Un parpadeo (primera parte)

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El vilano se extendía como la red de una araña brillando con el fulgor etéreo de las gotas del rocío matutino, capturando en su trampa la luz de los rayos de Eos. El vacío del espacio daba cobijo a esa frágil estructura y la envolvía en un manto de seguridad que permitía que extendiera sus delicados hilos hasta rozar el infinito. Y bajo este paraguas de redes de seda, estaba la estructura metálica con forma de peonza, como si se tratara de la semilla de un gigantesco diente de león. Ante una señal invisible, la gigantesca máquina comenzó un baile sutil que la llevó a girar sobre sí misma impulsada por una fuerza misteriosa o un viento espacial que decidiera voltear la cipsela a su antojo. Y en su interior, un nuevo día comenzaba.

Los sensores se encendían con pereza siguiendo las instrucciones de la programación. Órdenes intrínsecas se extendían despertando a la nave de su letargo nocturno en un escenario en el que no existía ni la noche ni el día.

El rítmico sonido de los pasos resonaba en la estructura abovedada que era la panza del gigantesco artefacto. El golpeteo constante de los pies contra la superficie metálica solo se acompañaba por la respiración entrecortada de aquellos que los originaban. Dos jóvenes corrían en círculos trazando en su periplo el largo diámetro de la nave. Ambos no podían ser más diferentes. Uno era alto, de constitución atlética y piel morena, con una cabellera rojiza que recordaba a la de un león. El otro, más bien bajo y enclenque, resollaba por mantener el ritmo de su compañero mientras el sudor perlaba su piel de un llamativo color verde, dándole la apariencia de la hojas bajo la lluvia.

—Sistema Eos; año 345 desde la fractura; 7.00 de la mañana hora estándar. Buenos días.

La metálica voz femenina de la inteligencia artificial de la Valkiria resonó envolviéndolos con su tono monocorde, anunciando la llegada de un nuevo día a la tripulación de la nave; ejerciendo de despertador y de madre al mismo tiempo.

Guille y Riordan llevaban un rato corriendo por la bodega de carga, esa era su rutina de cada día, ambos solían hacer ejercicio antes de que el resto se despertara. El leónida, Riordan, se movía con ligereza, casi como si estuviera de paseo, y apenas acusaba la fatiga. Guille, en cambio, tenía que esforzarse por mantener su ritmo y seguir respirando.

—Buenos días, Guillermo. El sol está en ángulo de incidencia óptimo, deberías ir a la cubierta solar.

—Buenos días a ti también, Val —dijo Riordan con sorna, haciendo hincapié en la ausencia de su nombre en el saludo personalizado.

Buenos días, Riordan —se apresuró a responder la máquina, como si el sarcasmo hubiera hecho mella en ella. 

—No le hagas caso ni puto caso, Val —dijo Guille, con la voz entrecortada por el esfuerzo—. Está de mala leche porque le toca limpiar al valok.

—Tú también estarías de mala leche si te tocara hacerlo a ti —gruñó su hermano adoptivo.

Guillermo, se recomienda tu presencia en la cubierta solar —insistió la IA.

—Un par de vueltas más e iré para allí —jadeó—. No te preocupes.

***

—Sistema Eos; año 345 desde la fractura; 7.10 de la mañana hora estándar. Buenos días.

—Dile que se calle —protestó Julio—. Soy el capitán, seguro que puedo dormir un par de minutos más.

El brazo de su esposa se deslizó por encima de su pecho haciéndole saber que ella también estaba despierta, se giró para saludarla como se merecía y un beso lo recibió con ternura.

—Estos buenos días me gustan más —dijo devolviendo las caricias.

—Capitán Santacana, el sol está en ángulo de incidencia óptimo, se recomienda su presencia en la cubierta solar.

Las Crónicas de Eos: ValkiriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora