Creía que llevaba la ventaja en cuanto a Luke, sin embargo al siguiente día recordé el papel que la directora Parks me entregó en su oficina. De inmediato lo leí y mi sorpresa fue enorme: como castigo estaba citada para trabajar en la cafetería en la hora de la cena durante los días restantes de la semana, incluido sábado y domingo porque el castigo de mis padres es no ir a casa por un tiempo y quedarme en el internado. Sin embargo, detrás de la nota encuentro la explicación de esto: ella explica que el rumor de que he sido enviada a la inspectoría se correrá fácilmente y debe castigarme para seguir manteniendo el miedo entre los demás a su poder.
Apenas le muestro esto a Kayla se ríe en mi cara: encuentra de lo más gracioso tener que trabajar a beneficio de los que me dan el castigo —que por cierto me dieron este porque les convenía—aunque Zoe parece tener compasión por mí porque se queda callada sin decir nada.
—Prepárate desde ya—dice Kayla— y cocíname algo.
—Tú sí que estás loca.
—Siempre lo ha estado—murmura Zoe.
Enseguida se para de la cama en donde estaba sentada mirando fijamente el suelo y sale por la puerta. Eso sí que es raro.
Las clases se hacen eternas, aún más cuando tengo clases en común con Luke y sudo por los nervios de que me haga daño después de que lo humillé frente a toda la escuela, aunque él sólo parece conformarse con fulminarme con la mirada y hacerme señas de que estoy muerta pasándose su mano por el cuello como si fuese un cuchillo en el último horario de clases.
De todas formas, el profesor no tarda en darse cuenta de esto y lo echa del salón: el profesor de Química realmente es una piedra frente a las amenazas de Luke y por esto siempre lo pone en su lugar aunque su alumno tenga ciertos privilegios y, cuando el timbre suena, le hace una seña de que se ha salvado.
La multitud corre hasta la cafetería como si fuesen zombis buscando carne humana para alimentarse de una buena vez. En cambio, como sé que entre más rápido entre a la cafetería más tiempo tendré para trabajar no dudo en darme vueltas por todo el instituto hasta que nadie quede en los pasillos y recién decido ir a trabajar.
Cuando abro la gigante puerta que da hasta la cocina una chica está del otro lado, lo que hace que casi la golpee. Me disculpo, y enseguida la observo mejor: es la chica nerd que el primer día de clases me miró con asco por todas las maletas que llevaba. Cuando me reconoce se hace a un lado con temor y mira hacia el suelo fijamente. ¿Acaso cree que le haré daño?
—Hola—la saludo con una sonrisa— ¿tu nombre?
Enseguida se aparta temiendo que me acerque más, y es entonces cuando lo comprendo: realmente todos en el internado creen que soy popular y que seré igual a los cuatro narcisistas. Sin embargo, entre ellos y yo hay cierta diferencia: yo jamás le haría daño a alguien para mantener mi poder y menos sembraría el temor al oír mi nombre.
—No soy como ellos—suelto.
No oigo respuesta de la chica porque ahora la voz chillona de una de las cocineras me está reventando el tímpano: me ordena que comience a servir los platos, así que le hago caso en un segundo porque temo que siga chillando todo el resto del día en mi oído.
En la cafetería se escucha el ruido de siempre: algunos lanzándose comida, riéndose, gritando, charlando... sin embargo todo parece más aburrido cuando tienes que servir la comida y no comerla con tus amigos.
Una fila enorme se extiende hasta el lugar en donde está la comida hecha y debo servirles: algunas caras conocidas me saludan o me hacen gestos y otros temen mirarme a los ojos, seguramente porque creen que soy como Luke.
—Hola, cariño—me saluda Kayla cuando llega hasta mí—dame una buena porción de ese estofado.
—Es la misma para todos, chupamedias—espeto.
Ella me hace una cara larga que juro podría llegar hasta el suelo, pero Andrew la empuja para que se quite pronto.
—Me parece raro que tu amiguito no esté aquí—comenta. Después me sonríe: eso me hace recordar a su hermano Isaac—No vaya a ser que trama algo—advierte. Después arquea una ceja apenas ve el estofado en su plato—. Creí que hoy tendrían algo más divertido.
Y sin decir más se marcha. Por instinto me volteo a observar a la multitud, hasta llegar a la mesa reservada para los idiotas. Andrew tiene razón: es extraño que Luke no se encuentre aquí... o eso creía antes de salir a las 11:00 pm de la cafetería por quedarme lavando los platos y que una silueta me tirase para enfrentarla.
—¿Y? —suelta. Está serio.
—¿Y qué? —respondo con odio. De inmediato frunce el ceño.
—Si vas conmigo...—comienza a decir en un hilo de voz. De repente temo que esté nervioso porque jamás lo he visto así y eso me pondría nerviosa a mí—al cumpleaños de mi padre.

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Un internado ¡Patas Arriba!
Teen FictionAmber ya ha dado con el límite de la rebeldía e irresponsabilidad para sus padres. Para ellos los números rojos en cualquier lista que tenga que ver con su hija ya es común: rojos en su lista de estudios, rojos en su tarjeta de crédito... Sin duda y...