Capítulo veintisiete

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Capítulo veintisiete: Ambiente.

Sus pasos sonaron por la casa vacía, el polaco había llevado sus hijas a la escuela y él se había quedado a limpiar la casa. Ya llevaba dos días en la casa, se sentía extraño. Si no fuera porque era Robert, no hubiera aceptado quedarse unos días en casa ajena.

Aunque no negaba que era un sentimiento extraño el que tenía. Desde que se habían acostado había un ambiente que no podía entender, si bien parecía que todo estaba bien entre ellos, no habían hablado mucho apesar de que estaban viviendo en la misma casa. Desde ese día no hubo otro toque, ni miradas.

Suspiró, intentó mantener la postura, pero era complicado no pensar en lo que estaba pasando. Tal vez había mentido al decirle que si le había gustado cuando en realidad no había sentido nada. ¿Para que lo tenía ahí si iba a tratarlo de esa manera?

Pudo oír la puerta abrirse, Robert había vuelto a casa. No lo saludó, simplemente continuó con su trabajo, no podía verlo a la cara. Lo vió seguir de largo, ir hacia las escaleras.

A los pocos minutos lo vió bajar con su ropa de entrenamiento, iba a entrenar en el gimnásio que tenía en su casa.

Terminó de barrer luego de lavar los platos. Cogió un vaso y se sirvió agua, luego se sentó en la mesa mientras bebía de a pequeños sorbos.

Era extraño sentirse como se sentía, era extraño intentar fingir que estaba todo bien y que se sentía como en casa.

No extrañaba vivir solo, tampoco extrañaba su casa en Sevilla, pero tampoco estaba cómodo ahí, al menos quería saber que era lo que estaba pasando, quería saber por qué estaba raro, quería hablar con Robert.

Se levantó de la mesa y sus pasos sigilosos fueron directo a donde estaba el dueño de la casa, no entró, solo lo miró desde afuera, se sentó en el suelo.

Lo vió levantar la barra que tenía puesta sobre el abdomen, haciendo fuerza hacia arriba. Lo escuchaba jadear al repetir el ejercicio.

Se mordió el labio, su mirada apuntaba a la entrepierna de Robert, tenia un bulto ahí.

Odiaba su silencio y odiaba desear que volviera a tocarlo, odiaba sentir que tenía demasiadas ganas de él. De pronto sus miradas chocaron, el ojiceleste lo había atrapado. En un instante salió de ahí y se encerró en su habitación, deslizándose por la puerta, era demasiado, no sabía si iba a poder continuar así.

De pronto escuchó su móvil sonar en su cama, se acercó para atender el llamado con una sonrisa en el rostro.

Gavi, finalmente te dignas a atender, ¿qué pasa contigo?— pudo oír la voz de Ferran, él suspiró tirándose de espalda a la cama.

—Lo siento, no he estado con el móvil, estaba trabajando.

¿Tanto que ni siquiera puedes coger el móvil en la noche?— Pablo tragó saliva, con su atención en el techo.

—Lo siento...— su voz esta vez perdió potencia y salió con dolor, Ferran hizo una pausa como si se estuviera maldiciendo por hablarle de esa manera.

Perdóname a mí, Gavi. No... no era mi intención hablarte así, es solo que... sabes, me preocupas. Me da miedo pensar que pudieron hacerte daño— Pablo volvió a suspirar.

—No, no me hicieron daño. Solo estoy cansado luego del trabajo y no miro nada, pero intentaré responderte más seguido... y a mi madre igual.

Perdóname— el silencio de Gavira respondió, él buscó cambiar el tema—. ¿Te parece salir en estos días? Cuando estés libre.

Entre Nosotros | Lewandowski x GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora