11

9.7K 911 53
                                    

Francesca,

Ya han pasado semanas desde mi última carta, y pensé que tendría respuesta o algún llamado telefónico o... simplemente algo de tu parte, pero estoy comenzando a sentir que todo esto es en vano. No lo sé, solo me estoy sintiendo más solo que nunca y me estoy muriendo sin ti. Sin los niños.

Recuerdas... ¿Recuerdas cuando nos casamos? Tú no quisiste la típica boda de iglesia en un principio, porque no tenías un padre que te entregara en el altar. Mi padre se ofreció a hacerlo. Aunque el cáncer ya no le permitía mucho movimiento como antes, prometió que caminaría contigo, incluso si era lo último que hiciera. Fue una suerte que no se nos fuera justo después de la ceremonia.

Fue un milagro que viviera lo suficiente para conocer a Sheridan y a Serena. Fue una lástima que no llegara a conocer a Sierra, y es más triste que ninguno de nuestros hijos vaya a tener un abuelo.

Yo recuerdo muy bien volver a sentirme como un adolescente cuando te vi entrar a la pequeña capilla, con ese largo vestido blanco con encaje y gasa, abrazando tu figura y haciendo que tu piel oliva contrastara. Tu cabello oscuro, usualmente lacio, caía en ondas alrededor de tu rostro y hasta tu cintura.

Estabas tan hermosa. En cada momento quise solo tomarte entre mis brazos, besarte hasta no sentir mis labios y llevarte a nuestra casa. Estaba ansioso, nervioso, pero más que nada feliz. Esa fue la noche de bodas que siempre habías esperado. Recuerdo que al final de la noche, cuando estábamos desnudos con nuestras extremidades entrelazadas entre sí, me dijiste que tú madre había pretendido que llegaras virgen al matrimonio. Yo estaba bastante sorprendido.

Me dijiste que pensabas quedarte virgen hasta el matrimonio cuando tenías trece, porque ¿cómo ibas a desnudarte y dejar que un hombre que no estaría para siempre contigo poner sus manos en tu cuerpo? Pero entonces nos pusimos de novios y, dijiste y cito: "Supe que estaríamos para siempre juntos y me pareció estúpido esperar para entregarme a ti". Luego aclaraste que como ambos fuimos la primera vez del otro, todo era más perfecto de lo que alguna vez habías esperado.

Un tiempo después nos enteramos de que estabas embarazada. Ah, estábamos tan felices con el prospecto de ser padres. Tu barriga creció rápido y nuestros corazones se hincharon a tanta velocidad que ni siquiera parecía posible.

Y Sheridan nació, gritando, llorando y pataleando como todo bebé, con cabello y ojos oscuros como tú. Recuerdo que apenas estuvo en tus brazos detuvo su llanto y se prendió de tu seno con tanta desesperación que te hizo doler. Tu mano tomó la mía y me sonreíste a través de las lágrimas.

Mi amor por ti fue tanto en ese momento, Fran. Los amaba como a nadie en el mundo, a ti y a Sheridan, y pesar de que no pudimos dormir demasiado en los siguientes meses o tener nuestros momentos a solas como hubiéramos querido, fue el mejor tiempo de mi vida. Sé que de la tuya también.

Ahora siento que la felicidad se expande por cada parte de mi cuerpo cuando, cuatro años después, me dijiste que querías más hijos. Te dije que podíamos tener todos los que quisieras. Ignoraste a tu madre, quien te decía que eras demasiado joven para andar cuidando de tantos niños. Ignoraste a tus amigas, quien te criticaban y hablaban detrás de tu espalda por tener una familia y ya nada de tiempo para ellas.

¿Qué importa? Estabas más feliz que nunca.

Entonces nos enteramos de que Serena tendría un cromosoma extra. Tu madre te echó la culpa a ti. Tu hermana estaba horrorizada. Mis padres estaban felices, aclamando que ayudarían con todo lo que fuera necesario. Tú te largaste a llorar en mis brazos esa noche, sin entender por qué tu familia no podía ser como la mía. Yo te respondí que mi familia era la tuya y que no escucharas las tonterías que estaban diciendo.

Serena siempre fue y es normal. Es la niña más dulce que conocemos. Y no puedo negar que siempre estuve muy complacido de que haya sacado mis ojos y mi cabello. Siempre disfruté de quedarme horas mirándola por lo hermosa que es.

También fue la razón de que pusieras tu pequeño negocio, y con algo de ayuda de mis padres pudiste llevar el proyecto a cabo sin problemas. En ese momento supe que nunca podría amar a otra mujer. Y te amo tanto.

La llegaba de Sierra fue incluso mejor, porque a pesar de que no estábamos buscando tener otro hijo, fue la mejor sorpresa que teníamos en años. Tan pequeña y pícara, y tan igual a ti también. No he olvidado que la semana entrante es su cumpleaños.

En este momento, uno de mis mejores recuerdos es el de aquella noche, cuando ambos estábamos profundamente dormidos y los niños se pasaron a nuestra cama de a poco. ¿Recuerdas, Fran? Debe haber sido una de las mejores noches de nuestras vidas.

Primero Sierra lloró desde su cuna, luego Serena me picó la frente con su dedito y la subí sobre mi pecho, y al final Sheridan apareció vistiendo solo sus calzonsillos y el cabello apuntando en miles de diferentes ángulos, quien se acurrucó entre nuestras piernas.

Amanecimos los cinco juntos, mirándonos entre nosotros y riendo por no recordar haber terminado en la misma cama. Fue una de esas situaciones en las que le pecho se te llena de algo cálido y no puedes evitar que la cara se te parta dos por una sonrisa.

Daría todo por tener eso devuelta.

Por favor, Fran, piensa en mí, te lo ruego.

Te ama,

Jacob.


Feliz cumpleaños a mi Cuervita <3

No me digas que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora