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—Hey.

—Hey.

Me senté a su lado abrazando mis rodillas. El fresco viento revolvió mi flequillo y atrajo a mi cabello a mi cara. Arrugué la nariz apartándolo ya que resultaba estorboso. Dirigí mi vista a el chico rubio a mi lado. Vestía tan solo una camiseta de manga corta color blanco (y jeans, obvio), me pregunté si no sentía frío. Estaba a punto de nevar, lo presentía y sentía mucho frío; por lo que yo usaba un suéter largo, cuyas mangas cubrían mis manos.

— Lindo balcón — comentó sin corresponder a mi curiosa -quizás acosadora- mirada. Su perfil era atractivo, el pequeño aro que sobresalía de su labio lo hacía más entretenido.

— Hace unos años mi padre creyó que iba a intentar suicidarme desde aquí — le conté conteniendo la risa. — Esa es la razón por la que, prácticamente, tengo prohibido venir.

Él no notó que me divertía conversar de eso, ya que fue un incidente mal entendido. Su mano rodeó mi muñeca sosteniéndola con fuerza, como si estuviera deteniéndome.

— ¿Por qué creyó eso? — preguntó pretendiendo que no asfixiaba mi muñeca.

— Huh, tenía catorce, usaba un bonito brazalete con un dije en forma de estrella, me lo quité por alguna razón que no recuerdo y por accidente, resbaló de mis manos. Incliné la cabeza para ver en dónde caía. Papá consideró que estaba en una posición peligrosa y pensó que consideraba lanzarme. La verdad, sólo me asusté al perder mi brazalete entre el tráfico por haber sido tan torpe, por ello me asomé — expliqué con tranquilidad. Reí y él suavizó su agarre, aunque no me soltó.

— Nunca lo consideres — me advirtió y finalmente se atrevió a verme.

— Claro que no, tonto — negué sonriendo.

Él me devolvió la sonrisa, que era mil veces más hermosa y brillante que la mía. No era la típica de dientes perfectos que se mostraba en los comerciales, sino una con dientes ordinarios, simplemente linda.

Suspiré y sorbí la nariz. Mis mejillas permanecían ruborizadas y mi corazón aún no tranquilizaba sus latidos. Acababa de pasar por uno de los momentos más emocionales de mi vida y no supe manejarlo de manera correcta. Tal vez no empeoré el asunto, sin embargo no lo resolví. Al contrario, ahora tenía muchas dudas y estaba confundida.

— ¿Qué pasó con Austin? — esperaba la pregunta de su parte. Realmente quiero a evadir el tema y a la vez desahogarme, sin estar segura de lo que diría.

— ¿No escuchaste? — fruncí el ceño. Cuando salí de la habitación, vi que los chicos estuvieron de chismosos.

— No. Era algo entre ustedes — respondió como si fuera evidente.

Claro, ¿cómo no se me ocurrió antes? Privacidad total. Igual que la que me dieron los demás.

— Creo que... We don't talk anymore — canté en voz baja.

— Like we used to do — siguió Kieren observando un punto desconocido.

Reí negando con la cabeza.

— Lo siento, estoy nerviosa — me disculpé avergonzada — y no entiendo qué se supone que debió de haber pasado.

Kieren soltó mi muñeca y centró su atención en mí. Wow, no estaba preparada para esto. Hum, okay, relájate. Sólo hablarás de tus sentimientos, nada grave.

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