Dios absoluto.

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Instituto Rakuzan.

―¡Cuidado!
Antes de que la aludida se percatara del peligro recibió un balonazo en toda la face. Varios del grupo de básquet salieron a ver quién fue la desafortunada criatura que recibió aquel pase.
―Cielos, pobrecita ―dijo Reo mientras tomaba a la chica inconsciente en brazos.
―Si Kotarō no fuese tan tonto esto no habría pasado.
El resto del equipo seguía discutiendo hasta que apareció cierto pelirrojo. Akashi miraba la situación serio, pero luego su expresión se tornó amenazante al reconocer a la víctima.
―¿(...)?
El equipo de Rakuzan conocía aquel nombre pero no a la persona.
―E-es el mismo nombre de la chica de Sei-chan ―Reo observó la chica que tenía en brazos y después miró el rostro de Akashi―. ¿Verdad?
Los demás sudaban frío, Akashi sin decir nada le quitó la chica a Reo y con la excusa de llevarla a la enfermería se la llevó con él.
―¿Eso es normal en él?
―Claro que no ―le replicaron los demás a Mayuzumi.

(...) se sentía observaba pero... estaba oscuro. Había cierto olor familiar en el lugar aunque no lo identificaba. Se removió en la cama. ¿En la cama?
«¿Dónde estoy?» ―(...) parpadeó hasta adaptarse a la luz del lugar.
Se sentó en aquella increíble cama con sábanas de seda. Ella se sentía tan pequeña rodeaba de tantas enormes almohadas pero la mirada atenta de Akashi la puso nerviosa. ¿Por qué no llevaba una camisa puesta?
―¿Dónde estoy?
―En mi casa, para especificar en mi cama ―respondió el chico, seguía de pie junto a la cama observando a (...) en todo momento.
Se observaron en silencio sin decirse nada.
(...) conoció a Seijurō dos años atrás cuando sus padres recibieron una oferta de trabajo en Tokio. Ella entró al instituto Rakuzan gracias a su madre que trabaja allí como secretaria. Fue entonces que conoció al afamado capitán de la Generación Milagrosa. El mismo chico que le robó no solo el aliento, sino también el corazón. El mismo que le había quebrado en mil pedazos no hacía mucho.
―No sé qué hago aquí, pero mejor me voy. ―(...) salió de la cama y vio que llevaba puesto un camisón amarillo. Al no encontrar su ropa se volvió hacía Akashi que la miraba con sumo interés―. ¿Dónde está mi ropa?
El pelirrojo cortó la distancia que los separaba. (...) se puso más nerviosa por su cercanía.
―Antes de comenzar quiero decirte algo ―Seijurō tomó a (...) por los hombros y la llevó a rastras hasta la otra esquina de la habitación.
(...) intentó soltarse, pero Akashi no la dejaba. Cuando la aplastó contra la pared, la obligó a darse la vuelta con brusquedad y la dejó de espaldas a él.
(...) sintió cómo Akashi se aplastaba contra ella y deslizaba una mano por sus muslos para cerrarla sobre el camisón amarillo y alzarlo con descaro.
―¿Qué haces? ―susurró ella. No tenía miedo, no estaba asustada.
Sólo sentía que se iba a morir del gusto, estar en aquella pose indecente con Akashi a punto de quitarle la ropa. ¿Cuántas veces había soñado con aquello?
Podía sentir la excitación, líquida y caliente, bajando por sus entrañas hasta llegar a su útero. Lo odiaba. Y, sin embargo, deseaba estar así con él. Akashi era un dios.
―Venerarte ―ronroneó en su oído mientras apretaba su erección contra las nalgas prietas de ella―. (...), eres hermosa. Para serte franco, deseo, ORDENO, que seas mi Emperatriz ―le explicó hundiendo la nariz en el pelo de (...).
La chica se quedó quieta ante sus palabras.
¿Lo decía enserio? ¿No sufría esquizofrenia y escuchaba voces? ¿No seguía inconsciente por el golpe? Cuando Akashi coló su inmensa mano por debajo del camisón, recorrió todo su muslo hasta la cadera en una larga y suave caricia, se dio cuenta que estaba más que despierta. Tocó su piel suave y tersa, levantó la prenda con ese movimiento e hizo que se arremolinara sobre la cintura de (...). Akashi quería verle las nalgas desnudas pero se encontró con unas braguitas de seda del mismo color que el camisón.
―¡Suéltame, Seijurō! ―le chilló ella desesperada―. No..., no me hagas esto, por favor.
El pelirrojo no atendía a nada que no fuera el cuerpo de aquella mujer. Le acarició las nalgas, posesivo, y sonrió. Él era el dueño de esas carnes tan bien puestas. Él era el único que podía disfrutar de (...). Ésa era una ley absoluta.
―Por suerte estamos solos ―continuó sin dejarla de acariciar―, y tus padres saben que estás aquí conmigo.
(...) se puso pálida. ¿Qué sus padres sabían que estaba ahí con él? ¿Por qué? Akashi coló los pulgares dentro de las bragas de (...) y las deslizó poco a poco por sus piernas, dejando al aire ese trasero tan sexy y respingón. Su respiración se dificultó enseguida.
―Vamos, (...). Demuéstrame que eres mi emperatriz. ―Rozó con los dientes su garganta―. No me queda autocontrol ―apoyó la cabeza en la nuca de la chica―. Sé que tú también me deseas, (...). Lo sé, porque a mí me pasa lo mismo.
Ella quiso salir de ahí antes de que fuera tarde, pero Akashi la aprisionó con más fuerza.
―Cuidado, Seijurō. No juegues conmigo. Ya dejaste claro que una pobretona como yo no tiene ninguna posibilidad con un Akashi como tú, por eso decidí alejarme ―le dijo dolida.
Eres mi emperatriz. Te necesito.
―Según tú, yo sólo soy una de tus fichas de shogi ―recordó ella con despecho―. Necesito que me dejes en paz, maldita sea.
No ―contestó el pelirrojo con descaro―. Eres muy importante para mí, eso no cambiará fácilmente.
Deslizó las bragas por los tobillos de (...) y las tiró a un lado. Akashi frotó su nariz contra el hombro de (...) y sonrió levemente al sentir su cuerpo tembloroso.
―Entonces ¿qué diablos quieres que haga?
―Que seas mía ―suplicó, deslizó una de sus manos por el estómago de (...) para apretarla contra él―. No soporto que estés lejos.
―Y yo no te soporto a ti ―contestó (...) encabronada.
―Por favor...
Ella negó con la cabeza. El nudo en su garganta le dolía incluso al tragar saliva. El torso desnudo de Akashi desprendía calor y calentaba su espalda.
―No soy una pieza de shogi, ¿me oyes?
―Si, te oigo.
―Dilo.
―No eres una pieza de shogi.
―Me has hecho sentir inútil, Akashi.
Él apoyó la frente en su hombro y se lo besó con dulzura.
―Perdóname. Quería molestarte porque me estabas rechazando. No pensaba nada de lo que te he dicho.
(...) cerró los ojos e inspiró. No fue consciente del hielo que se había depositado en su corazón hasta que Akashi, con esa voz grave y seductora, le había dicho esas palabras.
―¿Qué quieres de mí, Akashi? ¿Qué? ―susurró abatida, cerrando los ojos para aclarar su vista.
Akashi cerró los ojos y suspiró.
―Todo, mi bella emperatriz.
―¿Todo? Pero yo no soy lo que tú quieres. ―Decir aquellas palabras le costó mucho, sobre todo porque sentía la mirada fija de Akashi sobre ella. Podía imaginarse la mirada heterocromática de Akashi observándola atentamente al decir cada palabra.
―Basta, (...) ―dijo Akashi mientras apretaba más su cuerpo con el de ella―. Olvida lo que te he dicho aquella mañana. Sé muy bien quién eres y qué significas para mí ―lamió el lóbulo de su oreja y lo mordisqueó provocando que ella se estremeciera.
Deslizó la mano desde el vientre hasta un pecho y lo cubrió por completo hasta que se hinchó y endureció―. Me estoy volviendo loco. Y lo único en lo que puedo pensar es en meterme dentro de ti. ―Le masajeó el pecho con la mano y luego la bajó hasta la cadera. Allí tomó el camisón, que estaba arrugado sobre su cintura, y lo deslizó hacia arriba mientras besaba la piel que poco a poco se iba descubriendo.
A (...) le costaba respirar. Akashi lamía y besaba su espalda y a ella le temblaban las piernas. Un beso en la cadera, otro en la columna, un lametón en la espalda, un pequeño mordisco en la nuca. Akashi acabó sacándole el camisón por la cabeza y dejándola completamente desnuda ante él. Volvió a apoyar la mano derecha en la pared y acercó el pecho a la espalda de ella. (...) sabía que estaba desnuda ante él y no se atrevía a volverse y encararlo. ¿Qué iba a decirle si ella misma no se resistió cuando le empezó a quitar la ropa? El chico por su parte se deleitó en las curvas del cuerpo de (...), en su piel, y gruñendo de placer se apretó contra ella. Deslizó su otra mano hacia el vientre de (...).
―No quiero volver a pelearme contigo porque eso me destroza. Voy a ser paciente. Pero quiero hacerlo contigo, quiero hacerte feliz... y es absoluto.
―Seijurō...
Él no la escuchó y siguió con sus palabras.
―Y para empezar, quiero llegar hasta donde me deje tu cuerpo, hasta donde tú me permitas. ―Deslizó los dedos hasta el triángulo de rizos oscuros y jugó con ellos―. Darte placer, ese placer que sólo se consigue entre las parejas absolutas. ¿Me dejarás, (...)? Ella inspiró profundo y le acarició el antebrazo que rodeaba su vientre. Sentía que estaba húmeda y le dio igual. Gimió cuando Akashi abrió su mano y extendió uno de sus dedos por la abertura de su cuerpo. Necesitaba aquel contacto tan cercano e intimo. Akashi se echó la mano a la bragueta del pantalón y liberó su pene, que palpitaba y señalaba las nalgas de (...). Dirigió la mano por detrás de sus muslos, alzando la pierna derecha de (...) que como pudo mantuvo el equilibrio con la otra pierna, mientras que con la otra mano seguía humedeciéndola, presionándole el clítoris de forma placentera. ―Sé que estás enfadada. ―Se apretó contra ella y colocó la punta del pene en la entrada de (...).
Ella apoyó las manos en la pared y dejó caer la frente hacia delante. Así permanecer en equilibrio, pues sólo se sostenía con la pierna izquierda. Intentó tomar aire. Akashi acarició los labios internos con el glande y ella se estremeció por la sensación.
―¿Por qué así? ―Ella se sentía insegura en esa posición. Así lo hacían los animales, no parecía muy decoroso para alguien como Akashi―. Seijurō... ¿qué me haces?
―Porque eres lo más bonito que me ha pasado en toda mi vida y no sé cómo hacerte sonreír. No dejo de estropearlo todo y quiero que tú te sientas bien conmigo.
(...) quiso llorar al oír su declaración.
«Seijurō...»
Akashi le alzó más la pierna, se pegó a su espalda y la empaló de un solo empujón.
(...) ahogó un grito y colocó la mejilla contra la pared. Seguro que no era nada decoroso, pero en esa posición podía sentirlo hasta en el estómago y el placer venía acompañado de ligeras punzadas rozando el dolor. Akashi le dio pequeños besos en la nuca, en los hombros. Tenía que acostumbrarse a él.
―¿Te sientes bien? ―volvió a deslizarse hacia fuera y dentro de nuevo―. ¿Te duele en esta posición? ―Akashi seguía acariciando entre los rizos y la penetraba a la vez con su sexo ardiente y lujurioso.
―No... No me duele ―(...) tomó aire larga y profundamente.
Akashi profundizó su embestida y casi la levantó del suelo. (...) dejó caer la cabeza hacia atrás y se apoyó en el hombro de él.
―No sé si me puedo controlar ―susurró Akashi acariciándole el pelo con la mejilla. Estaba temblando de la agonía y necesitaba liberarse.
Ella lo miró a los ojos por encima del hombro. Akashi estaba cogiendo grandes bocanadas de aire, moviéndose en su interior y frunciendo el ceño para controlarse. Estaba sufriendo y a ella no le gustaba verlo así. Pero se imaginaba el tipo de cosas que querría hacerle... sin embargo, la mente de (...) no tenía la más mínima idea.
«Una y otra vez quiero vaciarme en ella. Quiero... quiero recrear el Kamasutra con (...).»
―No quiero hacerte daño... Yo... yo te deseo demasiado, (...). Y tú no sabes nada de sexo. Te... te asustarás ―Meneó la cabeza de un lado a otro, sonrojado.
―No me asusta si tú me enseñas ―le dijo ella envalentonada.
Quería que Akashi supiera que ella estaba dispuesta a todo con él. Que no le importaba si era un completo psicópata sexual..., mientras lo fuera sólo con ella. Todo perfecto. ―Apóyate bien, emperatriz ―susurró mientras se clavaba más adentro de ella.
(...) apretó los dientes para no insultarle y decirle todo tipo de barbaridades. Aquello era una invasión en toda regla, sólo que esta vez ella aceptaba todo lo que él pudiera darle.
―Ya has decidido ―dijo él rodeándole un pecho con una mano―. No hay vuelta atrás. Ahora vas a ser mi emperatriz. ¿Vas a demostrarme que eres mía, mi diosa? ―la embistió de nuevo.
