5

11.5K 975 41
                                    

 Francesca,

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Francesca,

No tienes idea de lo equivocada que estás.

Si te hubiera perdido, entonces ahora no estaría escribiendo esto. Para mí las cartas no son un juego; ¿acaso no recuerdas que la primera vez que te pedí salir conmigo fue a través de una? Mi ortografía en ese entonces era un asco, pero tú te aseguraste de que luego fuera perfecta.

No abandones Vancouver todavía. Dame la oportunidad de remediar todo esto. Cuando me casé contigo prometí que te cuidaría, a ti y a nuestra familia, y ahora que he fallado quiero poder volver a ponerme las pantalones y hacer lo posible para que tú y los niños sean felices.

Solo recuerda nuestra primera cita, cuando me tenías tan nervioso que te la pasaste haciéndome preguntas estúpidas para que yo dejara de tartamudear. Me tomaste de la mano y acariciaste la cicatriz en el dorso, comentando que lucía doloroso. Yo te dije que no lo recordaba, pues era a causa del suero que me pusieron cuando era un bebé y la piel quedó así porque es su manera de regenerarse.

¿Recuerdas, Fran, nuestro primer beso? Porque para mí es como si hubiera sucedido ayer. Tú llevabas puesto esos vaqueros tan sensuales que te apretaban desde el tobillo hasta la cintura y una blusa escotada que me había vuelto loco toda la noche. Recuerdo que me alardeabas del hecho de que al no tener padre no había nadie que te obligara a usar un suéter para cubrirte, pero yo sabía que eso te ponía triste.

Por esa razón te di mi suéter al final de la noche, y cuando llegamos a tu casa quisiste devolvérmelo. Puse mis manos sobre tus hombros para evitar que te lo quitaras y terminé tomándote por las quijadas, tan cerca de tu rostro que casi me quedaba sin respiración.

Olías tan bien. Siempre has olido bien. Ahora que no estás me dedico a oler tu almohada y las pocas pertenencias que dejaste que aún conservan tu olor. Es simplemente adictivo y yo soy un masoquista.

De un momento para otro tu nariz estaba tocando la mía y fui consciente de que estabas parándote sobre la punta de tus pies. Me tomaste las muñecas y colocaste mis manos sobre tu cintura; luego abrazaste mi cuello y me miraste con tus impresionantes ojos chocolate de leche.

Susurraste que querías un beso de buenas noches y te besé. Y el sabor tus labios... tan adictivo como tu olor. Sabían a cerezas, tan dulces que no pude volver despegarme de ellos.

No necesito que respondas mis cartas, solo me gustaría que las leas, que sepas cómo me siento y que me des una oportunidad. Te quiero devuelta. Te tendré devuelta.

Eres mi chica. Mi Fran. No te dejaré ir tan fácil porque fui un imbécil.

Te ama,

Jacob.

No me digas que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora