Capítulo 12: La Excusa

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A veces Harry dudaba. Quizá, inconscientemente, todavía buscaba a Louis. Lo seguía, como hacía antes de la fatídica noche del recital de Niall. Estaba seguro de que no era intencional, porque tomaba toda precaución en sus manos para evitarlo, como él se lo había pedido.

No iba a las fiestas de los de economía, aunque sus nuevos amigos de la facultad a veces le rogaban para que los acompañe. Había negado al menos una decena de invitaciones de Niall a sus tocadas y shows, excepto esa vez que estaba seguro de que Louis trabajaba y no podría ir. Hasta sacrificaba los primeros minutos de la clase de Modernidad cada martes (aunque la adoraba), sólo porque tomaba un desvío para esquivar la facultad de Louis.

A pesar de eso, seguía encontrándose con él en cada respiro que le brindaba su ajetreada vida adulta. Parecía casi como si el mundo complotara contra ellos. Cada vez que se veían lo saludaba cortésmente y aunque no decía las palabras, en silencio se disculpaba por faltar a su promesa de desaparecer de su vida. Louis siempre le sonreía nervioso y titubeaba para decir algo, pero al final guardaba silencio y luego de un poco de intrascendente conversación, se iba.

Se lo cruzaba en el súper con su madre, en los bares los fines de semana y en el campus en los recesos —aunque procuraba mantenerse alejado, alejadísimo, de la facultad de Louis. Una vez hasta se vieron en un café, cuando Harry conversaba con un chico de su clase y casi se atora con el panecillo intentando explicarle que no era lo que parecía, incluso si a Louis, en verdad, ya no le interesaba.

Esa era la peor parte, que esa distancia que Louis había pedido, aunque no le había sido del todo dada porque el mundo seguía cruzándolos aunque ellos no lo buscaran, ciertamente funcionaba. Ya no le interesaba. Harry lo sabía por el modo en que lo miraba.

Es que Louis siempre había tenido para él dos modos de mirarlo. Al principio era con desprecio o con simpatía —recordaba de memoria la primera vez que Louis lo miró con ojos tiernos y una especie de sonrisa cruzándole el rostro: estaban en el campus, y Harry todavía salía con Liam. Después vino el deseo y la burla, sucediéndose tantas veces que en una misma noche Louis y él podían pasar de besarse a escondidas en el cubículo de un baño a hacerse comentarios hirientes en la mesa frente a los demás chicos. Las últimas veces Louis o lo miraba esperanzado o rayando la más terrible decepción.

Ahora, era distinto. De a ratos parecía indiferencia pero a veces había algo borboteando en sus pupilas: un temblor inquieto como el movimiento de los labios antes de la sonrisa, una luz tenue y anaranjada que se traslucía por el iris azulado de Louis. Harry creía que, con un poco de suerte, eso significaba que pronto podrían ser amigos.

Él estaría gustoso de aceptarlo. Siendo sinceros, preferiría otra cosa; pero tenerlo un poco era mejor que no tenerlo en lo absoluto.

Daría el mundo y algo más por otra tarde bajo un árbol conversando de todo y de nada a la vez. Extrañaba eso, tanto que le costaba horrores no faltar a su promesa, no aparecérsele en la puerta del dormitorio con café y sándwiches (pese a los tristes recuerdos que estos traían) y prometerle permanecer a metros, sin una pizca de contacto físico, con tal de que Louis lo mire y le hable del mundo, de sus clases, y de las anécdotas de sus hermanitas pequeñas que parecían adorables cuándo él hablaba de ellas.

No es que no ansiara su cuerpo. Dios, ¡Si lo extrañaba! Lo que sucedía es que recordaba de memoria cada centímetro de su piel, hasta la montañita bajo el ombligo y el orden de sus lunares, y sí, había cosas que le quedaban por descubrir —como qué había sido del tatuaje en su pecho del que no habían tenido ni tiempo de hablar, si el rojo se había aclarado y la tinta hundido en su piel (sobre todo si se había puesto la crema tantas veces como el tipo de la tienda seguramente le había exigido que lo hiciera), o cómo era tomarle la mano, o qué vueltas daría en la cama si dormían juntos toda la noche— pero en general de su cuerpo había tenido casi todo.

El club de los maricones | larry stylinson, ziam (lirry/ziall/nosh) |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora