LXXXV

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El sol brillaba radiante sobre el paisaje idílico del resort en la costa de Italia, donde el mar Mediterráneo se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Las olas rompían suavemente en la orilla, creando un canto relajante que se mezclaba con el murmullo de la brisa marina. Helena y Ona, recién casadas y llenas de felicidad, habían decidido que este sería el destino perfecto para su luna de miel. Pero a diferencia de lo que habrían imaginado inicialmente, no estaban solas en su escapada romántica. Habían decidido llevar a Naia, su adorada hija, para disfrutar juntas de estos días de descanso y aventura.

El resort había sido elegido meticulosamente por sus vistas impresionantes, sus lujosos alojamientos y su ambiente acogedor. Aunque la intención original de Helena y Ona era tener unos días íntimos a solas, no podían imaginar pasar ese tiempo sin la presencia de Naia. La idea de compartir este momento especial en familia les parecía más valiosa que cualquier otra cosa.

El día había comenzado con una suave brisa marina y un cielo despejado, perfecto para la primera mañana de su estancia en el resort. La habitación que habían elegido para esta ocasión era un suite frente al mar, con un amplio balcón y vistas panorámicas del océano. Los muebles eran de un elegante blanco marfil, y las cortinas de lino se movían con la brisa. En el centro de la habitación, una cama king size estaba adornada con pétalos de rosa, como un sutil recordatorio del romance que estaba en el aire.

Naia, con su cabello rizado y sus ojos llenos de curiosidad, se despertó temprano, emocionada por el primer día en el resort. Helena y Ona la miraron con ternura mientras se estiraba y miraba alrededor con asombro. El despertar de Naia fue una de las primeras alegrías del día; su risa y su energía eran contagiosas. Helena, con su característico aire de autoridad y ternura combinada, la levantó con facilidad, mientras Ona, con su usual paciencia y dulzura, preparaba una pequeña sorpresa para ella.

El desayuno en la terraza del resort fue una experiencia encantadora. Naia, sentada entre sus dos madres, disfrutó de una selección de frutas frescas, croissants recién horneados y jugo de naranja recién exprimido. Mientras comían, el sol comenzaba a elevarse, bañando la mesa en una cálida luz dorada. Helena y Ona intercambiaron miradas de complicidad y amor, disfrutando de la belleza del momento y de la compañía de su pequeña.

—¿Qué te gustaría hacer hoy, pequeña? —preguntó Helena con una sonrisa amorosa mientras le pasaba una pieza de melón a Naia.

Naia pensó un momento antes de responder con entusiasmo: —¡Quiero construir castillos de arena en la playa y nadar en el mar!

Ona y Helena se miraron y asintieron, sabiendo que su primer día de luna de miel estaría lleno de aventuras playeras. Después del desayuno, se prepararon para salir a la playa. Helena, con su físico tonificado y su porte imponente, estaba lista para la acción, mientras que Ona, con su elegancia natural y su ternura, se encargaba de asegurarse de que todo estuviera en orden para Naia.

La playa del resort era un paraíso de arena blanca y suave, con aguas cristalinas que reflejaban el azul del cielo. Helena y Ona ayudaron a Naia a armar un impresionante castillo de arena, mientras Naia dirigía la construcción con gran entusiasmo. Helena, con su fortaleza física, se encargaba de traer agua del mar para humedecer la arena, mientras Ona modelaba los detalles del castillo con una delicadeza que hacía que cada torre y cada muralla parecieran mágicas. La risa de Naia llenaba el aire mientras sus mamás se involucraban en la creación del castillo, haciendo que cada momento se sintiera especial y único.

Después de un tiempo de construcción, Naia, emocionada, pidió un descanso para nadar en el mar. Helena, siempre dispuesta a participar en las actividades de su hija, se adentró en el agua con Naia, jugando y chapoteando mientras Ona, con su habitual cuidado, se quedaba en la orilla, vigilando y tomando fotos. El agua era refrescante y la conexión entre las tres era palpable. Helena y Ona intercambiaron sonrisas de satisfacción mientras veían a Naia disfrutar de la libertad y la felicidad en el mar.

𝐁𝐔𝐑𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒- 𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora