6.

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Capítulo # 6.

Sentía una enorme presión en el pecho, nada era como antes, ni volvería a serlo; fui un idiota, un bastardo, pero no sabía nada, apenas sabía quién era ella.

Domingo, 6 de diciembre de 2015.

6:45.P.M.

¿Les había pasado que se sentían ansiosos, nerviosos? Bien sea por un examen, una cita, por probar algo nuevo. Pues yo estaba nervioso por un presentimiento, no sé si bueno o malo. Pero uno al fin y al cabo.

Mis nudillos se tornaban blancos, gracias a la presión que ejercía en el volante, mi bestia coree a más de 160KPH. Sentía la adrenalina que bombea mi corazón para hacerla correr por mis venas.

Inhalaba. Exhalaba. Inhalaba. Exhalaba...

Malditos nervios. Maldito presentimiento.

Eran de esos que sientes que te oprimen el pecho y te robaban la habilidad de respirar, es como ese escalofrío que se colaba a tus huesos.

— Concéntrate, de seguro solo exageras— Gracias estúpido subconsciente.

¡Si! Es eso, claro que sí, solo exageraba.

—Respira, Cullen. Respira.

Una cafetería llamó mi atención y decidí parar por un café.

El café me hacía recordar aquellos días en la facultad, en aquella época donde todos parecíamos zombis gracias a los parciales, en esos días el café era mi mejor amigo. Y ahora en estos momentos de nervios inexplicables, lo sigue siendo.

Pedí uno cargado con poca azúcar para llevar, saqué el dinero, pagué y le grité a la chica que se quede con el cambio.

Conduje por las calles por al menos cinco minutos, hasta llegar a la verja negra de la mansión.

Respiré profundo y aparqué para salir del auto.

Al entrar al salón principal, un cuerpo se estrelló contra el mío y unos delgados brazos me rodearon, sonreí al saber de quién se trataba: Ava. Mi hermana se separó de mí, para dedicarme una hermosa y cálida sonrisa.

—Hola, idiota—Sonrió inocente. Claro con Ava, nada es lindo y mucho menos inocente.

—Camina, enana—Entrelazó su brazo con el mío, para arrastrarme al salón.

Vaya nervios que tenía.

— ¡Vamos, Cullen! ¿Qué te sucede?

Era ese jodido presentimiento. ¡Joder!.

Al llegar al salón todos se levantan. Y por "Todos" me refiero a Elizabeth y Owardt; mis padres.

— Hola, hijo— Saludó Elizabeth de forma monótona, besó mis dos mejillas y se alejó. La miré insignificante y vi el dolor en sus ojos.

— Jake.

— Owardt. — Saludé con un movimiento de cabeza y me regocijé al ver su confusión y ceño fruncido.

¡Toma eso viejo, Cullen!

Caminé seguro de mí mismo en dirección al pequeño bar de la estancia, volqué tres trozos de hielo en un vaso para whisky seguido del líquido. Calmará los malditos nervios.

Cómo Aman Los Hombres. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora