Capítulo 37

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(Flashback narra Astrid)

—Putos tacones de mierda... Se los voy a meter por el culo a aquel que se le ocurrió la grandísima idea de inventar esta tortura humana. Acabará la noche y yo estaré en el hospital con los pies hinchados ¡Joder! — dije malhumorada quitándome los tacones para darme un respiro.

— Madre mía ¿Quién eres tú? Pensaba que ya estabas más que acostumbrada a los tacones — dijo Eugene mirándome los pies.

—Yo también lo creía...

Me quedé descalza sobre aquel suelo de madera con los tacones en la mano. No me hubiera arreglado tanto para una fiesta de pacotilla, lo hacía obviamente por Hipo. Hoy era un día especial para ambos, aunque más para él, y quería estar lo más guapa posible para mi novio. No estaba apenas nerviosa por lo que tenía planeado que pasaría hoy, no iba a ser algo nuevo, pero para mi novio sí. Lo que más miedo me daba era que para él saliera mal.

Miré los tacones con desprecio y después clavé la vista en el suelo. Probablemente ese suelo estaba lleno de mierda, pero me dio absolutamente igual. Me apetecía andar descalza, encima no tenía pensado quedarme mucho tiempo más allí. Ya serían las 10 y media, muy pronto, pero tampoco había venido pensando en fiesta.

Le pegué un sorbo a mi vaso. Sabía a vodka con algo, no estaba segura de que, lo había cojido de la barra de la cocina donde había diferentes tipos de bebidas. Ese vaso era mi primero y seguramente también el último.

—¿Estas bien? — oí una voz justo delante de mí.

Levanté la cabeza y vi a Mérida preocupada mirándome los pies.

—Sí tranquila, son los tacones. En un rato se me pasará el dolor.

—Vale... — dijo esta — ¿A que no adivinais qué? Jack está ligando con una rubia abajo — Mérida se rió.

—Qué raro... — comentó Eugene que estaba a mi lado — Ese tío nunca para. Se queda con todas.

—Como le envidias Eugene — le dije riéndome — A veces se que te encantaría estar soltero.

—¿Soltero? ¿Yo? Na... Con Rapunzel estoy muy bien. Aunque es verdad que si estuviera soltero ligaría tanto como el fiera albino ese.

—Claro que sí Eugene — dije dándole unas palmaditas en el hombro a mi amigo.

Volví a beber un poco más de la bebida y observé un poco la fiesta. Me encontraba en el segundo piso de la casa junto con Eugene y Mérida que acababa de llegar. La casa de Moscoso era bastante grande para ser un simple chalet. Tenía tres pisos, tres baños, cuatro habitaciones, dos salas... En el segundo piso había una sala que conectaba con las habitaciones de ese mismo piso y tenía unos cuantos sofás, y allí era donde yo estaba apoyada contra la pared de la sala. La música estaba puesta abajo pero llegaba hasta aquí, se estaba más tranquilo que abajo, pero aun así había mucha gente charlando. Entre ellos estaba Rapunzel, hablando con una pelirroja de trencitas a unos metros de nosotros.

Mi mirada fue a parar a las escaleras cuando vi a una morena bajar con Mocoso de el tercer piso, los dos iban hablando y continuaron bajando hacía el último piso. Mientras bajaban la morena me miró y me dedicó un falsa sonrisa, yo se la devolví con todo el odio que puede expresar. Aparté la vista de las escaleras para encontrarme con la mirada de Mérida.

—¿En serio Astrid? Olvídate de ella ya.

—Sí. Olvídate de ella — repitió Eugene.

—Tu cállate, que no tienes ni idea de que estamos hablando — dijo Mérida enfadada.

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