05. Puta madre

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En esta parte de la historia, debería estar transportanto a Yuuichiro en dirección a la casa de su primo. Mientras que él habla con el encargado, yo estaría disfrutando de una taza de café caliente con una dona. Una vez que se encuentre a salvo en esas cuatro paredes, antes de que marquen las ocho, me movilizaría en dirección al laboratorio de René. ¡Pero NO! El destino tenía otros planes más interesantes o rompe-cojones.

Cuando estuve en medio de estacionamiento, busqué cada rincón de mi mochila por el accesorio más esencial de un detective: las llaves de carro.

—¡Detective Hyakuya! —alguien me llamó desde el umbral.

Un chico alzó su brazo y me indicó que volviese de un leve ademán. Arrastré los pies de vuelta, y me imaginé que las cosas se irían al carajo en cuestión de segundos.

—Por un demonio, lo que tenía que faltar...

Pensé que ser detective en una ciudad como Tokio sería menos complicado que ser un agente de policía experimentado en mi ciudad natal. Al parecer estaba equivocado... No han pasado más de veinticuatro malditas horas y he derrochado más de la mitad de cuatro sueldos mensuales en la fianza, sin contar la estúpida multa por estacionarme fuera de hora. La patrulla había sido remolcada de la calle frente al hospital, y fue arrastrada a la comisaria. Y naturalmente, decomisaron mis llaves en mi descuido (aunque yo lo llamo hurto, ¡pero en fin!).

Sellaron mis papeles, pasaron mi tarjeta de crédito, y retiraron una suma exorbitante. ¡Un robo estaba sucediendo frente a mí! Era una durísima cachetada del propio estado corrupto y sus altas tasas. Después de otros estampados rojos por todas las copias posibles, el joven detrás del módulo abrió un cajón y sacó las llaves.

—¡Qué tenga un buen día! —dijo él, y las sostuvo del llavero.

Por más que su sonrisa muestre cordialidad, él debía de estar bromeando. Es como desearme que me recupere pronto, luego de haber sido acuchillado, escupido y violado por dos orangutanes salidos de una cogida entre Arnold Schwarzenegger y la versión femenina de Dwayne Johnson. Estaba atrasado con la hora, había recibido una golpiza por parte de Yuuichiro, un convicto casi hace que pierda la virginidad de mi boca, y yo mismo me electrocuté. ¿Qué bonito día tendría esta mañana? Hijo de la santa verga, no tenía ni una puta idea. Le arranché las llaves del auto y me marché.

Con el tiempo jugando en mi contra, salí apresurado. No había dado ni cuatro pasos en el estacionamiento hasta que escuché su voz desde el otro lado del vidrio. El joven me volvió a llamar de forma temerosa. Retrocedí, y esta vez no pude ocultar mi molestia.

—¿Sucede algo ahora? ¿Algún cupón de descuento que me haya olvidado para la siguiente multa? —siseé con amabilidad fingida.

El muchacho, cuya placa de identificación estaba estampada con el nombre de Aki, me señaló la pantalla sobre su cabeza. La imagen estaba atiborrada de palabras más pequeñas que una hormiga, las cuales iban acompañadas de un enorme sello distrital. Aki me ofreció un lapicero electrónico, y lo utilizó para apuntar una línea en el borde inferior derecho.

—¿Es para alguna subscripción a Netflix desde la cárcel? Porque a este paso, voy a arrollar a una viejita con lo apurado que voy.

—No, señor. Por favor, no haga ese tipo de amenazas —rió apenado—. Necesito que firme esto para poder entregarle su comprobante. Se lo podemos enviar por correo o impreso. No tomará mucho tiempo.

—Debes de estar punzándome las pelotas.

Los ojos de Aki casi se desorbitan.

—Olvídalo. Tú no eres el culpable de esto.

¿Quién asesinó a Guren Ichinose?Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt