Suerte.

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«Vete con cuidado, (...), porque cuando estés conmigo veras lo que es bueno.»
La chica tragó saliva al recordar las palabras de Midorima. Maldición, se había enojado con ella.
Pero no fue su culpa, fue pura «suerte» haberle ganado esa partida de ajedrez. Vamos, casi un insulto para un chico orgulloso de sus habilidades.
Lo peor no era eso, sino que el chico la llevaba entre ceja y ceja por ser su polo opuesto.
―Joder. Puta vida ―rezongó, maldiciendo una y otra vez.
No quería llegar a su casa, tampoco quería ver a Midorima en su faceta tsundere. Odiaba sus cambios de humor. Le costaba tanto seguirle el ritmo.
Pero ni modo, los amigos eran los amigos.
Aunque una parte de ella quería que fuera más que su amigo. ¿Por qué siempre la friendzonaban?
―Puta vida ―repitió ella.
La tarde pasó sin ninguna señal de Tsunderima, al menos podría estudiar para sus exámenes finales.
Cuando llegó a casa fue directa a la cocina, se preparo algo rápido y fue hasta su habitación.
Su madre no regresaría hasta la semana siguiente porque le había tocado ir a una convención de médicos por parte del hospital donde trabajaba.
¿Qué haría con tanto tiempo libre sin su madre? Takao y Midorima tenían muchas cosas que hacer, además de los exámenes tenían los partidos de básquet.
(...) aprovechó el tiempo ―por anormal que parezca― limpiando la casa, haciendo quehaceres y por último decidió distraerse viendo una película. Pero ver El Bosque de los Suicidios no fue buena idea.
Estaba completamente sola en casa, a oscuras y con un nudo en su estómago a medida que bajaba al segundo piso a dejar los platos a la cocina.
Los lavó, secó y colocó en su sitio y cuando corría escaleras arriba se detuvo de golpe.
El timbre de casa sonó haciendo que (...) soltara un grito.
―¡Joder! Puto timbre ―escupiendo maldiciones como siempre fue hasta la puerta.
¿Quién podría ir a verla a esas horas de la noche? Volvieron a tocar y (...) abrió para encontrarse con unos ojos verdes que la taladraban.
―¿Q-qué haces aquí, Midorima-kun?
―¿Me dejas pasar? ―preguntó acomodándose las gafas, la chica le dejó sitio y él paso por su lado y después ella cerró la puerta.
―¿Vienes solo?
El chico no le respondió, se limitó a observarla detenidamente. Y entonces, la olvidadiza (...) recordó que llevaba la chaqueta de Shutoku como única prenda, además de su ropa interior claro.
La situación no podía ser más incómoda.
―No creas que vine porque sabía que estabas sola. ―(...) alzó una ceja, intrigada.
¿Cómo lo supo? ¿La espiaba?
¿Sería una clase de acosador pervertido violador de mujeres y ella no se había dado cuenta? Y de ser el caso, tampoco estaría mal para ella.
«(...), controla tu perversa y retorcida mente.»
―Eso no importa, ¿se puede qué haces aquí? Ya te dije que no hice trampa en el juego de hoy.
Midorima recorrió a (...) de pies a cabeza, joder era tan bonita. Un precioso tesoro de la suerte. Uno que él quería desesperadamente pero era tan complicado que no se atrevía a admitirlo abiertamente. Pero lo que más le preocupaba era que (...) era Acuario. Su polo opuesto. No debía sentirse atraído por ella, pero así era. Le encantaba cuando los iba a ver a sus partidos de básquet, cuando les animaba.
Aunque si (...) dejaba de ser tan amiga de Takao mejor que mejor.
(...) le vio fruncir el ceño, molesto. Se frotó las manos, muy nerviosa, Midorima la veía como si fuera a golpearla o a atacarla de alguna forma.
―¿Pasa algo?
―¿Puedo darte algo?
―¿Un ítem de la suerte? ―preguntó con naturalidad.
Midorima no le respondió, (...) le observó acercarse a ella muy despacio. Como si por dentro aún luchara por hacer o no lo que pensaba.
Como si su mente y su cuerpo lucharan por dominar al otro.
Ella abrió los ojos al sentir que Midorima la besaba de forma sutil pero precisa. Fue algo fugaz pero su cuerpo entero sentía los nervios a flor de piel.
―¿M-Midorima-kun?
―No puedo estar lejos de ti ―le susurró contra los labios temblorosos.
Era la primera vez que hacia algo como eso. A (...) se le cortó la respiración por las palabras de Midorima.
―Creí que no me aguantabas... ―(...) se frotó los antebrazos nerviosa.
Midorima estaba en su casa, casi a media noche. Y encima le había besado. Aunque... si lo repetía no se molestaría la verdad.
―No sé cómo explicarlo.
―Entonces demuéstramelo ―le pidió (...).
Sus ojos se encontraron con los de Midorima, esos preciosos ojos verdes enmarcados por unas gafas negras.
―¿Segura?
―Si no lo estuviera no te lo pediría, Shintaro.
Nada más decir su nombre se abalanzó sobre ella enterrando las manos en su pelo y besando con fuerza sus labios. Inhaló el aroma de su cabello y le besó un lateral del cuello.
(...) gimió de placer en su boca, besaba con nervios pero Midorima parecía estar igual o peor que ella. Quería memorizar aquellos labios sobre los suyos por si era un sueño, uno cruel y placentero. Pero las manos y el calor que emanaban de ellas le decía que no soñaba, era muy real.
Quizá debía temer la intensidad de su ansía, pero (...) sentía la misma locura apasionada por él. O al menos era lo que suponía.
Deslizó las manos por su pecho mientras trataba de aliviar el temblor de sus cuerpos al acariciarse. Se había apoderado de ellos la imperiosa necesidad de marcar al otro, de saborearlo a conciencia y de dejar su marca.
―Necesito más, (...) ―Midorima tomó el rostro de la chica entre sus manos, veía los ojos brillosos de (...) y sus mejillas rosadas al tener contacto visual con él―. Necesito sincerarme, nanodayo.
(...) tembló al escuchar sus palabras. En Shutoku nunca se habían llevado muy bien, (...) creía que no le caía bien porque él siempre la evitaba o simplemente le decía palabras contradictorias con sus acciones.
Nunca le había dicho algo como aquello y le pareció muy bonito.
―¿Sincerarte con qué?
Ella estaba de puntillas, Midorima estaba con las rodillas flexionadas. No quería asustar a (...) o que pensara que era un pervertido. Bueno, casi lo era pero (...) era la respuesta a la ecuación.
Le puso su mundo patas arriba.
Su pecho se hinchó mientras respiraba hondo. No seguiría negando lo evidente.
Tenía que hablar claro si quería escuchar su respuesta.
No te necesito, nanodayo ―dijo sonrojado mirando hacia otro lado.
(...) frunció el ceño al no entender nada. ¿No que iba a sincerarse? ¿Y le salía con eso? ¿A qué jugaba? ¿Acaso quería confundirla? ¿O simplemente se burlaba de ella?
Pero al ver su sonrojo supo que quería decir lo contrario.
Sonrió, más feliz de lo que pretendía y se le echó encima.
Midorima como pudo la atrapó y mantuvo el equilibrio.
Yo también, Shintaro ―volvió a besarlo sin pedir permiso y con sus manos le agarró del pelo verde para acercarlo más.
Él le devolvió el beso con la misma ansía, pero trataba de no perder el control. No quería asustar a (...) por las cosas que quería hacerle.
Había tantas cosas que quería probar con ella.
Una de ellas era encestar triples en ella toda una noche... y él nunca fallaba.
―(...), espera.
―No. Por favor, pasa la noche conmigo ―le dijo (...) al oído.
Midorima se quedó estático en su sitio con (...) en brazos. ¿De verdad había escuchado aquellas palabras?
¿Las mismas palabras que le daban el consentimiento que necesitaba para hacer lo pensado con ella?
Como pudo se guió por la casa y fue a dar al salón, sentó a (...) en el sofá y se arrodilló frente a ella. Demasiado nervioso no dejaba de sudar al ver a (...) solo con aquella chaqueta encima.
―¿Segura?
―¿Cuántas veces quieres que te lo repita?
Tomó del cuello a Midorima y acercó sus rostros, él tenía un enorme sonrojo y ella también pero parecía que tenía más iniciativa (...) que el chico. Sus respiraciones se mezclaban, sus ojos se estudiaban detenidamente. La piel porcelana de (...) y su aroma femenino era el detonante que necesitaba para dejar atrás sus modales reservados.
―Todas las necesarias, nanodayo.
Le dio un leve beso a (...) y coló una de sus manos entre las piernas de la chica. Estiró a (...) sobre el sofá sin dejar de apretar el interior de los muslos de (...) que se removía nerviosa bajo sus manos. Rozó sus bragas por encima y (...) se sobresaltó.
Quería apartarlo y a la vez no. Quería que le arrancara las bragas y a la vez no. Quería hacer tantas cosas con él que ya no sabía qué hacer.
Volvió a sentir el roce de aquella mano pero esta vez la acarició con más seguridad.
Con una seguridad característica de cuando lanzaba un triple desde más de la mitad de la cancha.
―S-Shintaro... ―(...) se mordió el labio, el chico la obligó a abrir más las piernas.
Un hormigueo se apoderaba de su piel a medida que la mano de Midorima la acariciaba. Repasaba con su dedo la hendidura de la chica, apretando y trazando círculos sobre la carne palpitante de (...).
Hacia ruiditos muy tiernos, arañaba la piel de cuero del sofá y sus piernas se retorcían al igual que su cabeza.
Cuando sintió las bragas de la chica lo suficientemente húmedas se las quitó despacio, dejándola solo con la chaqueta.
Midorima tomó las piernas de (...) y las abrió con sus anchos hombros de modo que ella no podría cerrarlas aunque quisiera.
(...) ahogó un grito cuando la punta de la lengua de Midorima rozó su clítoris. El calor y la caricia fueron tan inesperados que la hicieron retorcerse.
―¡No hagas eso, Shintaro! ―exclamó pero terminó abriendo la boca con un gemido largo y gutural mientras arqueaba la espalda. Él le tomó de la cadera con una mano mientras que con la otra levantaba la pierna izquierda sobre su hombro y la abría ante su ardiente boca.
No sabía por qué hacia aquello tan indecoroso, pero estaba tan fascinado con los ruiditos que hacia (...) que poco le importaba. Quería saborearla a conciencia, mientras ella se volvía por sus caricias y decía su nombre una y otra vez.
Era suave y resbaladiza, el calor de (...) se mezclaba con su saliva en cada lametón, le abrió más los labios para chupar su clítoris como si se tratase de un caramelo.
(...) golpeó la cabeza contra el respaldo del sofá y el calor se extendió por su sangre desde el punto donde la lengua de Midorima la estaba volviendo loca. Le acariciaba tan controladamente que se preguntó si era la primera vez que hacia aquello, aunque después lo comprobó por los temblores de Midorima.
Sentía que su mano se clavaba con fuerza en su cadera haciéndola dar un respingo en el sitio.
Al final terminó doblando las piernas sobre la espalda de Midorima obligándole a que se acercara más, apoyó sus manos sobre la cabeza de él para que no se moviera mientras ella balanceaba sus caderas.
Necesitaba aquella lengua y sus profundas caricias.
Quería prolongar el momento, quería que esa sensación dolorosamente placentera. Pero sobre todo quería pasar tiempo con Midorima.
El chico que le había robado la razón, y en ese momento también el oxigeno.
Entre tanta excitación hasta se le había olvidado el miedo tras haber visto la película. Ahí lo único que la mantenía en el presente era Midorima y su lengua caliente. Con lo reservado que era jamás se imaginó que haría cosas como esa.
Otro lametón largo alrededor de su clítoris la hizo gemir con fuerza, lamía y chupaba con fuerza su resbaladiza y ansiosa vagina. Su cuerpo se sacudía, sus párpados se cerraban involuntariamente por culpa de aquel placer ilícito.
―Shintaro... Vas a hacer que me corra.
Él frotaba su lengua una y otra vez por aquella apretada entrada del cuerpo de (...), haciendo que moviera sin pudor las caderas hacia aquella boca en funcionamiento. Sus manos agarraban su trasero desnudo, amasándolo, impulsándola hacia su lengua mientras él la empujaba dentro de ella tocando sus paredes internas. Había cierta veneración gloriosa en la forma en que disfrutaba de ella. La sensación de que adoraba su cuerpo, de que dándole placer y obteniéndolo también era tan necesaria como sus ítem de la suerte, como su sangre y el oxigeno que respiraba.
―Si ―dijo entre dientes, sintiendo cómo llegaba el orgasmo que se formaba en su interior.
El olor caliente de la piel de Midorima se mezclaba la propia excitación de (...). Sus músculos se tensaron dentro y su cuerpo se estremecía, a punto de llegar a un orgasmo desesperadamente necesitado.
―Estoy a punto.
Él estaba demasiado apasionado como para que se distrajera. Sus labios daban vueltas alrededor del clítoris de (...). Chupaba con un ritmo tormentoso, masajeando aquella zona hipersensibilizada con la punta de la lengua.
Todo su cuerpo se puso ferozmente tenso y, después, se liberó con un ardiente estallido de placer.
El orgasmo salió de (...) con una ola abrasadora. Gritó, moviendo las caderas de una forma mecánica contra su boca, perdida en aquella conexión entre los dos. Midorima la agarró mientras las piernas le flaquearon, lamiendo su carne estremecida hasta que pasó el último temblor.
Estaba en el «séptimo» cielo de Midorima Shintaro.
No tenía ganas de abrir los ojos y darse cuenta de que se había quedado dormida soñando perversiones tras ver la película.
¿Hacía cuánto que soñaba esas cosas con el peliverde?
Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que no soñaba.
El Midorima que estaba entre sus piernas era muy real. Tanto como el momento que habían pasado juntos.
Poniéndose de pie rápidamente, Midorima cogió a (...) levantando su cadera para apoyarla sobre el brazo, haciendo que (...) arqueara la espalda.
Con la mano libre le abrió la chaqueta y desde el ombligo hasta la unión de sus pechos la acarició con la punta de la nariz mientras dejaba un reguero de besos por toda su piel. Entonces, se abrió la cremallera de los pantalones y sacó su gran pene erecto y a (...) no le importó que la tomara, de hecho era lo que más ansiaba.
Quería sentir a Midorima dentro de ella, tan dentro que le fuera dolorosamente bueno.
Soltó un gemido cuando entró en ella y el cuerpo de (...) se esforzó por alojar aquella «enorme» plenitud que tanto ansiaba.
Ella soltó el aire y volvió a respirar hondo, Midorima se dio cuenta de ello. Para tratar de distraerla le besó en los labios, las mejillas, el mentón, el cuello...
Tirando de las caderas de (...) para que recibieran sus potentes estocadas, Midorima embistió su tierno sexo con aquella columna de carne rígida tan brutalmente gruesa, mirándola con sus ojos verdes oscuros y posesivos y dejando escapar resoplidos primitivos cada vez golpeaba el extremo del interior de (...).
Era increíble la sensación de sentirse penetrada por aquella «cosa», eran tan grande y gruesa. El dolor era un eco en cada embestida, sentía el miembro de Midorima friccionando su clítoris hinchado, volviéndola loca de deseo.
Movía la cabeza de un lado a otro, estaba desesperada por liberarse de nuevo que le dolían hasta las pestañas.
De (...) salió un gemido tembloroso y la fricción de sus embistes estimulaba su nunca antes saciada necesidad de perder el sentido mientras era penetraba por él. Sólo por él.
Unas cuantas caricias y su cabeza cayó hacía atrás mientras pronunciaba su nombre entre jadeos, curvando sus caderas para llevar a (...) al delirio.
―Vamos, (...).
Ella apretó los muslos y los músculos internos, el sonido irregular que salió de él la excitó tanto que su sexo se estremeció al oírlo.
―Shintaro...
Se apretó más contra él mientras maldecía. Le miró con aquellos ojos verdes se nublaron por la euforia sexual. Un estremecimiento sacudió su cuerpo, seguido de un gemido contra el cabello de (...). Se corrió dentro de (...), una, dos veces, y después siguió corriéndose, descargándose a chorros y acaloradamente en las ansiosas profundidades del cuerpo de (...).
Le dio tiempo de volver a llegar al orgasmo, sentía su cuerpo deshecho con Midorima entre sus piernas.
Ella lo miró con una sonrisa insinuante y victoriosa.
Quería pasar más momentos como ese con él. Y sólo con él.
―¿Pasarás la noche conmigo? ―le preguntó ella mientras disfrutaba del peso del chico sobre ella.
Le acarició la espalda y le vio ponerse las gafas, aunque ni siquiera se dio cuenta en qué momento se las quitó.
―¿Quieres que me quede? ¿Qué hay de tu madre?
―Bueno, ella no vendrá hasta después de una semana ―hundió sus dedos en el pelo de Midorima, dibujaba pequeños círculos sobre su cabeza dándole una agradable sensación de masaje.
Le escuchó suspirar de gusto, le dio un besó en las costillas sacándole una risa.
―Por favor, di que si.
Tch, no creas que me quedaré por ti, nanodayo ―le dijo sin verle a la cara.
(...) se rió abrazando la cabeza de Midorima, le sería muy complicado lidiar con él. Incluso en ese momento no sabía si lo decía enserio.

N/a: ¿holi? ¿Alguien por ahí? ¿A cuántas les gusta Tsunderima? Sinceramente no interpretar la personalidad de ningún personaje pero los tsunderes son peor XD
Ay Yaoi-sama, soy un desastre 😓
Pero se intenta XD
Espero les halla gustado :')

KnB X Lectora (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora