Capítulo 23

11.8K 924 69
                                    

Capítulo 23

De un salto, Anthony había subido al barco, mientras que había echado un vistazo sobre su hombro para comprobar que su hermana estaba a salvo en el embarcadero, con Jonah. Mientras tanto, Louisa había cogido por el cuello a Annabela y se la había llevado lejos de él, haciendo que la inquietud de la muchacha aumentara hasta niveles estratosféricos. El matón de su madrastra llevaba una pistola colgando del cinto, que esperaba no estuviera cargada, ya que no había hecho intento de usarla, todavía.

Anthony se tiró entonces hacia él, sorprendiéndolos a todos de manera instantánea, y consiguió quitarle la pistola tras un largo forcejeo que tambaleó la embarcación. Una vez se hubo hecho con el arma, de un rápido movimiento y sorprendiendo a su contrincante, la cogió por el cañón y le dio un golpe en la sien, tirándolo al agua y dejándolo allí, para que se ahogara.

Una risa estridente estalló junto al oído de Annabela y ella no fue capaz de ubicarla con la voz seria y sin ninguna emoción que otrora habría asociado con su madrastra. La mujer que la sujetaba con un brazo retorcido a su espalda, con una daga contra su cuello que ya había comenzado a arañarle la piel, estaba totalmente fuera de sus cabales; y así pareció pensarlo también Anthony ya que la mirada desesperada que le lanzó solo quería decir: "te pondré lejos de ella tan rápido como me sea posible". Intentando hacer control de daños antes de que las cosas se les salieran de las manos, Anna comenzó a retorcerse en las manos de su madrastra, que era presa de un ataque de risa, pero que aun así no aflojaba la garra con la que la mantenía sujeta.

-¡Qué divertido!- decía en aquél momento Louisa, riendo y dando pequeños saltitos en el sitio como si fuera una niña pequeña-. ¡Me estaba preguntando cuanto tiempo le quedaba a esa bestia! Parece que muy poquito, poquito, poquito... Bueno, bueno, bueno... Pasando al tema que nos ocupa: Lord Devonshire, permítame presentarle a mi hermana, miss Louisa Coven. El bastardo que iba a desposarla se ha largado con una fulana de piel blanca, solo porque se ha enamorado de ella, pero ¡NO PASA NADA! Usted necesita una esposa y ella un marido, ¡qué fantástico arreglo!

Dios, pensó Anna, la historia de cómo Louisa Coven, una solterona de casi treinta años, llegó a casarse con su padre, era de dominio público. Todo Londres había sido eco de ello en los días posteriores al enlace, acaparando las portadas de cada revista de sociedad, cada cotilleo de baile e incluso llegó a decirse que la propia reina Victoria había negado su bendición al matrimonio. Pero todas aquellas mentiras fueron acalladas por el poder del título de su padre y nunca fueron desenterradas de nuevo. Louisa, tan fría como era, nunca había dado pábulo a aquellos chismes, pero aparentemente le habían importado más de lo que había dado a relucir en aquel momento. La misma Annabela había tratado de quitarle a su padre la idea de desposar a esa mujer de la cabeza, pero el difunto duque había sido un hombre de honor y jamás había roto una promesa. Verlo casarse en segundas nupcias había roto el joven corazón de Anna, pensando que su padre se había olvidado de su madre en tan corto periodo de tiempo. Pero no había sido el caso. Su padre seguía enamorado de su primera esposa igual que un chiquillo, como la primera vez que había puesto sus ojos en ella, tan perfecta como había sido: esposa y madre.

¡Pero su segundo experimento de esposa había resultado cuanto menos un desastre! Annabela estaba segura de que su primera impresión no había sido equivocada, sabía que esa no era la mujer adecuada para su padre. Demasiada dureza donde él era todo cariño. Pero lo que no entendía era cómo podía haber errado tanto en su juicio. Esa mujer estaba para que se la llevaran a la torre, ya no tenía ningún prejuicio al respecto, cuanto antes, mejor.

Mientras ella distraía a Louisa intentando desequilibrarla, Anthony había ido acercándose a ellas sin hacer movimientos bruscos. El puente de Westminster ya casi no se veía con la niebla de primera hora de la mañana y la gente pronto empezaría a salir a la calle. Los obreros acudirían a las fábricas, los banqueros al banco y las diligencias comenzarían a rodar por las calles. Eso podía, o reportarles beneficios, o hacer enloquecer del todo a Louisa y ninguno de los dos quería probar los límites de esa mujer.

Lord and Lady DevonshireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora