Capítulo 4

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Itachi no dijo nada mientras se tomaba a sorbos pausados el café. Naruto intentaba controlarse por no mirar constantemente el reloj. Kiba había llamado a y diez, pero estaban a unos cuarenta minutos de su casa, quizá quince si cogían un taxi. La policía no era especialmente rápida en ese pueblo y, ¿cuánto tardaría Itachi en volarle la cabeza? ¿Dos, tres segundos? Cada "tic" de la manecilla le hacía dar un bote, observando al desconocido en silencio. Este, sin embargo, miraba por la ventana mientras se bebía el café, sin soltar una palabra. Naruto no quitaba ojo a la culata de la pistola que tan espantosamente ocultaba.

-Un café muy bueno. ¿Tú no tomas?

-No me gusta -replicó, algo parco. Se maldijo en silencio. No tenía que notárselo. Y lo estaba ocultando francamente fatal. -Ya sabes, cafeína... Eso me llama la atención, sobre todo alguien como yo propenso a dormirse sobre los libros. Pero el sabor es repugnante.

Itachi le sonrió, pero no hizo el más mínimo comentario. Cuando por fin acabó la bebida, se cruzó de piernas y echó un vistazo al salón, que parecía no haber siquiera mirado antes. Naruto seguía con la mirada cada uno de sus movimientos, preparándose para echar a correr si era necesario. Aunque sabía que no llegaría ni hasta la puerta.

-No veo ni rastro de tu padre.

Naruto carraspeó, algo molesto.

-Nos abandonó a mi madre y a mí, incluso antes de que yo naciera.

-Vaya. Triste.

-No me importa -replicó, encogiéndose de hombros. -Nunca lo he necesitado.

-Ya veo... -comentó, pensativo.

-Perdone mi impertinencia, pero... ¿qué hace en mi casa? -sabía que estaba jugando a un juego peligroso, pero ese comentario le había molestado lo suficiente para dejar la prudencia a un lado. -Conoce mi nombre, sabe dónde vivo... y yo ni siquiera sabía el suyo antes de aparecer en mi puerta. ¿Le importa explicármelo?

-Sí, me importa -contestó llanamente. Naruto se quedó boquiabierto, antes de que Itachi le dirigiera una breve sonrisa. -Pero tienes razón, es lo mínimo que te debo. -removió el café con la cucharilla, incluso cuando ahí no quedaba ni una gota. -Soy un viejo amigo de tu madre. He venido por ella.

Le hubiera gustado sentirse aliviado, pero no pudo. ¿Qué clase de "viejo amigo" venía a hacer una visita con una pistola? Trató de sonreír, no obstante, aparentando una calma que estaba lejos de sentir.

-Oh, ya veo. ¿Y ella sabe que está usted aquí?

Itachi sonrió maliciosamente.

-Oh, a estas alturas, yo creo que sí.

Se quedaron en silencio unos segundos más, analizándose con la mirada. Naruto sentía cada vez más la apremiante sensación de salir por patas. Pero sus pies parecían clavados en cemento.

-Pero -dijo, mirando el reloj- creo que se me está haciendo tarde. Pensé que tu madre volvería antes. Debo irme ya.

Naruto se sintió aliviado en parte, frustrado en otra. Si se iba, la policía no podría atraparlo. Lo estaría dejando marchar. Pero sabía que romper el fino hilo de cordura de ese tipo le iba a asegurar un balazo en la frente. No pensaba retenerlo, aunque eso supusiese dejarlo libre.

Ambos se pusieron en pie.

-Le acompañaré hasta la puerta, si le parece.

-Muy bien.

Naruto le abrió para dejarle marchar. Itachi se quedó un momento frente a la puerta, pensativo. Naruto sentía cada músculo de su cuerpo tensarse como una cuerda de violín siendo machacada. Sus músculos vibraban.

-Mira, nieva. Te lo dije. -Naruto comprobó en un rápido vistazo que era cierto. Estaba nevando, no mucho, pero sí lo suficiente para sentirse maravillado, incluso bajo aquella presión. Nunca antes había visto la nieve. Era preciosa.

-Por cierto, Naruto... -giró la cabeza hacia Itachi. Abrió mucho los ojos, pero ya era tarde. -Dile a Kushina que Hidan le manda recuerdos.

Sintió la explosión atravesarle, el fuego estallar en su pecho y la sangre quemándole por dentro antes de dejarse envolver en la oscuridad.


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