07. Es Luis Miguel II

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Yuuichiro me miraba sin parpadear, meneando sus caderas al compás de la ridícula canción coreana que provenía de uno de los inquilinos de los pisos inferiores. No entiendo cómo hay personas que pueden iniciar una fiesta infantil tan temprano. Y con la peor música, para ser francos.

—Sorry, sorry, sorry, sorry, naega, naega, naega, meonjeo —cantó el vampiro, frotando sus manos como una hambrienta mosca. Chasqueó sus dedos mientras su parte privada daba vueltas como la hélice de un helicóptero—. ¿Por qué me miras así? ¡Ven! ¡Párate y baila conmigo!

—No tengo tiempo para estupideces, Yuuichiro. ¡Y ten la amabilidad de vestirte! Tenerte desnudo bailando me revuelve el estómago —siseé, frotándome la panza después de haber ingerido un sándwich de pollo y durazno—. ¡Ni te atrevas!

Retiré mis manos cuando él extendió las suyas para levantarme del suelo. No había un sofá, así que no tuve más remedio que recostarme junto a la cama hasta que Yuuichiro recobrase la consciencia. Aparentemente, alimentarlo con una manguera había funcionado. No era necesario mezclar nuestras salivas. ¡Qué desagradable!

—¡Vamos! Tan solo baila el coro conmigo. ¡Nadie puede resistir una canción de Super Junior! —insistió alegremente, arrastrándome de mis muñecas por todo el dormitorio—. ¡Si no te levantas, te vas a ensuciar el pantalón, Milanesa!

—¡Te he dicho por enésima vez que mi nombre es Mikaela, demonio de pacotilla! —gruñí, zafándome de su agarre—. No pienso bailar esa tontería hoy, ni en un millón de años.

—¿Y si te digo que estamos en el año un millón y uno?

—No seas imbécil —refunfuñé.

Mientras la canción seguía retumbando en las ligeras paredes de triplay, el pelinegro había dejado de bailar y se quedó frotándose la barbilla sin dejar de observarme con aquella traviesa mirada que intensificaba sus ojos rojos. Aquel brillo carmesí me daba mala espina y retrocedí, gateando hasta toparme con la entrada.

—¿A dónde vas, güerito empanizado? —inquirió, esbozando una pícara sonrisa. Luego caminó lentamente hasta que las puntas de nuestros pies chocaron. Seguidamente, Yuuichiro se me abalanzó encima y forcejeó para que me parase.

—¡Suéltame, enfermo! ¿Así agradeces a la persona que te salvo la vida? —chillé por inercia.

Momentos después, me tapé la boca. Bajé mis manos en un instante para no aparentar que había dicho algo malo e intenté guardar la compostura, aunque era casi imposible por la falta de palabras de Yuuichiro. ¿Sospechará de mis acciones? ¿Me habrá descubierto? ¿Sabrá que yo fui quien pidió que lo convirtiesen en vampiro?

—¿Por qué no quieres bailar conmigo? —preguntó con tranquilidad, como si no hubiese escuchado mi pregunta.

Suspiré por lo necio que podía ser mi nuevo acompañante y lo aparté con suavidad. Se me era incomodo tenerlo como Dios lo trajo al mundo, en especial cuando estaba a unos milímetros de mí. Pero mi molestia no se comparaba con el nudo que se me hizo en la garganta ante el secreto que guardaba con respecto a su conversión vampírica. Y también el hecho que tenía dos pies izquierdos. A diferencia mía, Wolfram era un espléndido bailarín al igual que mi madre.

—Porque no sé bailar —repliqué en un tono de voz bajo, deseando esconder ese pequeño detalle de posibles oyentes. Suficiente con ser malo en mi trabajo como detective. Además, no necesito revelar tantas imperfecciones mías—. Ahora que ya sabes, ¡apártate! —Me levanté de inmediato y me sacudí el polvo del trasero.

—¡Qué carácter! Milanesa, no deberías avergonzarte —murmuró, incorporándose detrás mío—. Todos no nacen sabiendo cómo bailar. Está bien que no tengas la capacidad de controlar tus pies. Digo, ¿no?

¿Quién asesinó a Guren Ichinose?Where stories live. Discover now