Cuestión de Química (primera parte)

245 20 2
                                    

 —Fractura sin desplazamiento en la región anterior del cúbito. Se recomienda inmovilización parcial y suplementos de activadores de osificación.

«¿Para qué demonios necesitan un médico?». Oma frunció el ceño. El diagnóstico de Val no hacía más que corroborar sus sospechas, pero ella no tenía rayos X en los ojos así que tenía que recurrir a la máquina para que le dijera lo que ya sabía.

—Te has roto el brazo —concluyó escuetamente.

—¡Tienes suerte de no haberlo perdido, cabeza de chorlito! —gruñó Marcos en un tono demasiado alto y demasiado cerca de su oído. Su remedio contra la sordera era volver sordos a los demás—. Te dije que el sistema de cierre no funcionaba bien.

—También dijiste que la tenías asegurada —replicó Riordan.

Y nada más, ni un gruñido, ni una maldición, ni uno de esos comentarios mordaces tan característicos en él. El muchacho llevaba unos días más parco en palabras que de costumbre. Tenía un aire ausente, como si hubiera un muro entre él y el resto del mundo. Ya había pasado una semana desde el altercado con los piratas espaciales. Desde entonces, hablaba poco o nada, pasaba casi todo el rato en su cabina o corría a solas por la cubierta de carga cuando antes, siempre le acompañaba Guille. Seguía yendo a desayunar, y compartían las comidas, pero Oma no podía recordar la última vez que le había oído participar en una conversación. ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba tan distante.

—Sí, bueno… —carraspeó el mecánico—. Me alegro de que no sea nada grave.

—Tienes una forma muy curiosa de pedir disculpas —observó Oma. No le tocaba a ella regañar a Marcos; el mecánico era el más viejo de la nave, pero en ocasiones podía parecer un crío. Y la Valkiria ya tenía demasiados críos. A veces se cuestionaba su cordura al querer meter otro niño en la nave, pero eso debía habérselo planteado seis meses antes.

—Tendrás que llevar esta férula durante dos días —dijo la doctora mientras acababa de colocar el voluminoso vendaje en el brazo del joven leónida—. Si te tomas lo regeneradores, el brazo estará completamente curado antes de que lleguemos a París. —Pensó un momento si debía preguntarle lo que le pasaba. Pero ya se imaginaba la respuesta. «Me dirá que no le pasa nada, con suerte. Eso si no me manda a freír espárragos por meterme en sus cosas. Bueno, es mayorcito. Si me necesita sabe que estoy aquí». Pero dudó de si realmente lo sabía.

—¿Podrías…? —Riordan titubeó antes de seguir con la pregunta—. La compuerta cayó sobre el brazo, pero creo que el brazalete paró parte del impacto.

Eso no eran buenas noticias. La idea de que el brazalete inhibidor estuviera averiado era sencillamente espeluznante. Un leónida con capacidad de producir spartina era una bestia: extremadamente fuerte, extremadamente salvaje, muy irascible y muy poco… comedido. No interesaba en absoluto tener a alguien así suelto por la nave; una bomba de relojería ambulante.

Oma palideció y revisó el mecanismo. No parecía dañado, pero era difícil de asegurar a simple vista.

—Val —dijo, intentando insuflar a su voz una seguridad que no sentía—, análisis hormonal completo.

—Analizando… se indica un ligero desajuste, tres puntos por encima del nivel óptimo pero dentro de los parámetros de seguridad regulados por la normativa de Seguridad Interorbital.

Oma tragó saliva, no era tan malo después de todo. El joven la miraba interrogante.

—Se ha averiado, pero no es importante. Cuando lleguemos a Paris, haré que te lo regulen de nuevo. Estos días estarás un poco irascible, seguramente te crecerá más rápido la barba y las uñas y puede que… necesites alguna ducha fría, pero no debería ser grave. —Suponía y deseaba que a eso se redujera todo; era una concentración mínima de la hormona, pero más les valía estar prevenidos.

Las Crónicas de Eos: ValkiriaWhere stories live. Discover now