Farrah Goodfairy

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Farrah Goodfairy

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En el corazón del Bosque Encantado, donde los árboles murmuraban versos antiguos y el viento traía consigo secretos de cuentos aún no contados, se alzaba el majestuoso castillo de Ever After High. Sus torres brillaban con el sol matutino y las puertas de roble dorado se abrían de par en par para recibir a los nuevos estudiantes del año. La mañana estaba perfumada con el rocío de los pétalos encantados y los duendes de bienvenida revoloteaban con entusiasmo.

Entre risas, murmullos y pasos emocionados, una figura solitaria cruzó el umbral del portón principal. Su presencia parecía detener el viento y silenciar momentáneamente el canto de los pájaros azucarados. Ella era T/N, hija de una de las villanas más infames de los antiguos cuentos. Su madre, la Bruja de los Ecos, había causado terror en reinos enteros y aunque hacía años que había renunciado a su senda oscura, su sombra aún se cernía sobre el apellido de su hija.

T/N caminaba con la cabeza alta, pero sus ojos oscuros como la tinta del olvido observaban con cautela a su alrededor. Su cabello, de un tono profundo que parecía beberse la luz, caía en ondas sobre una capa de terciopelo púrpura. Su mochila, decorada con pequeños cristales encantados, vibraba levemente, como si los antiguos hechizos susurraran desde su interior.


—¿La viste? —Murmuró una niña de trenzas rubias a su amiga—¡Es ella! La hija de la Bruja de los Ecos.

—Dicen que puede escuchar pensamientos, o hacer que olvides tu nombre solo con mirarte —Añadió otra, asustada.


T/N siguió caminando. Estaba acostumbrada. En cada nuevo lugar era igual. Sus pasos resonaban entre el mármol encantado de los pasillos hasta que, sin darse cuenta, llegó a su casillero. Allí, justo a su lado, una chispa de luz danzaba en el aire. Giró el rostro y la vio.

Farrah Goodfairy.

Todo en ella parecía desprender magia pura. Su cabello dorado flotaba levemente como si el viento lo acariciara a cada momento. Sus ojos, azul cielo, estaban llenos de bondad, pero también de esa intensidad que solo tienen quienes han visto más allá de los finales felices. Llevaba una varita en el cinturón, y su uniforme brillaba con bordes de hilos de hada. No por vanidad, sino por naturaleza. Farrah no necesitaba deslumbrar. Ella simplemente brillaba.

Farrah la observó por un instante. La reconoció de inmediato, como todos; pero no hubo juicio en su mirada. Solo curiosidad y un destello suave, casi tímido, de bienvenida.


—Hola —Dijo, sonriendo—Me gusta tu capa. Tiene un encantamiento de protección ¿Cierto?


T/N se sorprendió. Por la amabilidad, por la pregunta y por el hecho de que alguien le hablara sin miedo.


—Sí. Mi madre lo tejió para mí antes de venir. No es muy de moda, pero es útil —Respondió con una media sonrisa, su voz grave y pausada.

Farrah soltó una pequeña risita—¿De moda? ¡Por favor! Las capas están volviendo gracias a Caperucita. Aunque claro, la tuya tiene un toque... más dramático. En el mejor sentido.


T/N sintió que, por primera vez en mucho tiempo, algo cálido rozaba su pecho.


—Gracias... supongo. Tú eres Farrah Goodfairy ¿No? Hija del Hada Madrina.

—¡La misma! —Respondió ella, haciendo una pequeña reverencia juguetona—Pero puedes llamarme Farrah. Y tú eres T/N... ¿Puedo decir algo? Me alegra que estés aquí.


T/N la miró fijamente, buscando el rastro de una burla escondida; pero no lo encontró.


—¿Por qué?

—Porque todos merecen escribir su propio destino. Incluso si vienen de cuentos difíciles o quizás... sobre todo por eso.


Ese mismo día, en la clase de Historia de los Cuentos, el profesor Milton Grimm organizó a los estudiantes en parejas para un proyecto de investigación "Los giros del destino en la narrativa clásica". Al mencionar el nombre de T/N junto al de Farrah, el murmullo fue inevitable. Apple White alzó una ceja, Raven Queen la observó con atención y Darling Charming chasqueó la lengua en señal de aprobación silenciosa. T/N suspiró. Genial. Justo lo que necesitaba. Pasar horas junto a la encarnación de la luz; pero cuando se acercó a su compañera asignada, Farrah la recibió con una sonrisa genuina.


—¿Lista para desafiar la historia? —Le dijo, alzando su varita en señal de complicidad.

—Mientras no intentemos cambiar el pasado con ella, creo que estaré bien —Respondió T/N, en tono seco, aunque con una chispa de humor en sus ojos.


Ambas rieron.

Los días que siguieron estuvieron marcados por caminatas al atardecer rumbo a la Biblioteca de los Tiempos No Escritos. Se sentaban juntas junto a una ventana circular que mostraba el cielo como una página en blanco. Rodeadas de libros encantados que susurraban ideas, investigaban cuentos olvidados, giros imprevistos y villanos que encontraron redención en los márgenes de las páginas. Farrah, con su caligrafía impecable y entusiasmo vibrante, anotaba cada hallazgo con emoción contagiosa. T/N, más callada, aportaba ideas brillantes, preguntas profundas, observaciones que hacían que los libros mismos se detuvieran a escuchar.

Una tarde, entre las páginas de un tomo que crujía como las ramas de un bosque invernal, T/N hizo una pausa.


—¿Alguna vez te has preguntado si tu historia ya está escrita? —Preguntó, su voz apenas un susurro.

Farrah bajó el libro, la miró con atención—A veces siento que soy una pieza del cuento de todos menos del mío. Siempre ayudando, siempre apoyando... pero sin un rol principal. Como si solo existiera para que otros lleguen a su final feliz.


T/N la observó, sorprendida por la sinceridad. Por el dolor oculto tras las palabras dulces.


—Yo... siempre temí tener el rol equivocado. Que todos esperaran que me convirtiera en lo que fue mi madre. Que ni siquiera me dieran la opción de elegir.


Un silencio lleno de comprensión se posó entre ellas. Un lazo invisible se formó entonces, tejido no por magia, sino por verdades compartidas y así, poco a poco, la biblioteca se volvió su refugio. Las clases, su escenario compartido. Las caminatas entre los jardines encantados, su propio cuento en construcción.

Hasta que llegó el día que lo cambió todo.

Durante una presentación ante toda la clase, T/N decidió usar un hechizo antiguo para mostrar cómo un villano puede cambiar su historia; pero el conjuro, sacado de un grimorio sellado, se descontroló. Las imágenes del pasado se tornaron sombras vivas. Ecos de la Bruja de los Ecos inundaron el aula. Los estudiantes gritaron. Las luces se apagaron. Algunos retrocedieron. Otros gritaron "¡Sabía que era peligrosa!"

En medio del caos, Farrah se alzó. Su varita brilló como un sol en miniatura. Su voz, serena pero firme, conjuró una onda de energía azul que dispersó las sombras y luego, sin titubear, tomó la mano de T/N frente a todos.


—Ella no es su madre. Lo que vimos fue un intento valiente de mostrar una historia diferente. Yo creo en ella.


El aula cayó en un silencio profundo. Milton Grimm observó a ambas. Luego asintió, lentamente y aunque no todos estaban convencidos, algo había cambiado.

Farrah no soltó su mano durante el resto del día.

Ever After High - One shotsWhere stories live. Discover now