Capítulo 8: La Tormenta

4.2K 328 602
                                    

-Tengo que admitir, no muchas personas pueden llevar tan bien esas gafas.

La voz de Louis lo tomó por sorpresa, había comenzado a creer que había olvidado el encuentro. Habían quedado después de clases para charlar un rato: ya había pasado un mes desde la última vez que se vieron, y aunque hablaban diariamente por mensajes de texto, no era lo mismo. Harry quería verlo, besarlo, aunque fuera una vez, antes de que terminen las clases y se fuera de prometidas vacaciones de graduación con Ash y Stan. No era el tipo de chico de hacer trampa cuando lo castigaban, sobre todo cuando el castigo era merecido (realmente no debería haber metido a Louis a la casa a escondidas a mitad de la noche), pero la situación lo ameritaba.

El campus de la universidad estaba repleto de adolescentes, que delataban su edad por las modas y las conversaciones tan de secundario, pero sobre todo por el nerviosismo y las preguntas tontas a todo momento. Ese día era la primera de ocho clases preparatorias para el ingreso a la facultad, todas por la mañana y todas los sábados -días bastante ligeros en los que la mayoría de los chicos universitarios no cursaban. Algo que tenía que ver con la adaptación, dijeron los profesores. Harry lo entendía ahora, si hubiese veinte chicos más como Louis, mirándolos altaneramente con su mejor expresión de "ugh, niños" pintada en el rostro, ninguno de ellos querría volver el sábado siguiente.

(Excepto Harry. Harry amaba el rostro de "ugh, niños" de Louis.)

Harry sonrió anchamente y se sacó los lentes de sol antes de levantarse de la banca y acercarse a él. Despegó los labios para saludarlo, pero cuando Louis le devolvió la sonrisa se quedó sin aliento, literalmente, y volvió a cerrarlos, temeroso de que la voz le saliera aguda y nerviosa.

-Yo debí usar lentes, tú sabes, para disimular la resaca -continuó Louis, haciendo un gesto con las manos señalando su rostro, mostrando sus ojeras, su barba crecida, sus labios resecos, y su cara de cansancio.

Harry negó con la cabeza y carraspeó antes de responder.

-Te ves guapo -dijo encogiéndose de hombros.

Ojalá él quedara así después de una noche de fiesta, pensó.

Quizá era el sol, que resaltaba el dorado de su piel, volviendo su cabello luminoso y casi transparente en las puntas. Probablemente era que había olvidado de lo bonito que era.

Se quedaron en silencio un momento, sólo mirándose uno al otro. Louis sonreía sin disimulo, pero esquivando la mirada de Harry. Se veía bonito, aunque su actitud era un poco infantil, pero Harry no podía juzgarlo por eso, hacía lo mismo. Se preguntaba si se debía a lo mismo, si Louis le sonreía porque estaba tan feliz de verlo y si evitaba su mirada porque temía que si sus ojos se cruzaban en ese momento terminarían besándose y se sentia como mucho, muy de golpe.

Louis dio un paso atrás, distrajo sus manos buscando algo en la mochila.

-Traje el almuerzo -explicó mientras rebuscaba. Finalmente dio con un tupper y lo sacó con gesto orgulloso, mostrándoselo a Harry-. Pensé que podríamos comer algo aquí fuera, porque si te llevo a mi dormitorio la gente va a pensar que soy un degenerado.

-Lo eres. Un poco -bromeó el de rulos, ganándose de Louis una mirada de reproche. No debería haberse sacado los lentes, quizá con el filtro oscuro protegiéndolo del brillo de Louis, podría sostenerle la mirada sin sonrosarse como un crío. Miró el suelo, mordiéndose los labios para no ceder a la sonrisa nerviosa.

-¿Realmente quieres tener la discusión de quién es el degenerado? Porque te recuerdo que esa noche en el bar...

-Oh, Dios. Cambiemos de tema -rogó retorciéndose de vergüenza de sólo recordarlo. La risa cantarina de Louis lo obligó a levantar la mirada.

El club de los maricones | larry stylinson, ziam (lirry/ziall/nosh) |Where stories live. Discover now