Capítulo treinta y uno

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Capítulo treinta y uno: Secreto.

Gavi despertó al día siguiente, sentía un dolor en sus caderas. Con pocas ganas se dió la vuelta para seguir durmiendo, la luz del Sol le estaba dando en la cara. La cama era la de Robert, estaba en su habitación, pero solo. Tomó su móvil de la mesa de luz y lo prendió para ver la hora, era demasiado temprano. Entre las notificaciones pudo ver una de Robert.

Se sentó de golpe al ver que le había pagado un poco más de lo que le daba todos los meses. ¿Acaso se había confundido?

Le había quitado el sueño y el dolor de golpe. Levantó las sábanas y notó que estaba en ropa interior, ¿cuándo se había puesto ropa? No lo recordaba.

De pronto todos los recuerdos de la noche anterior cayeron como agua helada, colorando su rostro por la pena. ¿Era por eso que le había pagado más de la cuenta? Si era por esa razón, no podía aceptarlo. Eso le hizo sentir un gusto amargo.

Se levantó y se metió al baño, notando que todo estaba preparado por si quería bañarse, hasta le había dejado una toalla y ropa limpia.

Se metió bajo el agua y se lavó lo más rápido que pudo para no perder tiempo, quería preguntarle. Cuando salió se puso una toalla envolviendo su cuerpo, se miró al espejo.

Notó que, a pesar de que había sido jalado por el cuello, casi no era visible, unicamente tenía unas pequeñas marcas a los costados de su cuello, en la parte inferior. Por otro lado, en su trasero si habían quedado marcas más duras.

Pensó que a lo mejor Robert ya tenía experiencia en ello y era por eso mismo que una forma que dé placer. Pues, aunque le daba vergüenza admitirlo, por más que lo azotara fuerte, su cuerpo se llenaba de placer, como si quisiera que lo siguiera jalando o que lo educara.

Negó con la cabeza, ¿en que estaba pensando? Se puso la ropa limpia que le había dejado y salió del baño, tomó su teléfono y salió de la habitación. Al bajar de las escaleras, vió a Robert mirar su móvil mientras le daba un sorbo a su batido de frutas.

—Buenos días— saludó Robert, alzando la mirada.

—Buen día— respondió Pablo sentándose a su lado, sobre la mesa estaba su desayuno.

Comieron en silencio hasta que tuvieron que pararse de la mesa para llevar los platos a la cocina. En ese lugar Gavi sintió que era el momento adecuado para preguntarle.

—Jefe...— Robert lo miró—. Agradezco que haya podido darme el adelanto, pero... creo que se ha equivocado y me ha dado de más.

La penetrante mirada de Lewandowski se clavó sobre él, se sintió intimidado, aumentando su miedo debido al silencio.

—¿Puedo verte algo?— a pesar de sentirse confundido por su repentina pregunta, asintió con la cabeza.

Se aproximó a su cuerpo y su piel se erizó, primero le movió el cuello del buzo azul a un lado, mirando su cuello, luego se puso atrás de él y le bajó ligeramente el pantalón, se puso tenso.

—¿Te duele algo?— el pelicastaño negó con la cabeza y Robert se paró delante suyo—. Nunca había hecho algo así.

Gavira quedó atónito ante la confesión, no podía mirarlo a los ojos, pero la mano del polaco se apoyó en su mentón, obligándolo a verlo a la cara.

—Discúlpame si te hice sentir incómodo— se acercó a su oído y musitó ronco, deslizando su mano libre por su curveada cintura—. Te veías demasiado bien así vestido.

Se apartó para verlo a la cara, para admirar sus dulces labios. Acarició su mentón con su pulgar.

—No puedes decirle a nadie de esto, Pablo— lo soltó y cogió su botella de agua. Antes de irse, habló una vez más—. Me dijiste que no hacías ese trabajo, así que esa paga no se debe a eso, lo hice unicamente por tu trabajo este mes. Respeto tus decisiones.

Entre Nosotros | Lewandowski x GaviWhere stories live. Discover now