Acorralado

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La mansión era un completo caos. Escombros y casquillos inundaban los pasillos, y los cadáveres exhibían la evidente masacre que minutos atrás había acontecido. Para la mansión Phantomhive y sus sirvientes eso no era nada nuevo. Sin embargo tal escena era capaz de impactar a cualquiera. 

La gran mayoría de sirvientas Midford no se atrevían a salir de sus habitaciones, mientras que algunas de sus compañeras decidieron ignorar sus sentimientos y ayudar a limpiar todo ese desastre. Nadie fue obligado a trabajar.

Maylene y otras sirvientes se encargaron de Judith, quien se había desmayado de la impresión. El resto debía enfocarse solo en limpiar. 

Sebastian continuaba en el suelo con su amo en brazos. Podía comprender la ansiedad y el miedo que el joven conde reflejaba e intentaba ocultar en los brazos de su demonio. Después de todo, no hace mucho había despertado burlando a la muerte. Si bien Ciel siempre se encontraba en una sendero de peligro, era la primera vez que tenía una experiencia tan cercana a morir. Era muy pronto para sentir su vida en riesgo por segunda vez.

-¿Estás bien?-Se atrevió Sebastian a cuestionarle sin formalidad. Realmente podía importarle menos que debía mantenerse al margen de él. Necesitaba saber como estaba. 

No hubo respuesta verbal, pero si un leve asentimiento de cabeza por parte del menor. Sintió como las manos de este se tensaron, aferrándose más a su camisa.

Eso era demasiado para Sebastian... había jurado no poner su vida en riesgo nunca más, pero ahí estaba de nuevo, con su amo actuando fuera de sí por la conmoción de lo que había sucedido y por el miedo que le había invadido. El conde Phantomhive no se suponía que fuera de esa manera. Debía ser una persona valiente, fría, calculadora y sin miedo a la muerte... no un niño indefenso.

El solo pensar en eso lo hizo molestarse. Sebastian no deseaba nada más que alejarlo de esa vida. Quería quitarle toda esa estúpida presión y carga que había sido impuesta sobre él al darle un título tan grande. Quería mantenerlo a salvo, hacerle sentir que no tenía que seguir haciéndose el fuerte...Quería darle una verdadera vida. No podía sacarse de la cabeza las palabras que le dijo luego del accidente de Ciel. 

No podía hacerlo.

Para eso había decidido renunciar a él después de todo. Había comenzado a dudar en su capacidad para mantenerlo con vida. Ya no podía confiar en si mismo, no cuando sus nuevos sentimientos lo cegaban tanto. Si quería que su amo continuara viviendo entonces necesitaba que volviera a ser el mismo de antes. Aquella persona ingeniosa y astuta... Era la única alternativa. Sebastian solo podría seguro siendo útil si volvía a ser el simple peón de su rey.

Debía ser así. Aun si eso significaba ponerle todo ese peso en sus hombros y volverse en lo que fue desde el primer día que se conocieron. Una amenaza. 

-¡Ciel! ¿Estás bien? -Elizabeth salió de la habitación y corrió en dirección a ambos. Lo primero que notó era la manera en que él se aferraba a su mayordomo.

Su primo tardó en reaccionar.

-¿Elizabeth? -Se notaba un poco desorientado. Daba la impresión de no comprender bien lo que estaba sucediendo. Luego finalmente reaccionó. En un movimiento rápido alejó su rostro del pecho de Sebastian y se apartó de aquel firme abrazo que ambos habían forjado. 

Sebastian se sintió extraño ante tal reacción, mas no puso resistencia. Solo lo sostuvo para evitar que cayera. Aun no estaba estable para mantenerse por su cuenta.

-Estoy bien ... ¿Qué hay de ti? -Le preguntó a la joven que se agachaba frente a ellos para ayudar a sostener a Ciel. 

-Si... estoy bien... -Elizabeth giró su mirada por el pasillo. Su primo y Sebastian imitaron su acción. Realmente habían demasiados cadáveres en el pasillo.

Do you love me...?Where stories live. Discover now