Volvemos aquí, al punto de partida entre el nerviosismo y la emoción. Mi mamá dice que me calme, que dirá que tengo problemas mentales y nunca me hablará jamás.
El timbre sonó y corrí a abrir la puerta. Suspiré antes de abrir y lo vi parado en la puerta.
Imaginaré que viene por mi para ir a una cita romántica...
-Hola, Ivania. ¿Nos vamos?
-Claro, regreso después mamá.Tomé mis llaves y mi mochila junto con algunos libros infantiles para leerles a los niños.
Caminamos en silencio hacia la parada del autobús. Justin tenía las manos metidas a los bolsillos de su pantalón y miraba al suelo sin decir algo.
-Y... ¿Como vas en la escuela?
-¿Disculpa? -Dije saliendo de mi trance con fantasías sobre el y yo siendo novios y esas cosas.
-Perdón, que pregunta. -rió nervioso y acomodó su cabello- de seguro soné como un señor mayor.
-Para nada, es que no escuché, estaba... Distraída.
-Esta bien. Olvida mi pregunta de señor, dime, ¿Tienes mascotas? -negué con la cabeza, el se acomodó en el asiento para mirarme bien y alzó las cejas asombrado- ¿¡cómo es que no tienes una!? Yo tengo un perrito, se llama Sam. Es algo... Destructivo pero es muy bueno. Algún día lo conocerás, le gusta ir al parque y jugar con pelotas.
-Debe ser muy lindo.
-Mi abuela dice que es adorable... Yo digo que es odioso pero aun así lo quiero mucho. Deberías adoptar a un perro.
-Hablaré con mi mamá, así saldrían juntos nuestros perritos.
-¡Eso sería genial! Serían amigos.Sonreí, nunca en mi vida creí que tendría una conversación así con él.
Llegamos al orfanato y las monjas que lo coordinan nos dejaron entrar después de registrarnos. Yo iba muy callada pero Justin trataba de que hablara más y que me animara.
Cuando llegamos al jardín donde estaban todos los niños él corrió con ellos. Se presentó y me presentó a mi, los niños se veían felices. Jugamos con ellos un rato y después entramos para leerles.
Justin les mostró todos los libros y ellos escogieron cual querían escuchar. Por mi parte yo tomaba apuntes y fotos con mi cámara de rollo.
Justin tiene esa energía que hace que todos quieran gritar y estar saltando junto a él. Creo que tiene el don de hacer feliz a las personas.
Creo que leímos todos los libros que llevamos. Una monja me dijo que nadie los visitaba y que se ponían muy felices de tener a alguien con ellos. Prometí regresar cada sábado a jugar y ayudarles un poco.
Nos invitaron a comer y a jugar otro rato más, Justin jugó con ellos y yo arreglé los trastos sucios y las mesas.
Al irnos todos los niños nos abrazaron y nos regalaron una sonrisa. Pero Justin se veía más feliz de haber ayudado a alguien. Lo sé porque su mirada transmitió todo lo que sentía.
-Esos niños me hicieron sonreír.
-Lo sé, te veías muy feliz.
-Me gusta ayudar a las personas, es bonito sentir que haces algo por ellos. No sé.Caminamos en silencio hacia la parada del autobús. Me dediqué a mirarlo, era la primera vez que lo tenía tan cerca.
Cuando llegamos a la parada de mi casa el quiso bajar conmigo para acompañarme hasta mi puerta.
-Gracias por acompañarme, no era necesario que bajaras del autobús.
-No te preocupes, no es nada.
-Nos vemos el lunes. -Dije al abrir mi puerta.
-Gracias Ivania.Escuché que dijo antes de que yo cerrara mi puerta. La abrí de golpe y el ya había comenzado a caminar hacia su casa.
-¿Gracias por qué? -le grité.
-Por no ignorarme y aplaudirme ayer cuando fui a cantar. No sabía que alguien de la escuela fuera a ese restauran. Significó mucho para mi. -dijo dándose vuelta sin dejar de caminar. Me regaló una sonrisa y corrió hasta perderse.Me vio. Supo quien era.