cercanía que había sido tan cargada de deseo se convirtió en una exploración más lenta y deliberada. Nos desnudamos con un cuidado reverente, cada gesto cargado de un respeto profundo por la intimidad que compartíamos.

Cuando nuestras pieles finalmente se encontraron sin barreras, el contacto era una explosión de sensaciones. Cada caricia, cada toque, parecía decir lo que las palabras no podían expresar. La calidez de nuestros cuerpos, la suavidad de nuestras pieles contra la de los otros, creaba una armonía que iba más allá de lo físico.

Abandonó mis labios y comenzó a besar suavemente el contorno de mi mandíbula, bajó por mi cuello y siguió por mi clavícula hasta llegar a mis pechos previamente descubiertos, ya allí jugó conmigo a su placer, besó y mordió la piel de mis pechos haciéndome soltar jadeos cada vez que lo hacía, su boca silenciaba todos los ruidos que yo producía, sabíamos que no estábamos solas en casa y no podíamos hacer ruido.

Sorprendentemente, no me hizo esperar mucho y su mano rápido se posicionó en mi centro comenzando a mover ligeramente sus dedos por encima de este, mientras con una de sus manos jugaba con mi clítoris la otra empezaba a tantear la zona de mi entrada, cuando entró en mi mis manos se agarraron a su espalda, esa espalda preciosa que me ponía tanto.

Cada vez que entraba y salía de mí yo tocaba el cielo, y el hecho de que lo hiciera sin dejar de besarme me hacía volverme completamente loca.

A este nivel Helena ya tendrá toda la espalda roja de los apretones y arañazos que le estaba haciendo a la pobre, pero indirectamente era ella la causante de eso.

Poco a poco fui notando como llegaba al límite, mis caderas se movían descontroladas buscando más, y ella hizo casa, aumentó la velocidad de sus movimientos, todos mis músculos se contrajeron y segundos después se relajaron cuando el orgasmo invadió mi cuerpo, volvió a silenciar el gemido final con sus labios y después sacó con cautela sus dedos de mí.

Me miró durante unos segundos mientras yo recuperaba el aire, dejó un beso cálido en mi frente y se dejó caer a mí lado, se puso boca abajo, y al mirarla pude afirmar que tenía la espalda bastante roja, me sentí algo mal por haberle hecho eso.

En signo de disculpa comencé a acariciar la y ella soltó una pequeña risa que se me contagió, nos quedamos cara a cara tumbadas en la cama y un rato después ambas estábamos completamente dormidas.

A la mañana siguiente me desperté y Helena no estaba en la cama, salí de esta y la vi en la cocina preparando algo de desayuno, me pareció raro que estuviese despierta hasta antes que su hermana.

Pasé mis manos por debajo de su camiseta y la abracé por detrás, vi como sonreía y después siguió haciendo el desayuno.

-¿Interrumpo algo?-Escuché detrás de mí y me separé de Helena para girarme y ver a Alexia mirándonos con una sonrisa divertida.

Ella rió ante mi reacción y se acercó a saludar, Helena terminó de hacer el desayuno y las tres nos sentamos en la mesa a comerlo, hoy Helena estaba más animada, estuvo todo el desayuno hablando, y no calló hasta que nos fuimos de casa para ir a entrenar.

Helena

Cuando Alexia y Ona se fueron al entrenamiento me quedé sola, empecé a limpiar y a hacer las camas, ya que era lo único que podía hacer, el sonido del teléfono rompió el silencio de la tarde, dejé de hacer lo que estaba haciendo y cogí el teléfono.

𝐁𝐔𝐑𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒- 𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora