8.

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— Creo que ya estamos lejos de ese niño —dijo SeungKwan, sonriendo al final de la frase. Vernon no era malo, pero era infantil. Debía entender que él no sólo era suyo.

—S-Sí —las mejillas de SeokMin ardían, literal.

— Suele ser así, él es tan intenso. Es menor y entiendo un poco sus ataques, aunque a veces se pase de la raya. Perdónalo, ¿podrías?

— C-Claro...

— ¿Qué te ocurre? —Lo examinó, estaba todo rojo y mirando hacia abajo. Se preocupó—. ¿Estás bien?

—T-Tú mano...—trató de decirle. SeungKwan miró su extremidad, sintiéndose igual de avergonzado que su compañero.

Ambas manos aún entrelazadas, luego del reciente escape que tuvieron. Habían ido lejos, al otro lado de Pledis, por los laboratorios, específicamente en el laboratorio en el que Dokyeom trabajaba arduamente.

— Lo lamento —se disculpó SeungKwan, dejando la mano de SeokMin a un lado—. En serio lo lamento.

— Ya no importa, SeungKwan —rió un poco el más alto, para calmar tensiones.

Dokyeom miró su mano y la cerró en un puño. Se sentía extrañado de su propio interior. Su corazón palpitaba muy rápido, sus dedos temblaban, su cabeza daba vueltas, su mente estaba en blanco. Quiso que aquello se detuviera, eso que le estaba doliendo de la manera más hermosa. Tenía miedo del sentimiento desconocido que estaba buscando espacio en su cuerpo.

Tiró su cabeza hacia atrás y dio un leve suspiro. Caminó hacia sus libros, sentándose luego en el escritorio, para leer con comodidad.

— ¿Sigues trabajando aquí? —preguntó Boo, tomando la iniciativa de sentarse a su lado. Dk simplemente asintió—. ¿Por qué?

— ¿No puedo? —no miró, simplemente no podía mirarlo.

— Oh, claro que puedes, Dk —sonrió—. Es sólo que... Con todas estas cosas, me sorprende que tengas tiempo.

—Lo tengo —respondió—. Por supuesto que lo tengo.

—Dk —llamó, formando un puchero en sus labios. El muchacho lo miró enseguida, tratando de controlar los espasmos que el corazón le ofrecía—. Tengo hambre —se tocó la pancita—. ¿Tardarás mucho con el libro?


JeongHan se mantenía mirando al presidente hablar con su padre por celular desde el escritorio. SeungCheol era apuesto, muy apuesto. Le gustaba desde que eran pequeños, desde que conoció a su familia, desde que su madre comenzó a trabajar para ellos. Era muy claro que no tenía tanto dinero como los otros al principio. Su madre era pobre y estaba soltera, su padre los había abandonado. La señora ChoHee, madre de SeungCheol, fue capaz de brindarle ayuda a la pequeña familia de JeongHan, trabajando en su jardín, cuidando o arreglando su casa y hasta consiguiéndole un trabajo más digno que ese. Ahora, su madre y él estaban económicamente bien. Lo que más le costó fue separarse de su primer y único amor, quien actualmente tenía en frente y estaba pronto a finalizar la llamada de su padre.

— ¿E-Está seguro? —balbuceó un poco, tocándose la nuca—. Papá... Y-Yo considero que no está bien, muchos se verán afectados —suspiró—. No, no papá, no lo estoy contradiciendo. Se hará lo que usted diga. Enviaré a JeongHan para que coloque el nuevo anuncio —miró de repente al rubio y le sonrió tristemente—. ¿Usted le avisó a todas esas familias? ¿Están de acuerdo? —bufó frustrado—. Bueno, ten un buen día.

— ¿Anuncio? —lo miró con extrañeza su secretario. SeungCheol asintió, tirando el celular sobre el escritorio con salvajismo—. ¿Pasó algo malo?

Pledis School [SEVENTEEN]Where stories live. Discover now