Capítulo 4

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Me encontraba en una calle enfrente de una casa común. Me di cuenta que esa no era mi casa pero igual decidí entrar. Entré al recibidor en el cual había una pequeña mesita con unas fotos de una pareja muy feliz y su hijo de unos 6 años. Del otro lado se encontraba un perchero con unos cuantos sacos colgados de ahí. Entré por la primera que vi (que era mi izquierda) y me encontraba en la cocina. Con una barra de desayuno en medio  un frutero con manzanas, uvas y plátanos. La barra estaba hecha de mármol. Al otro lado, estaba el refrigerador. Me acerqué y había un dibujo de un niño y sus padres (mal hecho, por cierto). Por un momento me detuve a ver el dibujo. Lo había visto en otra parte, estaba seguro.

Un ruido vino del otro lado del recibidor, como unos cristales rompiéndose. Cuando crucé la barra de desayuno, salí al recibidor y entré en la sala, no había nadie. En el suelo, del otro lado de la sala, se encontraban unos vidrios rotos en el suelo. Me acerqué, rodeando la mesa, el armario enfrente de mí tenía la puerta abierta y figuras de cristal. La mayoría de ellas se cayeron al suelo, pero las que no, yo tenía un vago recuerdo de ellas. Había una figura de cristal de un ciervo comiendo pasto y otra de un jaguar, acomodados de manera que el jaguar acechaba a la gacela. También había otro de una familia alrededor de un gran pino de navidad. Recuerdo que de pequeño mi mamá solía sacar una figura de cristal muy parecida a esa.

Demasiado parecida.

Otro ruido vino escaleras arriba. Subí corriendo las escaleras y me fui directo a la primera puerta a la derecha. Al entrar, había un niño en medio de la habitación jugando con un tren. A su derecha, arriba de la cama, se encontraban otros juguetes, unas fotografías y una valija negra

―Hola, ¿quieres jugar conmigo? ―dijo inocentemente.

Yo simplemente me quedé un poco desconcertado. El lugar se veía muy quieto y silencioso, así que dejé al niño jugar y salí de su habitación. Me dirigí a la habitación d enfrente. Nada. Una habitación de huéspedes con paredes blancas, una cama hecha y un mueble enfrente de la cama. Salí y regresé al pasillo. Y escuché unas voces de alguien en la sala.

―Está aquí.

 Se escuchó que abrieron la puerta y salieron. Fui a la habitación más cercana. Fui directamente a la ventana y vi a un hombre yendo por un pasillo lateral de la casa hacia el patio trasero. También vi que, en la calle, se encontraba un hombre con un encendedor en la mano. Él abrió el encendedor y encendió la flama.

Agitó la mano encima de la flama y luego sopló.

Una enorme columna de fuego hizo arder la cara frontal de la casa.

― ¿¡Dónde está!? ―gritó el hombre en el patio trasero.

―¡¡No lo sé!! ―gritó una mujer a un lado suyo.

Ambos se fueron hacia la entrada y sus miradas fueron de asombro y de susto.

― ¡Está adentro! ―gritó ella. La mujer trató de entrar en la casa pero su esposo la detuvo.

De pronto recordé que yo estaba ahí y que también estaba en peligro. Así que dejé de mirar por la ventana y salí de la habitación.

―¡¡MAMI!! ¡¡PAPI!! ―gritó el niño de la habitación.

Fui al cuarto del niño y él sólo se encontraba en medio llorando a todo pulmón, con la nariz escurriéndole y las lágrimas mojando toda su cara. Rápidamente lo abracé y lo cargué en mis brazos. El niño gritaba y gritaba y el ruido del fuego sonaba en escaleras abajo. Bajé las escaleras y el fuego rodeaba la casa. De verdad, lo rodeaba. Estaba por todas partes. Las paredes, el techo, el suelo… Busqué en la cocina una manera de salir. Las ventanas estaban cubiertas de fuego; no se veía nada más que eso. Fui a la sala, pero, antes de entrar, recordé que no había ninguna ventana, así que no entré. Fui al comedor (que se encontraba atrás de la cocina) pero la mesa se estaba quemando, la habitación estaba completa de fuego. Toda la planta baja estaba llena de fuego.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant