6. Nada de Odio

3.8K 500 62
                                    

Ya han pasado ocho meses y me encuentro feliz adaptada a mi tranquila vida en Londres. Sigo escribiendo, en realidad ya empecé a escribir mi tercer libro y en un mes saldrá a la venta el segundo, el cual me tiene muy orgullosa y muy pronto aparecerá Sophie para ocupar mi agenda. Un libro describiendo mi amor por Christian fue más que suficiente, aunque sorpresivamente, ha tenido buena aceptación y he tenido que viajar mucho durante la promoción. Este nuevo libro es diferente y me siento muy orgullosa de él. Es como si hubiera tenido mi cabeza atiborrada de imágenes y palabras que quería decir y expresar. Sophie está feliz y dice que el nuevo libro será mejor aún ya que me he dado a conocer. Yo solo quiero hacer lo que me gusta.

La escritora Ana Rose, hace lo que le gusta.

—Amy —grito tomando una cazadora—. Iré a caminar un rato.

Amy es una asistente que contrató Sophie para que maneje mi vida. Me pareció algo exagerado, pero esa mujer es insoportable cuando quiere lograr algo.

—Está bien, jefa —contesta con su usual voz cantarina.

Ella me recuerda mucho a Mia con su forma de ser tan alegre y espontánea. William viene mucho por ella, pero la chica siempre lo ignora o eso me quieren hacer creer, y eso me preocupa. Sé que él nunca va a tomar a una mujer en serio y Amy no parece ser la excepción.

Tomo las llaves de mi apartamento, mi Ipod, mis lentes de sol y camino escuchando algo de música mientras bajo por Baywater Rd rodeando Kensington Gardens hasta mi cafetería favorita, Lo Spuntino. Adoro ese lugar. Es pequeño, pero familiar y la señora Elizabeth es muy especial. Ya me conocen, suelo venir tres veces por semana. Siempre los mismos días a la misma hora para sentarme en el mismo lugar para tomar mi té negro de siempre mientras leo. Se ha vuelto una rutina relajante que me ayuda a estar centrada y es cuando aprovecho para pensar o concentrarme en lo que quiero hacer. Cualquiera diría que trabajo demasiado, pero no es así. Paso demasiado tiempo encerrada en casa escribiendo y a veces viajo cuando William o Elias vienen. Suelo acompañarlos a visitar los hoteles que tienen en Europa. Lo mejor de todo este tiempo es que ya no pienso tanto en él. Ya no duele tanto verlo en revistas, realmente me agrada saber que está bien. Sé que no lo odio, jamás lo haría, aunque tampoco quiero hacerlo. A veces me pregunto si todavía lo amo, pero no sé la respuesta. Quizás es porque me siento más tranquila y para nada agobiada. Creo que eso nunca lo sabré.

Los chicos dicen que siga con mi vida y conozca hombres, pero no es mi deseo en este momento. No me quiero volver a complicar la vida, me siento muy cómoda y a gusto como estoy en estos momentos. Me da miedo volver a depender de alguien como una vez lo hice de él y terminar nuevamente destruida. Me tomó más de un año superarlo, por más fuerte que me sienta, no creo que mi corazón resista más dolor.

Camino perdida en mis pensamientos, mirando a las personas que pasan a mi lado, pero sin verlos realmente. Personas que van o vienen de sus trabajos, otras con niños, otras con sus mascotas y otras como yo, que caminan solas sin aparente rumbo fijo. Llego hasta Lo Spuntino y saludo a Elizabeth, ella como siempre de efusiva y sacándome una sonrisa aún, cuando esté pasado el peor de mis días. Me siento y Josh me dice que pronto traerá mi pedido. Siempre es el mismo así que no tiene que preguntar. Hay personas que ya reconozco y también las saludo. Parece que fueran una familia. Eso me encanta.

Me siento en mi usual silla junto a la ventana, que casualmente nunca está ocupada, y suspiro antes de sacar mi libro de Robinson Crusoe. Lo leí en mi primer año en la universidad, pero me encantó, así que no está mal volver a recordar. Me pierdo en la voz de Patsy Cline cantando Crazy, la música que le encanta a Elizabeth, sé que en otro tiempo me hubiera puesto a llorar, aunque no puedo evitar que mis pensamientos viajen hasta Seattle para encontrarse con ese hombre que aún se roba uno que otro de mis turbios pensamientos. A veces me siento estúpida por pensar, así sea un minuto de mi vida en él, pero así soy. No creo poder llegar a sentir por alguien, más lo que sentí hacia él.

Destruida Entre SombrasWhere stories live. Discover now