Capítulo 10.

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Esta niñata engreída no sabe con quién se está metiendo... Ha encontrado un buen enemigo, con el cual medirse... Se arrepentirá de todo lo que me ha hecho...

Louisa Cavendish, duquesa de Devonshire, se encontraba leyendo en el diario el anuncio del compromiso de la mosquita muerta de su hijastra y el actual poseedor del título de la familia. Al final, iba a resultar que la chiquilla sabía lo que se hacía.

Como su padre y protector había muerto, que lastima, había tenido que encontrar otro protector que se encargara de sus gastos. Niña caprichosa, tomando lo que no es suyo y haciéndose la inocente...

-Iván, cielo, ven aquí- llamó la duquesa a su nuevo amante-. Sabes que te aprecio muchísimo, ¿verdad?

-Por supuesto- contestó él, con su marcado acento del este-. Dime pues, querida.

- Quiero que te acerques a la propiedad de mi difunto esposo en Derbyshire y eches un vistazo a lo que pasa allí. Quiero que me digas donde está mi adorada hijastra, donde va, con quien, incluso que vestido lleva ¿entendido?

-Así como el agua, querida mía. ¿He de partir de inmediato?

-Sí, quiero hacerla sufrir todo lo que pueda antes de darle el golpe de gracia.

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La modista no dejaba de dar vueltas alrededor de Anna, pinchando la tela blanca en las mangas abullonadas y metiendo el bajo del precioso vestido de boda. Hacía ya tres semanas que Anthony y ella habían hecho público su compromiso. Las invitaciones para la fiesta de presentación de Viviana a final de verano ya habían sido enviadas y confirmadas, lo que solo dejaba la boda.

-Katherine, no entiendo por qué tenemos que esmerarnos tanto en un vestido que solo voy a usar una vez...- dijo Annabela, mientras se contorsionaba para ver la espalda del traje blanco.

-Oh, por Dios- exclamó su cuñada, mientras revisaba con ojo crítico una tela de raso color verde esmeralda-. ¿A caso no quieres que mi hermano no te quite el ojo de encima mientras vas hacia el altar? Tendría que estar ciego para apartar los ojos de tan magnífico escote, ¿verdad, Madame Boulange?

-Viviana Marie Mallory, no tengas tan mal gusto- riñó su madre.

-Su adorable niñita tiene razón, milaidy. Mais oui!

Sonriendo, Anna siguió a la impresionantemente bella modista francesa de vuelta a los cambiadores. Mientras ésta le desabrochaba la parte de arriba del vestido, sonó la campanilla de la tienda, apremiando la labor de la modista.

-El petit maître no puede ver el vestido de la boda, mais non...

Prestando oído a lo que acontecía fuera de la trastienda, Anna se contorsionó para sacarse la falda por las caderas. Según parecía, Anthony y James habían ido a montar a caballo por un parquecito que había cerca de la zona comercial y habían decidido, de buen grado, hacer compañía a las damas.

-Eso no es verdad- replicó James, casi gritando e indignado-. Si fuera un jinete más experto, no me habría visto arrastrado hasta aquí.

Conociendo al que pronto sería su cuñado, a Annabela le fue imposible contener la risa. Eso hizo que desvelara su posición y, como no, su prometido se encaminó hacia ella.

-Buenos días, bella dama- dijo el duque a través del biombo-. ¿Cómo ha amanecido la mujer más bella de toda Inglaterra?

-¡Eh!- gritaron su madre y su hermana al mismo tiempo-. Muchas gracias por la parte que nos toca- dijo la más joven de ellas, haciendo imposible que Anna contuviera la risa.

Lord and Lady DevonshireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora