Capítulo 7

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En tan sólo una tarde, me leí "Un amor maravilloso", y cómo el titulo prometía, sí lo era. La historia de amor prohibido de Parker y Abby, traspasaba cualquier barrera, era increíble. 

Me dispuse al fin a hacer la tarea, tomé de mi morral un libro de texto de Filosofía, y comencé a repasar. Me desviaba de las letras de vez en cuando, pensando en dónde podría estar Travis en esos momentos, no contaba con un centavo más de lo que yo le dí, y me preocupaba el hecho de saber si habría comido o no. Ya habían pasado unos cuantos días de nuestro primer encuentro. «Es Travis» pensé, «Se las arreglará».

Pasaban las dos de la mañana, cuando bajé a cenar, estuve hasta esas horas estudiando, o más bien repasando la mayoría de las asignaturas. Planeaba mejorar mis calificaciones este año, quería que se notara la diferencia a comparación de años anteriores, porque a decir verdad, me iba peor que a Ana. Tomé un vaso de jugo, y algunas sobras que encontré en el refrigerador. El abrumador silencio, me llevó a encender el televisor, con volumen bajo, por supuesto, lo menos que quería era despertar a mis padres, o a mi insufrible hermano. 

Al día siguiente, me desperté con los gritos de mi hermano perforando mis oídos. Morrison, mi hermano, tenía quince años —tres años menor que yo— era de esas personas que no soportaba mi desinterés hacia el estudio, aunque ahora estaba tratando de remediarlo, él aún así se preocupaba por todo, por mí, mis padres y por él, todo a la vez. A pesar de tener quince años, simulaba rondar los veinte.

—¡¿Qué carajos te pasa?! —chillé. 

—Llegarás tarde. 

Miré el reloj, y efectivamente, llegaría tarde. 

El día era fresco, y nubes grises envolvían el Sol. Caminaba rápido por la acera, el ambiente gélido me hacía temblar. Al entrar al instituto, no se oía ni el más mínimo susurro. Todos estaban en sus respectivas aulas. Golpeé la puerta de mi aula, a lo que la profesora de Filosofía la abrió bruscamente. 

—¿Qué? —preguntó descortés. 

—¿Puedo pasar?

—No. Deberás esperar a la siguiente hora, no admito llegadas tarde. —terminó y me cerró la puerta en la cara. 

La situación no podía empeorar. Me marché a la cafetería, que por desgracia, todavía no abría. Recordé el puesto de comestibles a unas cuadras de la institución, al no haber desayunado por el poco tiempo con el que me manejé esta mañana, necesitaría comer algo pronto. Cuando salí, para mi sorpresa me topé con el auto de Travis frente al puesto de comestibles. 

—¿Hola? —lo saludé al verlo sentado en el asiento de acompañante, comiendo.

Travis observó cómo me retiraba el pelo de la cara mientras lo miraba, y clavó sus ojos en los míos. 

Me abrió la puerta del piloto, y me invitó a sentarme. 

—¿Qué haces aquí? —le pregunté.

—Qué haces tú aquí, deberías estar en clase. 

—Llegué tarde y no me dejaron entrar. —me lamenté. 

—Y yo estaba por ir hasta tu instituto. —me sonrió. 

—¿A qué? 

—A contarte las buenas noticias. 

—¿Qué sucedió?

—Luego de verte, quise hacer algo productivo con el dinero que me habías dado. Conduje por la cuidad en busca de algún bar, y luego de un buen rato, lo encontré. Pregunté en dónde podría apostar todo. —hizo una pausa, y exhaló, se encontraba hablando demasiado rápido— Me contaron sobre unas peleas clandestinas, pensé que había encontrado el paraíso, y me dirigí hacia dónde me indicaron. Luego de estar allí, gané dinero, bastante de hecho. 

—¿Y? —lo apuré. 

—La próxima pelea es el sábado, es en las afueras de la ciudad. Y quiero que me acompañes. 


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