Capítulo 24

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Resulta que después de estar minutos y minutos de estar dándole vueltas a todo eso, me levanté de la cama y quise envolverme en miles y miles de almohadas. Empecé a sentir agujas clavándose en todo mi cuerpo. Me dejé caer en la cama, lo cual tuvo el mismo efecto. Lancé un alarido de dolor y luego me quedé quieto. Miré la cabaña que estaba a oscuras. Observé la silueta de la otra cama, ¿quién dormía ahí? Ojalá nadie, sería mejor así.

Minutos después de estar en esa posición de marioneta sin cuerdas, decidí levantarme. Y así como pude, entre quejidos y quejidos, logré levantarme. Hice una mueca al pensar que todos los días serían así.

Avancé un paso y sentí un choque eléctrico recorrer mi pierna y me quejé. Levanté el otro pie y lo adelanté con rapidez hasta que choqué el dedo más pequeño contra la pata de la otra cama. Empecé a dar saltitos y a apoyarme con el talón, pero eso sólo empeoró las cosas así que volví a lanzarme a la cama. Lamentablemente caí sobre mi brazo izquierdo y me dolió. Y no tuve más remedio que quedarme otra vez en una pose de marioneta abandonada sobre la cama.

Volví a intentarlo y esta vez tuve éxito y con mucho cuidado me coloqué un par de tenis y salí de la cabaña a explorar.

La sección de las cabañas estaba silenciosa. Las ventanas estaban cerradas, y había unas cuántas con la luz encendida. Sin embargo, caminé con cojera por entre las cabañas hacia la salida que da al bosque. Concentrándome en el sonido que se escuchaba al arrastrar los pies, noté a dos personas que caminaban a mi izquierda. Ambos llevaban ropas extrañas y andrajosas, pero luego me di cuenta que yo seguía en pijama y los ignoré.

Continué avanzando y veía a otros chicos que caminaban hacia sus cabañas, incluso tuve la mala suerte de cruzarme con un hombre mayor que Frank besando a su pareja.

Ignorando las miradas de todos, llegué hasta el bosque. Ese tranquilo y adictivo bosque. Aunque la verdad no tenía idea de por dónde ir; así que avancé unos metros hasta que ya no pude ver el lugar por donde entré, luego cerré los ojos y empecé a dar vueltas. Al parar, caminé hacia la dirección que terminé mirando.

Metros y metros de árboles bajo la luz de la luna se extendían hasta donde se alcanzaba a ver. Un mar verde se agitaba con el aire sobre mi cabeza . Añadiéndole eso a que estaba nuy cansado, simplemente era un lugar tranquilizador. Y por más veces que lo diga, jamás me cansaré de decirlo.

Sin embargo, no sólo quería estar ahí, sino también ver el cielo nocturno, así que arrastrando los pies como un zombie, busqué un lugar con el cielo abierto.

Para mi suerte, no tardé mucho en encontrarlo. En ese lugar, me acerqué al tronco de un árbol. Apoyé la espalda en él, y lentamente me dejé caer a la tierra. Miré hacia arriba y no pude evitar volver a pensar lo genial que era ese lugar. La luna brillaba mucho, rodeada de una sopa de estrellas, igual de brillantes. No era luz artificial. Era natural. Luz hecha por el mismo Universo.

De pequeño solía pensar que la naturaleza era mejor que la sociedad. Si bien, todo es salvaje, uno puede aprender a adaptarse. Además todo estaba vivo. No eran bloques de cemento: gris y aburrido sin otra capacidad mas que soportar otros bloques de cemento, que a su vez soportan más bloques de cemento.

Respiré el aire fresco y el cansancio desapareció repentinamente.

Otra vez, este lugar era magnífico.

Escuché un sonido, el crujir de la corteza del árbol. Luego, me cayó corteza de árbol en la cabeza.

Miré hacia arriba y había alguien sentado en la rama más cercana, a unos tres metros. Esa persona bajó la pierna de la rama y golpeó el pie contra el tronco, haciendo que cayera más corteza en mi cabeza. Me aclaré la garganta, como diciendo "hay alguien aquí, no tires corteza" y esa persona se dio cuenta.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Where stories live. Discover now