Nos mezclamos entre la gente, riendo y bebiendo un par de tragos que jamás en mi vida había probado, pero que sabía costaban demasiado para ser una simple bebida. Después de todo estábamos en una mansión lujosa, con empresarios muy importantes y en una fiesta de lujo.
Luke me conduce por distintos pasillos que solo conllevan a más pasillos, más puertas y más gente, hasta que en un momento dado el sosiego nos invade. Nos encontramos —nuevamente— en otro pasillo, pero que esta vez es de color gris mate y extremadamente largo en comparación a los otros donde antes habíamos estado y que, además, poseía una puerta para poder adentrarnos en él. No está absolutamente alumbrado, pero hace que aquello sea acogedor. Hay algunos cuadros de la familia Brown colgados por aquí y por allá, aunque exceptuando a la madre de Luke por obviedad.
Cuando llegamos al final del pasillo damos con una sala gigantesca que cumple el rol de una sala de estar lujosa. Los muebles son tan elegantes y costosos que me da miedo pasarlos a llevar. Sin embargo, esta no parece ser nuestra parada.
El narciso me aprieta la mano y me guía hacia otro pasillo, paseando por diversos lugares; un poco ansioso, un poco deprisa y otro poco nervioso. A veces titubeante, a otros momentos expectante. De pronto mordiéndose los labios y de repente relamiéndoselos.
He comenzado a notar que un sudor helado ha comenzado a cubrir levemente la palma de su mano, pero no he querido comentar nada y, en cambio, he dejado que siga sosteniéndome la mía, apretándome de pronto levemente y luego relajándola. Apretándome y relajándose. Apretándome y relajándose. En un momento dado Luke ya no logra controlar su nerviosismo y se golpea idiotamente la cadera con la punta de un mueble, lo que ocasiona que casi caiga un objeto de cristal; inmediatamente intenta arreglarlo inútilmente, porque el objeto oscila un par de veces hasta que el narcisista logra acomodarlo realmente bien en la mesa.
—Lo siento—me dice, con una sonrisa angustiada y malditamente encantadora.
—No hay problema—le replico, tratando de ser lo más amable que pudiera, sonriéndole de vuelta— casi no me he dado cuenta.
¿He dicho una mentira menos creíble alguna vez? No lo creo. Pero a Luke parece no importarle o, mejor dicho, no darse cuenta de tal evidente mentira.
Prosigue a conducirme hasta un ventanal gigante que se encuentra cegado por las cortinas que lo cubren. Una vez frente a él se voltea rápidamente para observarme de una manera tierna y exaltada.
—Bien...—susurra más para sí mismo que para mí— aquí vamos.
Una gran respirada se logra escuchar desde el fondo de sus pulmones, y luego la expirada parece una gran brisa que recorre el cuarto.
—Necesito... —Luke ha comenzado a sonarse los nudillos de una forma bastante intranquila—... que te coloques algo en los ojos para cubrírtelos— ha comenzado a mirar por todo su alrededor de una forma realmente exagerada buscando qué ponerme sobre la vista— bueno... este... ¡Dios! —dice para sí mismo— ¡no he pensado en lo más simple!
Una risilla se me logra escapar. Ver al narciso de esta forma se me hace tan gracioso y tierno a la vez.
La verdad no recuerdo cuándo fue la última vez que vi a Luke así, y siquiera recuerdo la primera, así que podría decir con total firmeza que esta es la primera y única vez que logro ver al narciso de una forma tan nerviosa. Tan exaltada. Tan preocupado de cada detalle que repasa silenciosamente en su mente, pero que al fin y al cabo logro darme cuenta de que lo hace.
Cuando miro hacia atrás de mí para darle una ayuda a Brown lo único que veo es a él tirándose de los pelos, y lamentablemente eso me hace muchísima gracia: he comenzado a reír desesperadamente. Sin embargo, también he logrado darme cuenta de que en él está su propia salvación.

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Un internado ¡Patas Arriba!
Teen FictionAmber ya ha dado con el límite de la rebeldía e irresponsabilidad para sus padres. Para ellos los números rojos en cualquier lista que tenga que ver con su hija ya es común: rojos en su lista de estudios, rojos en su tarjeta de crédito... Sin duda y...