Capítulo 3: El Beso

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—Así que... ¿Hacemos algo esta noche? —preguntó Harry apenas la profesora salió del salón.

Stan frunció el ceño. Buscaba algo en su mochila, pero se detuvo para mirar a Ashley y hacerle un gesto confundido, que ella capturó inmediatamente. Se volvió a Harry, mientras se sentaba en la mesa del banco a su lado.

—¿No saliste con nosotros el viernes pasado?

Harry se encogió de hombros, mientras jugaba con las hojas del libro de texto.

—¿Y? —balbuceó sin levantar la mirada.

—Tú nunca sales con nosotros —explicó Ashley (como si él no lo supiera)—, y menos los fines de semana.

Carraspeó mientras seguía doblando y desdoblando las páginas, a duras penas controlando el instinto de rascarse el cuello en el asiento, o de levantar la mirada. Llevaba una especie de marca, lo sabía, y había logrado ocultarla esas últimas semanas, pero Ashley era buena en eso de leer a los hombres y lo atraparía en seguida si se descuidaba.

—¿Estás bien? ¿Con Liam? —preguntó encorvándose sobre él sin bajarse del banco. Era gracioso, en cierto sentido, porque Ashley solía hacer eso de tomar la postura más misteriosa de todas, y ser incapaz al mismo tiempo de bajar lo suficiente la voz para que nadie escuche.

—Sí, claro —mintió. El silencio después lo hizo transparente.

—¿Está enojado contigo?

—No. No lo creo... —respondió. Ni Ashley ni Stan dijeron nada esta vez—. Es sólo que no lo he visto en unas semanas.

Ashley estaba a punto de empezar a hacer esa cosa en la que hablaba a los gritos de su vida personal, como para que se enterara todo el salón. Harry lo sabía porque casi que se había abalanzado sobre él y estaba preparando la boca para un millón de preguntas.

Pero justo entonces la puerta volvió a abrirse, la profesora entró pidiendo disculpas, tomó su libro y siguió la clase en donde la había dejado. Y Harry, que nunca prestaba atención, de golpe tenía la mirada fija en el pizarrón.

Logró escabullirse de Ashley el primer recreo, porque tenía que devolver unos libros en la biblioteca. En el almuerzo se escondió atrás del gimnasio a comer solo, fingiendo una llamada de su madre como excusa. Después de la última clase, se quedó conversando con el profesor, aunque realmente no tenía nada que preguntarle.

Pensó que se había librado de ella, pero cuando salió del colegio, lo esperaba junto a Stan, con los brazos cruzados y mirada de reproche.

—Yo no puedo salir esta noche —Se apresuró a decir Stan, antes de que Ashley le escupiera todas las cosas que se había dedicado a planear los últimos recesos—. Tengo que cuidar a mi hermanita, y... Bueno, pensé, podrían venir a casa, los dos.

Harry realmente no quería tener esa discusión con Ash, pero tampoco quería quedarse en su casa, o en ningún lugar en donde Liam pudiera ir a buscarlo. Siendo honestos, ni siquiera creía poder aguantar otra sesión de preguntas al respecto con su madre y su hermana.

—Podríamos pedir pizzas, jugar videojuegos —continuó Stan, y Harry asintió.

—Suena excelente para mí.

—O podrías ir a buscar a tu novio y resolver cualquiera sea el problema que tengan —los interrumpió Ashley. Harry la miró, y trató de sonreír, en serio, pero en cambio vino una mueca triste y extraña.

Cualquier otra persona hubiese acariciado su espalda, le hubiese abrazado, o al menos murmurado que todo estaría bien antes de darle algún consejo. Liam hubiese hecho eso, todo eso. Ashley era distinta. Se corrió el flequillo mientras rodaba los ojos dramáticamente, suspiró, y emprendió el camino a casa. Stan y Harry la siguieron sin hacer preguntas, porque siempre se iban juntos de todas formas. El silencio era firme y helado, pero Ashley lo quebró en un instante.

El club de los maricones | larry stylinson, ziam (lirry/ziall/nosh) |Where stories live. Discover now