Capítulo 20

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Sasuke se sentía como si le hubieran golpeado en el estómago. Pero era un dolor extraño que no se desvanecía; al contrario, parecía hacerse más fuerte a cada segundo que pasaba.

Vomitó por vigésima vez. Ya no le quedaba nada dentro del estómago, solo bilis.

-Quizá no deberíamos haberte sacado del hospital tan pronto.

Sasuke no lo miró. La herida de la pierna parecía ser solo un lejano recuerdo, incluso doliendo como le dolía. Clavó la vista en su reflejo en el espejo. Nunca se había visto tan pálido.

-¿No íbamos a matarlo?

Miró de reojo el cuchillo ensangrentado que Itachi había tirado sin ningún cuidado sobre el fregadero. El estómago le dio un vuelco.

-Cambio de planes. –contestó su hermano despreocupadamente. -Hidan tiene otra idea.

Sasuke apretó los ojos. No.

Si no servía para eso, no servía para nada.

Aquello era un error. Todo lo que estaba sintiendo, lo que entendía, lo que le confundía y lo que quedaba por entender: se había convencido de que todo desaparecería cuando estuviera muerto.

Pero no lo estaba. Y no lo iba a estar en breves.

Miró el cuchillo de nuevo y sintió un escalofrío que acabó en una náusea. Inclinado sobre el lavabo, sus ojos se perdieron en la blancura de la porcelana. Y de pronto, todo estaba rojo.

Ahogó un gemido de sorpresa, respirando atropelladamente.

Los sentimientos que no entendía parecían ser ahora los únicos que le golpeaban.

.

Kakashi solamente parpadeó ante el resumido relato de su vida anterior que les había dado Kushina. Ella estaba roja, y a esas alturas, llorando. Supuso que abandonarlo todo por un hijo y que no sirviera para nada debía estar matándola por dentro.

Orochimaru, que no había apartado los ojos de la PDA en todo el relato, se levantó para enseñarle algo. Kushina palideció hasta que su rostro se volvió casi níveo.

-¿M-Minato...?-tartamudeó en un susurro.

-Nuestros agentes han estado siguiéndole. Ahora se hace llamar Nazane Mikimato. -Orochimaru se rio con ganas. -Astuto bastardo, ¿no crees? Trabaja de veterinario en un pueblo apartado y, en teoría, ha cortado cualquier lazo con su padre.

-¿En teoría? –repitió Kakashi, alzando una ceja.

Kushina seguía embobada mirando la foto de aquel hombre. Rin echó un vistazo por encima del hombro. Tenía el pelo de un rubio muy vivo, despeinado en una media melena. Tenía unos grandes ojos azules, y sonreía hablando con una mujer con un pequeño perrillo entre las manos.

-Es igual que su hijo -susurró Rin amablemente. Kushina soltó un gemido, pero no dejó de mirar la foto.

-En teoría -repitió Orochimaru. -No nos creemos que Ryu haya dejado a su hijo tan tranquilo. Estamos seguros de que le vigila... Igual que nosotros.

-Quizá esté colaborando con él -propuso Kakashi.

-Minato... Quería alejarse de su padre. Él no mantendría el contacto.

-Eso era antes de que su prometida lo abandonara llevándose a su hijo en el vientre. -replicó Kakashi, tranquilo. -Puede que quisiera encontrarte y recurriera a su padre... Y bueno, digamos que Ryu no te guarda especial afecto.

Kushina negó con la cabeza.

-No. Minato me encontró cuando pensó que había muerto. Usó los recursos de su padre, pero no a él. Sabía que sería demasiado arriesgado. Pudo haberme detenido hace 17 años, y no lo hizo. ¿Por qué iba a hacerlo ahora?

-Quizá se ha arrepentido -insistió él.

-Aun así, no sería tan estúpido de pedir ayuda a su padre. Minato sabe lo que hice, y por qué lo hice. No lo arriesgaría todo por nada.

Ninguno dijo nada. Solo Kushina tenía fe ciega en ese hombre. Y todos sabían por qué.

-Puede ser una idea -musitó Orochimaru, hablando para sí mismo. Todos le miraron. El hombre les devolvió la mirada, con los labios apretados y frunciendo el ceño. Después sonrió.

-Kushina, ¿te apetece una segunda cita?

.

Después del puñetazo a Orochimaru -que el hombre había acusado sin demasiada molestia- Kushina había ido directamente a por un hombre de pelo grisáceo sujeto en una coleta, con unas gafas negras de pasta pulcramente colocadas sobre la nariz que acababa de llegar a la comisaría. Pero con él parecía realmente furiosa.

-¡Me dijiste que ibas a protegerlo, Kabuto! ¡Se suponía que ibas a vigilarlo! ¡SE SUPONÍA QUE LO ESTÁBAIS SIGUIENDO!

-Lo estábamos siguiendo -se frotó la mejilla, dolorido, con su seriedad habitual. Le entregó unos papeles a Orochimaru y se sentó junto a él en el pequeño sofá.

-Así que Jiraya ha desaparecido...

Kabuto asintió.

-No tenemos noticias de él desde que secuestraron a Naruto, señor.

-Entonces no hay razón para creer que siga vivo.

Sacó una pequeña libreta y tachó un nombre de la lista; Kakashi pudo leer Sannin de reojo. Un apodo, supuso. Le impresionó la cantidad de nombres apuntados en la libreta, pero se mantuvo callado.

-Asignasteis a Jiraya para protegerle. Genial.

Kushina estaba al borde del ataque de nervios. Solo que parecía más cabreada que nerviosa. Rin fue a consolarla, pero se lo pensó mejor; no quería acabar con un morado en el ojo.

-Jiraya era un buen agente -susurró Kabuto, perdido en sus pensamientos. Orochimaru soltó una risita, pero no dijo nada.

-¿Y bien, Kushina? ¿Te has planteado el reencuentro con tu amor platónico? -Kushina soltó un bufido, pero estaba temblando. Se rodeó con los brazos, intentando controlar el temblor. Cogió aire, y de pronto parecía lo que había sido hace tanto tiempo: una policía infiltrada en una red de asesinos, fingiendo ignorancia y felicidad con una increíble maestría.

No parecía tener miedo alguno. Ni nervios, ni nada. Solo sonrió, con una increíble adorabilidad. Parecía una muñeca hueca: los ojos vacíos y una sonrisa falsa estampada en la cara.

-Vamos allá.

Sentencia(dos).Where stories live. Discover now