Cuando el narciso me abrió la gran puerta de la pastelería para dejarme entrar primero, Marge me recibió con una gran sonrisa. Incluso podría decir que por un instante sus piernas comenzaron a correr y que su edad no era impedimento para ello. Luego se adentró Luke, y la sonrisa de la señora Dunne comenzó a cambiar poco a poco hasta convertirse en una mueca de regaño.
Se plantó frente a nosotros, aunque el narciso estaba muy distraído tratando de cerrar la puerta sin rechines de parte de ésta como para darse cuenta de que una anciana me amenazaba con sus ademanes tirados al azar.
—¡Estoy muy molesta contigo! —soltó, indignada— ¿cómo es posible que me hubieras dicho lo que me dijiste aquella noche y te hayas ido sin más?
No hizo falta que siguiera regañándome a grito pelado para que todos los ojos que había en aquél lugar se posaran en nosotras. Por su parte, Marge tampoco siguió haciéndolo y, a cambio, comenzó a estrujarme entre sus brazos de una manera muy brusca pero cariñosa, como si no me hubiera visto en años.
—Luke...—le llamé, en voz ahogada.
Enseguida se volteó para ver qué ocurría y se encontró con la gran sorpresa de que Marge no tenía ni la menor intención de soltarme ni dejarme respirar.
Sin embargo supo de inmediato que pese a que aquel era el momento perfecto para pedirle su rescate en verdad le estaba pidiendo que se marchara para dejarnos hablar a solas. Y él me conocía... después de todo también conocía la gran relación que tenía con los Dunne, y sobre todo con la anciana, así que se marchó; tomó asiento un gran par de mesas más allá de nosotras y se sentó a esperarme. Por lo que pude ver me guiñó el ojo y desvió la vista para no seguir incomodándome.
—Eres una gran niña...—me alagó Marge— no sabes cuán agradecida estoy de haberte conocido.
Logró dejar de ahogarme con su abrazo sin que se lo hubiera pedido y entonces me sonrió con los ojos llorosos. Sin embargo no dejó de sostenerme por los brazos, como temiendo que en algún momento me desapareciera por arte de magia.
—Gracias, señora Dunne—le dije, plenamente agradecida por sus palabras.
—¡En serio me dan ganas de tirarte de las orejas!
Su estado de ánimo cambiaba cada segundo como si sufriera de bipolaridad. ¿No era que recién acababa de abrazarme? Pues ahora me estaba volviendo a sermonear. Y lo peor de todo era que aquellos sermones me daban una vergüenza total; me recordaba a lo que sentía cuando era pequeña y mi madre comenzaba a regañarme frente a todos por comenzar con mis berrinches para marcharnos de algún lugar.
—Nunca he entendido mucho las actitudes de los adultos—le solté, anonada— así que supongo que estoy en todo mi derecho a preguntarte qué rayos estás haciendo y tendrás que explicármelo porque has sido como una madre en este último tiempo.
Marge me escrutó de pies a cabeza y terminó por estallar en llanto. No hubo más remedio que abrazarla fuertemente y explicarle a cada quien que no le había pasado nada malo cuando preguntaran mientras la guiaba hasta la cocina.
Josué entendió la situación de inmediato y sin decir palabra alguna la abrazó, y lo mejor de todo fue que me incluyó en aquello.
—Está emocionada porque siente que eres como una hija—me explicó; de aquello no había duda.
Todos los consejos que me había dado en algún momento de nuestra relación como amigas, parientes, lo que fuera que éramos; todas las sabias palabras que en algún momento me soltó para hacerme dar cuenta de mis errores o de que debía mejorar algo...; todos los sermones que me dio en el momento preciso; aquél apoyo y ánimo que nos dio tanto a mí como a Luke para seguir nuestra relación y, mejor dicho, para formarla... aquella era una relación bastante cercana y le agradecía todo aquello.

DU LIEST GERADE
Un internado ¡Patas Arriba!
JugendliteraturAmber ya ha dado con el límite de la rebeldía e irresponsabilidad para sus padres. Para ellos los números rojos en cualquier lista que tenga que ver con su hija ya es común: rojos en su lista de estudios, rojos en su tarjeta de crédito... Sin duda y...