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Él, yo, una habitación perfectamente intacta y la misma canción en repetición en volumen tan bajo que apenas era audible.

Rompió el abrazo y se limpió bruscamente el rostro con el dorso de su mano. Sacudió la cabeza frenéticamente disculpándose por su comportamiento. Odiaba que lo estuviera viendo en ese estado.

— Te ves muy linda hoy — comentó recorriendo mi imagen tímidamente — Hum, pero también todos los días te ves linda, me refiero a que hoy no es la excepción... hum, sí.

— Gracias, Finch — esbocé algo semejante a una sonrisa — ¿Quisieras decirme por qué estás así?

Incómodo, caminó en círculos susurrando una serie de palabrotas.

— Estoy tan jodido — espetó con molestia— Cada día es más trágico que el anterior y todo se derrumba sin que pueda evitarlo. Estoy harto.

¿Qué era conveniente? Hum... Ya sé. Contar un chiste. No, olvídenlo, era pésima en eso. Probablemente terminaría balbuceando acerca de cabras, patos y Austin (porque era duro admitirlo, pero era relevante en mi mundo). Ah, qué raro era pensar eso.

Da igual, me esforzaría por animarlo.

— No lo creo. Tu cabello es azul, eso te hace especial, Finchus — obligué a mis labios a sonreír.

Negó con la cabeza y se aproximó peligrosamente a mí. Alerta, chico cerca. Estática, esperé su siguiente movimiento, pero no hizo nada. Entendí lo que quería. Posé mis manos en sus mejillas y las acaricié con los pulgares. Él cerró los ojos ante el tacto suave. Respiraba despacio, pero su labio temblaba levemente. Pronto empezó a llorar de nuevo.

— Háblame — le rogué cansada de verlo triste, estaba rompiendo mi poca fuerza.

— Sólo quiero que te quedes un rato — confesó — No me siento bien, no puedo contarte... lo siento.

Asentí mostrándole que no insistiría. Me senté en el suelo con la espalda contra la cama. Finch me dijo que no quería estar sobre ella, se sentía asfixiado, por lo que se acostó en suelo con la cabeza en mi regazo.

Aproveché la oportunidad para jugar con su colorido cabello.

And now i'm just sit in silence — susurró la canción.

— Relájate, punky — murmuré sonando lo más dulce posible.

Pero si era peor que el limón... Ugh, podía ser agradable.

— ¿Cuándo dejará de doler? — preguntó temeroso.

— Recuerda lo que me dijiste — respondí para luego citar — "Sólo tú puedes saber cuándo es suficiente".

Rió amargamente. Ah, pero yo era el limón, qué irónico.

— Mis palabras son una mierda.

— No lo son, idiota — le dije en tono burlón para que no se lo tomara como insulto — ¿Sabes? Pensé que de los dos, tú eras el que me levantaba, el fuerte.

Atrapó una de mis manos y entrelazó nuestros dedos. Observé con admiración cómo se veían juntas. Me sonrojé al instante y en mi interior gritaba.

— Mamá dice que soy propenso a enamorarme con facilidad, lo cual es una jodida mierda — empezó a hablar, sin comentar lo que yo recientemente había dicho — Cree que es algo de genética ya que ella cayó por mi padre tan rápido, que sintió que todos los momentos que pasaron juntos, se fueron en un suspiro.

— No le veo lo malo a eso.

— Es una putada, Theresa — escupió sin tacto. — No quiero joder mi vida a causa de otra persona. Es inevitable que se vayan, puede ocurrir de cualquier manera y tengo tan mala suerte que de seguro terminaré hecho mierda.

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