Prólogo.

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Prólogo.

Constantemente la sociedad crea distintos estándares, los cuales las personas se esfuerzan por alcanzar, estos pueden ser sinónimo de perfección, pero no, algunas veces (o más bien todas) intentar alcanzar estos objetivos te lleva a ser más imperfecto; ser imperfecto no es malo, siempre y cuando no olvides quien eres...

Era un día gris y frío, pues, en la ciudad de New York* en pleno invierno era demasiado común, la nieve deslumbraba a un niño que desde la ventana de una de las habitaciones de aquella gran mansión observaba el espectáculos de copitos blancos cayendo desde el cielo embelesado; en algún momento escuchó risas estruendosas de una niña y en sus pequeños ojos saltó una chispa de diversión y una linda sonrisa con dientes faltantes iluminó cada esquina de aquel rostro inocente.

El pequeño fascinado acudió en busca de su nana, una mujer joven de ojos extrañamente grises; hermosa en realidad, la mujer en efecto denotaba cansancio, pese a lo joven que era su trabajo y su bebé de apenas un añito de edad le robaban tiempo, había pensado dejar el trabajo en la mansión Cullen, estaba tan sumida en sus pensamientos que ignoró al pequeño niño que halaba de su uniforme, tanta era su distracción que apenas escuchó la puerta principal cerrarse, desesperaba aquella morena de ojos tormentoso salió a todo lo que podía; sin embargo, el pequeño Jackie ya había atravesado las verjas e iba directo al pavimento.

Todo sucedió tan rápido como un rayo, la mujer solo se echó a correr y apenas alcanzó a empujar al pequeño fuera del alcance de un auto que había perdido el control a causa del hielo, quedando ella a merced del impacto, miles de personas rodeaban a la joven en cuestión de segundos, muchos llamando a emergencias, otros solo observando. Ajeno a todo aquel nene de ojos tan azules como el cielo despejado, jugaba con la nieve entre sus pequeñas manitas.

En uno de los barrios más pobres de esta increíble ciudad, una anciana de cabellos grisáceos y manos levemente venenosas cuidaba a una pequeña de ojos grises iguales a los de su madre, mientras la nena dormía plácidamente la anciana solo tejía cerca del teléfono fijo que allí se encontraba, el cual, empezó a sonar incansablemente.

¿Bueno? —Susurró con duda aquella anciana de mirada profunda, de esas miradas que guardaban miles de historias; en su pecho algo malo estaba ocurriendo.

¿Familia, Hamilton? — Preguntó una voz muy angelical al otro lado de la línea telefónica. — Sí, somos la familia Hamilton ¿Qué desea?— La voz de la anciana denotaba nerviosismo y sus piernas temblaban tanto que amenazaban con dejarla caer al frío suelo de esa humilde morada. El tiempo pasaba en cámara lenta y la respiración pesada de la anciana era lo único que se escuchaba en aquella habitación; — lamentamos informar que la señora: Anabel Hamilton ha sufrido un accidente...

En ese momento solo se escuchó el estruendoso sonido del aparato caer, seguido de un llanto ensordecedor que emanaba de la garganta de una hermosa niña, la cual, añoraba a su mamá.

<<Hospital Central de New York>>. Leía aquella mujer mayor desde el otro lado de la carretera, envolviendo en sus brazos una manta rosa que protegía a su pequeña nieta de aquel frío tan brutal de invierno, las lágrimas corrían de manera agresiva por sus mejillas envejecidas adornadas con alguna que otra arruga, pues, el tiempo jamás pasaba en vano.

Al entrar varias personas miraban con lastima y algunas e incluso con deprecio (el hospital central de New York, era uno de los hospitales más costosos); por supuesto que una anciana con semejantes fachas no tendría a nadie a quien visitar en un lugar como ese; la mujer con una mirada decaída y piernas doloridas con su pequeña nieta a cuestas se reportó en la recepción para que le dieran razón de su hija, para su buena suerte: Ricardo, el esposo de su hija ya se encontraba allí y éste al apenas verlas acudió a su encuentro.

— ¿Cómo está ella?— Preguntó la mujer  angustiada con manos temblorosas y voz cortada a causa del llanto.

—Ella se encuentra estable, solo ha sido una leve contusión — Respondió aquel apuesto hombre que sostenía a su hija mientras que a la ves también sujetaba la mano de un pequeño niño que sin consuelo alguno lloraba por su nana; ella era la única madre a la que conocía, la protagonista de sus dibujos y la reina que él cuidaría, como en los cuentos: él quería ser el caballero.

¿Puerro ve a nana? — Preguntó el pequeño niño con dificultad para hablar debido a su corta edad mientras apretaba la mano del esposo de su nana, pues, el hombre no dejaría a niño por más que los vecinos insistieran en ocuparse, sabía lo importante que era el pequeño para Anabel. —Claro que sí, campeón—Respondió él con paciencia; los ojos del niño brillaron al notar la pequeña mata de pelo que se asomaba por la manta rosa. — ¡Bebé! —Exclamó el nene levantando sus bracitos deseando tocarla— ¿La cuidaras? —Cuestionó mirando esos zafiros azules que brillaban con alegría; entonces entendió porque su mujer adoraba tanto a ese pequeño.

Dos años más tarde, aquella mujer de ojos grises dejó de percibir cada sensación, para cerrar sus ojos y darle la bienvenida a un sueño eterno; el día 11 de agosto de 1999, muere Anabel Roses Hamilton a causa de cáncer cerebral, Anabel no soportó mucho debido al golpe recibido los doctores descubrieron que la nefasta enfermedad se había venido desarrollando años atrás.

— ¡Riley, bájale el volumen a la jodida música! — La pequeña Riley había crecido sin una madre, a excepción de su anciana abuela quien había fallecido cuatro años atrás, cuando ella solo tenía ocho; su padre estaba cansado de gritarle cada día que le obedeciera o que le bajara volumen a la música, pero no, al parecer la había cogido la rebeldía antes de la pubertad.

Por su parte Jake a su corta edad le había prometido a su nana ser un niño bueno en los estudios y así lo había estado cumpliendo, pese a que sus padres no le prestaban la debida atención, con catorce años de edad, una hermana de ocho y una madre alcohólica, el joven afrontaba las situaciones con cabeza fría, ya estaba acostumbrado a la desperdigada familia que poseía; ay como extrañaba a su nana, desearía ver esos ojos tan hermosos que tanto la caracterizaban, pero sabía que no podía, pues, ya habían pasado diez años desde que su nana había muerto y vaya que la extrañaba.

Eran niños diferentes, con mundos diferentes, pero con algo en común: añoraban a la misma persona.

<<Dicen que el mundo da muchas vueltas, que el final es el principio de algo nuevo, que dos almas en algún momento separadas vuelven a reencontrarse, que dos corazones que latían a un compás diferente son capaces de sincronizarse y latir tan igual que no se podrían distinguir entre ellos>>

Tal como alguna vez aquel niño en secreto confesó mirando a unos pequeños ojos grises, tal como esa mirada inocente y azulada profesó:

"—Aunque no siempre estemos juntos te cuidaré..."

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 New York: Nueva York es la ciudad más poblada del estado homónimo y de los Estados Unidos de América, y la segunda mayor concentración urbana del continente americano, después de la Ciudad de México. Con un radio territorial de 789 km² y con una población mayor a 8,406 millones de personas.

Cómo Aman Los Hombres. Where stories live. Discover now