Ella buscó la mano que él tenía en su pecho y entrelazó los dedos con los de él para llevárselos a la boca. La había llamado «mi diosa». ¿Cuándo había ascendido a ese nivel? Como mucho le había dicho emperatriz pero que le dijera diosa...
Akashi la observó hipnotizado. (...) lamió y besó sus dedos uno por uno y él volvió a penetrarla con más dureza, sin perder de vista los dedos que desaparecían en la hermosa boca de (...).
―(...). ―Se movía más rápido en su interior―. Lo quiero todo, ¿me oyes? Tómame como quiero.
―Toma todo lo que quieras de mí, Seijurō ―dijo mientras dejaba que él la invadiera de un modo profundo y frenético―. Sé que no me harás daño, así que... hazlo, Seijurō.
Akashi hundió su cara en el cuello de ella, tomó la mano de (...) que tenía contra la pared y deslizó la suya por debajo de la rodilla de la chica levantando la pierna y abriéndola más a su violenta invasión. Él gemía descontrolado, se hundía en ella de un modo rudo y posesivo. (...) lo aceptaba y lo dejaba hacer, siguiendo sus embestidas, arqueándose en el momento adecuado, apretando cuando tenía que apretar. No era suave ni tierno, sino duro y castigador. Pero a ella le gustaba, la encendía como una llama. El calor llegó a su interior, un cosquilleo placentero. Luego la explosión que tensó sus cuerpos por completo y los liberó. Akashi le había mordido el hombro y la sostuvo dominante como un animal mientras la seguía embistiendo. (...) gritó de dolor y de placer y se dejó caer hacia atrás hasta apoyarse en el amplio y sudoroso cuerpo de Akashi. Ambos ardían como una maldita hoguera, incinerándose por dentro.
Akashi soltó la pierna de (...) y llevó la mano a su vientre, apretándola y obligándola a sentir cómo él se movía a la altura de su ombligo, obligándola a sentir sus propios espasmos musculares. Akashi no cesaba en su ritmo, no parecía agotarse, y (...) se sentía hinchada y sensible. Ella siseó y volvió a apoyar la cabeza en el hombro de él. Tomó la mano de Akashi que seguía sosteniendo sobre su pecho y la llevó hasta su entrepierna. Inclinó la cabeza hasta el mentón del chico y deslizó los labios suavemente hasta su boca entreabierta buscando un beso. Él volvió la cabeza en su dirección y rozó su mejilla con la nariz. (...) tomó aire. Guió los dedos de Akashi hasta su abertura y lo instó a que hurgara en ese botón de placer de ella. Al mismo tiempo, levantó un poco la cabeza y apresó el labio inferior de Akashi, lamiéndolo y succionándolo. Akashi abrió la boca y le ofreció la lengua perversamente, y ella aceptó también ofreciéndole la suya. Luego los labios de ambos se juntaron y se unieron en un beso húmedo y arrollador.
Se apartaron para poder respirar y (...) reclamó atención con los ojos entrecerrados, moviendo las caderas para frotar su clítoris con los dedos de él.
Akashi, que seguía moviéndose sin para en su interior, alzó una ceja divertido, pero no movió ni un solo dedo.
―¿Qué quiere mi diosa? ―Su voz sonaba enronquecida por el placer.
―Acaríciame ―dijo ella contra sus labios sin ninguna vergüenza―. Acaríciame aquí. ―Apretó los dedos de él contra su entrepierna.
Akashi sintió que se deshacía ante su suplica. ―Lo que tú desees. ―La besó con tanta fuerza que ella creyó que iba a perder el conocimiento. Sus dedos encontraron diestramente el capullo hinchado y resbaladizo y lo frotaron―. Todo lo que desees, todo, te lo daré.
(...) gimió como loca y permitió que él entrara aún más profundamente. Los músculos internos de ella palpitaron con tanta fuerza en su orgasmo que provocó que Akashi eyaculara violentamente. A ambos les flaquearon las rodillas, se deslizaron de la pared al suelo, todavía unidos. Sus respiraciones eran fuertes y trabajosas. (...) permanecía sentada sobre los muslos de Akashi, él estaba dentro de ella y respiraba agitadamente contra su espalda. Tenía las dos manos apretándole los pechos de manera acaparadora, casi cruel. Ella abrió los ojos y vio los famélicos e implorantes de Akashi que la miraban pidiendo más. Él se meció de nuevo en su interior, sin pedirle permiso, simplemente tomando lo que quería, y ella se rindió.
Akashi de nuevo deslizó una mano de nuevo hasta su parte más intima y volvió a frotar su entrepierna, pero ella siseó al sentirlo demasiado estimulado.
