Capítulo 3: Aún te quiero

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Todos creen lo peor de mi, bueno, los que no me conocen lo hacen.  Las apariencias engañan, y yo con ropa cómoda, sencilla, desaliñada y natural, siendo como soy, un desastre andante, tengo mi corazón y mis sentimientos. Lo que no tengo es tacto, a la mínima insinuación de "algo" salgo huyendo, tengo la extraordinaria capacidad de enamorarme de quien de mí no se enamora. Sí.
Bueno solo una vez me he enamorado. Iker, un niño con el que platicaba  mucho en la secundaria, un chico de quien las niñas era el preferido. Desafortunadamente, ellas podían ver lo que era evidente, cosa que yo no. Sentía raro, nunca lo había sentido pero sin darme cuenta lo quería. No de esa forma tan común, mas bien de una forma honesta, un cariño sincero, sin pretensiones ni máscaras. De ese cariño que dura años, sin duda alguna, las mariposas más bonitas que he sentido.

Con la salida de la secundaria, el paso al bachillerato, él se fue a una escuela privada, me alejé un poco de él, pero seguíamos en contacto por Facebook, al igual que lo seguía pensando y queriendo. Que tonta me sentía al respecto ¿Cómo se iba a fijar en mí? Peor me sentí cuando gritó a los cuatro vientos su homosexualidad.
Me destrozó. Definitivamente mi único amor platónico, y como una canción dice: Sin esperanza, te querré eternamente. Porque le sigo teniendo afecto, solo eso. Nada más que amigos, un amigo al que le deseo lo mejor.

A veces lo veo, me gusta verlo (me encanta verlo) es buena persona, comprensivo, amable, divertido, sin dejar de lado sus hermosamente inusuales ojos grises ¡...! acompañados de un porte que lo distingue de los demás. Me aprecia tanto como lo aprecio yo a él.

Esta experiencia, lo del enamoramiento no se ha repetido, raro porque, inexplicablemente  los amigos más cercanos a mí, se convirtieron en guapos hombres, como Miguel y Santiago. Un par de amigos que han estado juntos desde preescolar, ambos deportistas, amantes del futbol soccer y del skate. Sinceramente, Santiago llama más mi atención que Miguel, lo difícil está en que me vean más que un amigo, bueno amiga.

Nunca lo olvides, las apariencias engañan, doña perfecta, bueno Leticia es una chica increíble, capaz de hacer lo imposible:  que esté sacando buenas calificaciones.

—Muy bien, Alex — me dijo el profesor Guillermo, un treintañero, de los profesores más jóvenes de la escuela— se ve el cambio y la buena influencia de Leticia

—Todo es culpa de ella — la miré con complicidad, en sí es una gran chica, no entiendo porque no le hablaba antes-

El profesor Guillermo no era el único que me decía cosas buenas acerca de mi último rendimiento escolar, los demás también, hasta la profesora enojona de historia que no me soporta. 
Volviendo al tema. Leti es callada pero brillante, no había conocido alguien tan inteligente aparte de mi abuela, pero ella, vaya, tiene una memoria fantástica.

—Recuerdo cuando te conocí, te hicieron burla en primer año, te fuiste a llorar sola y luego te vi jugando con los niños — me dijo un día que repasábamos la clase de geografía—

—¿De verdad? ¿Cómo te acuerdas de eso?— dije asombrada

—No sé, supongo que así soy... además a mí también me hacían burla por mis lentes —dijo suspirando

—Son unas brujas feas y asquerosas —comenté —y tontas

—Lo siguen siendo, pero ahora que lo pienso jamás necesitamos de ellas, yo con mis estudios, tú con tu séquito de niños-

—Bueno, ellos no son mi séquito de niños, son  mis amigos, ¿Te has dado cuenta de que no somos tan diferentes?— pregunté

—No. No lo somos, eres inteligente, solo que muy distraída —dijo mirándome —por eso te tienen envidia

—¿quién me envidia? —desconocía ese dato

—Karina y Jessica, las de siempre, las que nos hacían burla — dijo anotando en su cuaderno algo de quien sabe qué de la atmósfera.

(Karina una chica de risos color miel y Jessica una morena muy atractiva)

—Porque eres bonita, te llevas bien con los chavos, te ven como su competencia. Ellas han inventado sin fin de cosas sobre ti.

—Lo ignoraba totalmente, siendo así no me interesa ¿sabes? Yo se lo que soy.

—Me alegra que pienses de esa forma, me has dado una gran lección, yo te llegué a juzgar — confesó avergonzada.

— Lo noté, pero eso ahora no importa, ahora nos llevamos bien — dije sonriéndole.

En ese momento Miguel, Santiago y Alan (otro más de nuestros compañeros) pasaron, saludándome, chocando puños, sonriéndome.

—¿Cómo lo haces?— se acercó más a mí.

—¿Hacer qué?— dije con naturalidad

—Acercarte a ellos sin morir de nervios.

—No se... solo soy yo misma ¿Por qué la pregunta?

—Es que... me gusta Alan, no sé que hacer para acercarme  a él y se fije en mí — dijo en jn susurro mientras se sonrojaba

-¿Alan? ¡Wow! no me había dado cuenta. Son tal para cual, el chico más inteligente que conozco y eso ya es mucho decir.

—¡Baja la voz! te pueden escuchar — me comía con los ojos y timaba mi brazo con fuerza

—No te preocupes, te puedo ayudar... si tu quieres.

—¿es en serio? Por favor ayúdame —me dijo más en suplica que emocionada. 

Doctora corazón ¿Donde?

La chica de los chicosWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu