Capítulo 29

196 22 3
                                    

Kushina y Minato avanzaban por delante de Rin y Kakashi, que los seguían a regañadientes. Iban sin cuidado alguno, con la pistola en mano y todos los sentidos alerta, pero sin pararse a comprobar ni una habitación siquiera. Habían perdido a Orochimaru nada más entrar en el edificio.

-¡No sabemos siquiera si están aquí! -gritó Rin, en un esfuerzo por detenerlos. Minato y Kushina les ignoraron, corriendo escaleras arriba.

-Si lo tienen retenido, lo lógico es que lo tengan en el piso más alto -contestó Kushina. -Así le sería más difícil escapar, sobre todo si está herido.

La muchacha refunfuñó. Por supuesto, lo que decía Kushina tenía lógica, pero aun así estaban siendo unos inconscientes.

Frenaron todos en seco cuando apareció una conocida figura por el pasillo. Hidan estaba embadurnado de pintura blanca y negra. Llevaba una túnica que le dejaba el pecho al descubierto, cruzado de parte a parte por una enorme cicatriz. Daba vueltas a una gigantesca guadaña, para luego echársela al hombro y sonreír.

-¡Vaya, Kushina! Minato... No esperaba veros por aquí tan pronto. ¡Justo iba a llamaros! Y vaya, si venís con perrillos falderos...

Kushina soltó un gruñido, apuntándole a la cabeza. Minato consiguió darle un golpe justo un instante antes de que la bala pasara rozando la mejilla de Hidan, que no se alteró siquiera.

-¡Kushina, no! Si le matas, no sabremos donde está Naruto.

-Oh, sí. Tu precioso hijito, ¿no? ¿Bueno, y qué me diríais si os dijera que si me retraso estará muerto igualmente?

Kushina dio un respingo, ciega de rabia. Hidan soltó una estridente carcajada, dejando caer la guadaña con un fuerte golpe.

-Vamos, Kushina. Hagamos un nuevo trato, ¿te parece?

-No hago tratos contigo, Hidan.

-Este te va a gustar. -sonrió. -Es simple. Te das la vuelta, apuntas a esos polis, y te los cargas. Y yo te digo donde está tu querido niño. ¿Simple, no?

Kakashi y Rin dieron un paso atrás, preparando las pistolas.

-¡Es un buen trato, Kushina! Ni siquiera los conoces. ¿Dejarías que ellos vivieran mientras tu hijo muere?

La pelirroja apretó los labios. Minato deslizó la mano hasta rozar sus dedos. Ella dio un respingo, conteniendo las lágrimas. No dejaría que ese cabrón la viera llorar. Ni una sola vez más.

-No voy a matarles, Hidan. No lo haré.

-¿No? Ya veo... Entonces, déjame hacer los honores.

No se habían planteado siquiera la posibilidad de que ese loco también estuviera armado. Y para cuando vieron el cañón del arma, ya fue demasiado tarde.

Hidan disparó. Kakashi disparó de vuelta.

Dos cuerpos se desplomaron sobre el suelo.

.

-¡KUSHINA!

El tiempo pareció alargarse eternamente entre que Hidan y la pelirroja cayeron al suelo hasta que se escuchó ese grito.

Minato se lanzó contra ella, apretando con fuerza la mano contra su pecho.

-Mi... Minato... -la pelirroja sonrió.

-¿¡Por qué lo has hecho, Kushina!?

Kakashi y Rin corrieron a comprobar si Hidan aún tenía pulso. Negaron con la cabeza, y Minato soltó una maldición. La escena se repetía en bucle en su cabeza: Kushina empujándolo fuera de la trayectoria de la bala. Como en una mala película.

-¿Por qué, Kushina? Naruto... él te necesita...

La pelirroja seguía sonriendo. Le cogió la mano con dulzura.

-M-Minato... Prométemelo. Prométemelo, por favor.

El rubio agitó la cabeza.

-No. No voy a prometértelo. Vas a hacerlo tú misma. No dejaré que mueras.

-Encuéntrale. Por favor. Encuéntrale. Prométeme... -la sangre empezó a inundar sus pulmones. -Prométeme que le cuidarás.

-¡Kushina, no! ¡Aguanta, solo un poco más! Kabuto ya...

La mujer sonreía. Sus dedos resbalaron sobre los de él, sus párpados se cerraron con suavidad.

-Dile...

No podía respirar. Tosió, jadeó. La sangre borboteaba entre sus labios. Minato apoyó la frente contra la suya, apretando los dientes con tal fuerza que pensó que se le romperían.

-Se lo diré. Se lo diré, Kushina. Te lo prometo. Te lo prometo...

La mujer sonrió.

Y un instante después, ya no había nada en esos ojos azules.

.

A su lado, Minato lloraba, apretando a Kushina entre sus brazos con fuerza. Temblaba de pies a cabeza. Y ninguno podía culparlo.

-Terminaré de investigar el edificio para buscar al chico -susurró Kakashi, evitando deliberadamente mirar a Rin. Ella se esforzaba por controlar las lágrimas. -Quédate con él.

Rin le agarró del hombro, apretándolo con excesiva fuerza.

-Ten cuidado.

-Lo tendré.

Salió corriendo por los pasillos, examinando cada una de las habitaciones sin mucho cuidado. Subió las escaleras a toda prisa, con el arma preparada... y por poco cayó de bruces en el suelo, tropezándose con algo.

Tirado en el suelo, estaba el cuerpo de Uchiha Itachi, con la boca ligeramente entreabierta en una expresión de sorpresa, congelada para siempre en su rostro. Con un deje de compasión que parecía desvanecerse por segundos, Kakashi se agachó para cerrarle los ojos.

Fue entonces cuando escuchó el gruñido. Dio media vuelta, con el arma apuntando a una figura oscura en un rincón.

-Si vas a dispararme, hazlo ya.

Bajó lentamente el arma, con el corazón palpitándole aun con fuerza.

Sasuke estaba sentado en una esquina, con el pelo tapándole los ojos y una extraña sonrisa perdida en los labios. Lloraba. Naruto estaba en su regazo, con los ojos cerrados. Y, por la quietud de su cuerpo, no respiraba.

Sentencia(dos).Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt