Capítulo 37

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La palabra oro estaba muy mal usada en este caso.

La habitación era simple: tenía forma octagonal, estaba hecha de madera y lo único que había ahí era un pedestal en el centro de la habitación. La parte superior del pedestal tenía una forma de cono truncado. Lo interesante era lo que estaba ahí: en la pendiente del cono había gemas de distintos colores, colocados en huecos de su misma forma. Éstas brillaban con una luz que ellas mismas generaban. Había solo ocho espacios para gemas, estando solo tres vacíos.

"Sólo hay que encontrar las gemas que faltan" recordé las palabras de Ingrid y un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. Así que a éstas se refería ella, ¿pero qué eran y qué hacían?

El centro de la superficie estaba hundido. Y ahí se encontraba la susodicha espada de "oro".

La espada que tan valiosa era, en una simple espada con el mango de bronce y la hoja de hierro oxidado. Las manchas naranjas cubrían casi toda la espada a excepción del mango que tenía talladas unas espirales que lo rodeaban. Todo esto era... inútil. ¿Tanto secreto para eso? ¿Una espada vieja que nos salvaría?

Di media vuelta y me dispuse a salir, pero ya todos habían entrado y ahora tapaban la puerta. Arthur dio un paso hacia delante y yo retrocedí.

-Sé que esto no es lo que cualquiera esperaría, pero debes escucharme -rogó él. Yo sólo lo miré sin decir nada ni hacer nada.

El resto del grupo empezó a caminar y a colocarse enfrente del pedestal. Descubrí que los colores de las gemas representaban los Elementos, repitiéndose dos veces. Primero iba Arthur, a su derecha Sophie, Frank y Jenn. Luego Ingrid, Jared y Brenda, habiendo un espacio libre entre éstos dos últimos. La gema que estaba en ese espacio era de color blanca. ¿Será de Aire? ¿Será mía...?

-¿Cómo empiezo...? -pensó Arthur en voz alta. Luego me miró-. Como sabrás yo llevo cierto tiempo aquí. Desde que recuerdo, ésta espada ya estaba aquí. Todos los Elegidos de ese entonces decían que era demasiado poderosa, pero nunca entendí por qué una espada oxidada era poderosa.

"Así que nunca ha sido de oro..." pensé. Si Arthur decía eso, era porque siempre había sido así.

-Mi madre -continuó- dijo que años antes de que yo naciera, Él era una persona "normal" de cierta forma, junto con su hermano, cuyo nombre nunca me dijeron. Él odiaba a los Inferiores por cómo trataban a los Elegidos: como unos enfermos mentales. -Se alejó de su lugar y empezó a rodear a todo el grupo que mantenía la mirada en su propia gema-. Una vez, de alguna forma logró ir a la otra Dimensión, aquella dominada por la Oscuridad. Pero Él fue más poderoso y logró dominarla, consumiendo cualquier pizca de humanidad que Él tuviera dentro.

-¿Qué pasó con su hermano? ¿Qué hizo él? -pregunté acercándome al pedestal. Pero entonces supe la respuesta mirando lo que había ahí-. Construyó la espada, ¿no es cierto?

-Así es -concordó Arthur, asintiendo con la cabeza-. Construyó ésta... cosa junto con las gemas. No sabemos por qué hizo las gemas por separado, pero así las hizo.

Cada quién seguía mirando su gema como hipnotizado. Entonces sentí curiosidad por la gema blanca. Me acerqué y estiré una mano hacia ella. Justo cuando estaba a centímetros de tocarla, se produjo una chispa y me estremecí por completo. Me sentí débil por un segundo y la gema brilló un poco más.

-¿Qué hace todo esto? -señalé tanto la espada como las gemas. Trataba de encontrarle algún sentido. Si la gema había reaccionado cuando acerqué mi mano, debía de tener carga, o alguna clase de energía.

-No sabemos exactamente porqué es poderosa la espada, pero sí sabemos por la generación anterior a la mía que le afecta. Sin embargo necesita poder -contestó el mayor.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora