02. La salvación

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Ferid no pareció inmutarse ante mi pregunta. Al contrario, se veía bastante tranquilo después de haberme hecho una mueca muy incriminadora. Se recostó sobre la puerta con la misma irritante sonrisa y se encogió de hombros.

—¿Serías tan amable de cooperar? —carraspeé, e intenté incorporarme. El susto hizo que caía en el pequeño espacio que había entre el excusado y la bañera.

—Ten cuidado o arruinarás la evidencia...

Como de costumbre, ignoró mi interrogante. Se acercó hacia mí y extendió su mano. No podía negar que me exasperara que no se tomase el asunto en serio. Traté de calmarme, tomando grandes bocanadas de aire, aunque era casi imposible. Con la esperanza que me dé una respuesta certera, demandé saber si el hijo de Guren Ichinose seguía con vida. Ferid sólo le dio un breve vistazo, y asintió con dejadez.

—¿Por qué no dijiste nada? —rugí.

Mi primera reacción fue aceptar su ayuda, e irme contra él hasta chocar su espalda contra la pared. Lo sujeté firmemente de su chaleco y zarandeé, olvidando por completo la diferencia de nuestros rangos.

—¿Olvidaste para qué estamos acá? ¡Estamos para servir y proteger a los ciudadanos, estúpido! —ironicé colérico—. Pudimos haber llamado a una ambulancia desde que lo notaste. Si muere en el camino, ¡será tu culpa!

Supuse que mis palabras surtieron efecto, pues su quijada se tensó, aun manteniendo su característica mueca, y me apartó de un empujón que me mandó a patinar con uno de los tapetes del baño. Me aferré al lavatorio por un pelo y mantuve mi balance. Si no lo hubiese hecho, estaría sumergido en agua turbia junto a la víctima.

—Porque está a punto de morir —afirmó Ferid—. Es cierto. No sobrevivirá en el camino. Su pulso es débil y con cada segundo que pasa va perdiendo más sangre. Míralo. —Señaló—. Él morirá.

Ferid se arregló el cuello de su uniforme sin despegar de vista al frágil humano, y me dio unas palmadas sobre el hombro. ¿Acaso era su manera de reconfortarme? Hacía un pésimo trabajo.

Me quedé paralizado, mirando al vacío y queriendo buscar una solución en dónde fuese. No podía dejar que Yuuichiro muriese sin haber vivido las maravillas que ofrecía este mundo. Merecía disfrutarlas como todos nosotros. La angustia y la frustración hacían que mi corazón lata de un modo inusual; y la furia contenida por la impotencia originaba un aumento en su velocidad. Iba a salvarlo, sea como sea. Y fue entonces que supe qué debía de hacer. Me volví hacia Ferid y musité:

—Conviértelo en un vampiro.

Aquellas palabras salieron de mis labios de forma monótona antes de que mi cerebro registrase lo que había dicho. No fue lo suficientemente fuerte como para tratarse de una orden. Más bien, sonaba a suplica. La idea llegó a mí de manera inesperada y la consideraba como la única opción que teníamos. No iba a dejar que alguien que seguía luchando por su vida, muriese a tan temprana edad.

—¿Qué? —balbuceó Ferid con incredulidad. Luego, negó con la cabeza rotundamente—. Sabes que eso está prohibido.

Torcí la boca con disgusto. Sabía perfectamente que convertir a un humano en un vampiro al libre albedrio era romper contra una de las primeras leyes que se firmaron muchas centurias atrás. Ello podría hacer que pase toda mi existencia en la cárcel al igual que Ferid si se le considera mi cómplice. ¿Qué otra cosa podía hacer? Era una emergencia. Yuuichiro necesitaba sobrevivir. Y si yo podía ayudar a alguien en aprietos, entonces haría todo lo posible para darle una mano.

—Sólo hazlo, Ferid —siseé, deslizando mis dedos por mi cinturón. Al sentir su fría superficie metálica, le retiré el seguro de cuero y la alcé en dirección a mi compañero.

¿Quién asesinó a Guren Ichinose?Onde histórias criam vida. Descubra agora