3. Familia

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—¿Qué es esto, Anita?

Entro a la habitación luego de alistarme para por fin irnos a New York y miro lo que tiene en sus manos. Grito cuando encuentro a William leyendo mi libro.

—¡No lo vuelvas a tocar! —Se lo arrebato y lo aferro a mi pecho como si así pudiera protegerlo—. Es personal.

—No soy fan de las historias de mujeres, pero esa me pareció... interesante. ¿La llevarás a alguna editorial?

—No —me limito a decir y la guardo en mi maleta.

Ese libro lo considero algo enteramente mío. Es algo importante de mi pasado y quiero que se quede como está.

—Hey, lo siento. Te espero en el auto.

Me da un beso en la frente y sale. No quise hablarle de esa manera, pero no me gustó que hiciera eso. Aun así, debo disculparme con él por la manera tan brusca que le hablé. Salgo con mi maleta, que en realidad es un morral algo grande, como el de los campistas y me encuentro con la señora Tower.

—¿Ya estás lista, mi niña? —Me sonríe tranquila.

—Si, señora. Quería agradecerle por acogerme en su casa y en su librería siendo una desconocida. También por su compañía que, aunque no crea, me ayudó mucho.

—No digas tonterías, Ana. Deseo que tengas un buen viaje y, créeme, no debiste haberme dejado el auto. Eso fue una exageración tuya y de tu hermano.

—Por supuesto que no lo es. Volveré a visitarte cuando regrese para visitar la tumba de mi madre.

Ahora ya no duele tanto como solía hacerlo un año atrás. Aún me entristece, pero es soportable. Me regala un tierno y cariñoso abrazo antes de acompañarme al primer piso donde me espera Will.

—Cuídala mi niño. —Le da un abrazo a él también y le sonríe.

—Eso no lo dude. Usted también cuídese. Estaré visitándola cada vez que venga a la ciudad. Me encantaría otra taza de chocolate.

—Te la tendré lista, mi niño.

Este hombre siempre ha sabido cómo ganarse el corazón de una mujer. Así enamoró a mi madre. Terminamos las despedidas y Will toma mi bolso para llevarlo en el maletero. Como buen caballero me abre la puerta del auto. Lo miro con burla y él rueda los ojos.

—Sube ya y deja de burlarte de mí. Esto no lo hago por cualquier mujer, así que aprovecha.

Río y escucho a la señora Tower hacerlo también. Sacudimos las manos y tomamos camino hacia el aeropuerto Hartsfield-Jackson de Atlanta. Dentro de dos horas estaremos en casa dándole una pequeña sorpresa al hombre que una vez me llamó hija y fue un gran apoyo para mí.

[...]

—Anita, despierta.

Abro mis ojos y me encuentro con Will muy cerca de mí pareciendo una maquiavélica cabeza gigante. Grito y el muy idiota ríe a carcajadas. Las personas a nuestro alrededor nos miran como si fuésemos extraterrestres, pero él los ignora, como es tan común en él. ¿Por qué tiene que hacer esas cosas?

—Eres un idiota —mascullo mientras nos levantamos para salir del avión y me saca la lengua—. Qué maduro.

Vuelve a reír y me abraza para atravesar los amplios pasillo del aeropuerto. No puedo creer que pensé que había madurado siquiera un poco. Tomamos un taxi que nos lleva a la mansión Black a las afueras de la ciudad hacia el norte. No puedo evitar sentirme nerviosa por volverlos a ver. Por lo menos hay algo bueno de haberme ido de Seattle.

Destruida Entre SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora