Día cinco: Tú...

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Al día siguiente, la marquesa regresó a la mansión a primer hora tal y como había dicho, y gracias a los cuidados de Sebastian, Ciel se encontraba mucho mejor.

Eran pasadas las diez de la mañana y luego de un desayuno familiar, los más jóvenes fueron a tomar un descanso frente a la playa, junto con la compañía de Sebastian, Finni, Bard y Maylene.

-¡Me alegro que ya estés mejor Ciel!- Decía Elizabeth con una gran sonrisa mientras miraba a su lindo prometido.

-Todo es gracias a los cuidados de Sebastian.- Comentó Ciel mientras miraba a su mayordomo con una sonrisa. Tal acción la había hecho inconscientemente, debido a que cada vez se le hacía más difícil ocultar sus sentimientos hacia Sebastian, pues en verdad le estaba muy agradecido con él.

-Tiene razón Joven Amo ¡Sebastian-San es increíble!- Le apoyaba Maylene, quien también miraba a Sebastian sin despegarle la mirada al apuesto mayordomo.

Elizabeth se percató de la sonrisa de Ciel hacia Sebastian. Era una sonrisa tan dulce y honesta, podía jurar que era la primera vez que veía esa sonrisa después de tanto tiempo y el hecho de que no hubiera sido para ella le entristecía, pero no quería decir nada al respecto.

-...Es verdad... Sebastian es el mejor mayordomo después de todo...- Aquel comentario lo dijo con una sonrisa fingida para no demostrar sus verdaderos sentimientos.

-Muchas gracias a todos por sus halagos, aunque no es para tanto. Mi deber es cuidar al Joven Amo.- Decía correspondiéndole la gentil sonrisa a su amo.

Ambos se miraban sin apartarse la mirada y aunque para los demás no fue algo de importancia para Elizabeth fue algo un poco evidente. Esa mirada con la que Ciel veía a Sebastian era la misma con la que ella veía a Ciel. Desde hace un tiempo Elizabeth tenía ciertas sospechas, sospechas que cada vez se hacían más claras para ella.

-¿Elizabeth? ¿Estás bien?- Preguntaba Edward al ver los ojos de Elizabeth un poco llorosos.

-¡Ah! Lo siento, creo que me entro agua salada en los ojos.- Dijo Elizabeth riendo. No se había percatado de que sus ojos estaban llorosos pero hiso todo el intentó por retener sus lágrimas.

-¡Es un hermoso día! ¿Por qué no hacemos algo divertido?- Sugirió Elizabeth levantándose de la silla para no levantar sospechas, además no quería recordar esas vacaciones de una manera triste, quería aprovecharlas al máximo.

-¡Esa es una buena idea!- Decía Finni emocionado. -¿Pero... qué deberíamos de hacer?

-Propongo hacer un duelo.- Dijo Edward con un aire de orgullo.

-¿Qué clase de duelo?- Preguntaba Bard emocionado, pues le entusiasmaba la idea.

-¡Un duelo de esgrima!

-¿De esgrima?

-Así es... pero esto sera un poco diferente. Las reglas serán las mismas que en esgrima, pero en lugar de ser uno contra uno será todos contra todos y el que sea tocado por la punta del sable de cualquiera de nosotros será eliminado. El que sobreviva al final será el ganador ¿Qué les parece?

-Suena interesante. Yo me apuntó.

-¡Nosotros también!- Decían en coro Finni y Maylene.

-Me parece bien. Pero para hacerlo más emocionante deberíamos apostar.- Sugirió Ciel mostrando interés, ya que era un aficionado de los juegos.

-En ese caso... ¿Qué les parce si él ganador obtiene el derecho de hacer lo que quiera con los perdedores?-Sugirió Elizabeth.

Todos mostraron interés en la sugerencia de Elizabeth, pues sería interesante hacer un juego en donde usarían sus habilidades en especial con una apuesta como esa.

Do you love me...?Where stories live. Discover now