―Espera ―le pidió ella deteniendo su mano.
―No puedo ―contestó él levantándose con ella encima y llevándola al baño. Nada más entrar encendió las luces y abrió el agua de la ducha.
Con cuidado dejó que ella se pusiera de pie en el suelo y se salió de su interior exhalando el aire dolorosamente. (...) se apoyó en la pared y dejó que el agua humedeciera todo su cuerpo, pero el agua la estimulaba más que la relajaban. Estaba demasiada excitada. Oyó a Akashi tirar algo al suelo. Ella se volvió para verlo y se encontró con el pecho de él a un centímetro de su cara. El agua corría por su sensual piel. Volvió a arrinconarla contra la pared y su erección seguía como un mástil, tocando su ombligo. (...) sonrió. Él era como un león, no dejaba a su presa hasta que acababa con ella. Él la miró de arriba abajo, como quien ve un pastel y no sabe por dónde empezar a comérselo. La apresó por la cintura y la alzó.
Seijurō... ―gimió cuando la obligó a rodearle la cintura con las piernas.
―Ya no tengo pantalones ―susurró colocándolos a los dos bajo el agua que los bañaba de arriba abajo. La abrazó con fuerza y apoyó su frente en el cuello de ella para pedirle consuelo. Cómo le gustaba sentir la piel de (...) contra la suya, completamente abrazados. (...) se quedó sin habla. Levantó una mano y le acarició el pelo rojo, húmedo, liso y algo largo. Le encantaba tanto como sus ojos.
Más..., más... ―dijo él recorriendo sus muslos con las manos. Pasó los antebrazos por debajo de sus rodillas y colocó las manos bajo sus nalgas, reteniéndola. Aquella posición la alzaba más y colocaba su cuerpo en una mejor pose para la penetración.
―Seijurō... ―gimió ella dejándose invadir y mordiéndose el labio mientras se estremecía―. Con cuidado...
Tsss... tranquila ―murmuró él sobre su boca. Él mismo la movió arriba y abajo con sus propias manos y, orgulloso, sentía cómo (...) se cerraba en torno a él y respondía con descaro a sus penetraciones.
(...) no sabía qué había poseído a Akashi, pero no la dejaba respirar en ningún momento. Parecía que la quería usar y rehusar una y otra, y otra vez. No paraba de gemir, su cuerpo chorreaba no sólo por el agua, también lo hacia por su propia excitación. Aquello era demasiado para ella, sentía su cuerpo adolorido, en el mejor de los casos Akashi la llevaría al hospital. Esperaba no tener que llegar a esos extremos pero no era nada comparado con lo que le tocó vivir después de la ducha. A medio camino entre el baño y la cama lo hicieron en el suelo, perdió la cuenta de cuántas veces lo hicieron en la cama, en distintas posiciones y después de nuevo repitiendo la ruta. De la pared al baño, del baño al suelo, de la cama a la pared...
―No... no puedo más... ―(...) intentaba parar a Akashi poniendo sus manos contra el pecho desnudo de él, pero éste no le hacía el menor caso.
Le ardía el vientre, le dolían las extremidades y su hipersensibilizado clítoris no estaba mejor que ella.
―Si puedes ―la animó él moviéndose en su interior. Esta vez con algo de paciencia y cuidado―. Lo haré con cuidado. Seré... suave. (...) cerró los ojos, apoyó la frente en la de Akashi y dejó que él con su fuerza manipulara su cuerpo.
―Dame un descanso ―pidió ella, casi más bien rogando. Pero él ya la estaba haciendo llegar al límite de nuevo con sus movimientos. Le clavó las uñas en los hombros y gimió mientras las lágrimas se deslizaban por sus pómulos y desparecían en su pelo.
Akashi se percató de eso y se detuvo, ella de inmediato suspiró aliviada.
―¿De verdad estás cansada?
―Tienes demasiada energía, Seijurō.
El chico sonrió y (...) se sonrojó.
―Tienes tres minutos ―(...) le vio sonreír aún más.
(...) empezó a preocuparse, ¿qué le habían dado a Akashi para que tuviera tanta energía?
―¿Es una orden? ―preguntó ella preocupada.
―Y es absoluta ―terminó antes de robarle un beso.
(...) sonrió interiormente. ¿De dónde sacaría energía para resistir a Seijurō?

N/a: creo que me emocioné escribiendo xD
Pero no pasa nada :v
Bueno, después siguen Tatsuya y Nijimura 💖-💖
¿A quién les gustaría luego?
Dejen opinión para ir planeando las maldades 🌝🌚 :v

KnB X Lectora (EDITANDO)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt