Tigre

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EE.UU., Seattle.

(...) iba de camino a su tarde de Spa, tenía un estrés extremo y si no hacia algo con eso acabaría por matar a su padre.

―Cielos, hoy fue muy pesado ―dijo llegando a su destino.

Entró al edificio acristalado de hierro y acero, fue a recepción y la chica de siempre le recibió con una amplía sonrisa.

―¡Buenas tardes, (...)!

―¡Hola, Britanni! ―le devolvió el saludo muy contenta.

―¿Lo de siempre?

―Lo de siempre.

Britanni le entregó las llaves de su casillero asignado y le indicó que pasará a la sala contigua donde le esperaban una bata blanca, unas zapatillas y un bando para la cabeza del mismo color. (...) procedió a quitarse la ropa, los accesorios y los zapatos. Muy contenta porque ese día había quedado para cenar con su padre, Alex y su pupilo Taiga. Solo con pensar en el nombre del chico se relamió el labio inferior muy sonriente. Cualquiera que la mirara diría que se había excitado al quitarse la ropa.

―¿Lista, señorita Silver?

(...) se colocó las zapatillas y se apretó el cinturón de la bata mientras salía de la pequeña habitación llena de casilleros para guardar las prendas.

―Si, Judith. Estoy lista.

Como cada fin de semana (...) visitaba el Spa para relajarse y deshacerse del estrés ocasional producido por el trabajo. Dicho trabajo consistía en ser la representante y manager del equipo de básquetbol de los pupilos de su padre. Ah, su padre. Un hombre ciertamente aterrador al que no cualquiera le hablaba con confianza, pero al parecer Alexandra García gozaba de esa confianza. Y gracias a ella (...) conoció al pelirrojo más sensual que sus ojos jamás vieron.

―«Taiga Kagami, un ejemplar ciertamente apetecible.» ―pensaba (...) cerrando los ojos, las manos de su masajista tensaban, apretaban y amasaban todos los músculos de su esbelto cuerpo mientras soltaba suspiros de satisfacción.

El olor a lavanda inundó sus fosas nasales de inmediato, intentaba relajar su mente pero la imagen de cierto chico no la dejaba tranquila. Kagami le había parecido un chico nervioso, en cierta forma un idiota vergonzoso, pero igualmente muy guapo. Judith siguió con la rutina de masaje, (...) disfrutó de todas y cada una de las atenciones que la chica le daba a su cuerpo. Para cuando (...) se dio cuenta de que había finalizado su masaje, sentía el cuerpo más que relajado. Y tenía hambre.

―«Mucha hambre.» ―se relamió el labio inferior muy sonriente.


Cuatro horas después (...) estaba entrando a la recepción del hotel donde se alojaba.

―Señorita Silver, vino un joven preguntando por usted ―le informó el recepcionista.

(...) se apartó el cabello de los hombros, ¿la habían ido a buscar?

―¿Dejó algún mensaje o nota?

―No. Pero dijo que volvería más tarde.

―De acuerdo, en lo que queda de noche que no me molesten.

―Muy bien.

Con paso tranquilo fue hasta el lujoso ascensor, tecleó el código de su suite y las puertas se cerraron lentamente. Segundos después las puertas se abrieron, (...) entró y se sintió bien recibida por todos esos lujos. Si, ciertamente tener un padre ejecutivo tenía sus ventajas.

KnB X Lectora (EDITANDO)Where stories live. Discover now