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— Thea, ¿estás bien? — murmuró Noah evidentemente incómodo por mi repentino atrevimiento. ¿Había hecho algo malo? Abrazar era una linda muestra de afecto y en mi caso, era de... impulso.

Asentí separándome y creando una distancia razonable entre nuestros cuerpos para luego comenzar a bailar de nuevo. Lo obligué a que siguiera el ritmo, él sólo negaba y reía sonrojado. Los chicos no tardaron en hacer bulla (pero de la amistosa) y lo animaron a que compartiera mi infantil alegría. Ah, era una niña de corazón. Ahora, esclavos, compren chocolates o haré berrinche.

Gracias a los patos que no lo dije en voz alto, hubiera sido muy embarazoso.

Finalmente, el no asiático cedió e intentó mover la cadera. Reí a carcajadas, era terrible, pero no quería que se detuviera. ¡Lo convencí! No lo criticaría.

El teñido número dos (es decir, Finch), levantó los brazos y fingió gritos de diversión. Sólo escuchaba la risa de Apollo y divisaba el puchero de Kieren por lo ridículos que debíamos vernos. Me sentía libre, estaba consciente que ellos no me juzgarían por mostrar lo que realmente era, a diferencia de la mayoría de las personas.

La puerta se abrió y una mujer con aspecto cansado, pero con ropa formal apareció. Nos convertimos en estatuas.

— Hola, mamá — dijo Apollo.

¡Se parecían muchísimo! Excepto en los ojos, por lo que supuse que su padre era el que los tenía iguales. Sonreí amablemente y me acerqué con los mejillas sonrojadas.

— Hola, señora Turner. Soy Theresa, mucho gusto — extendí la mano.

Ella la estrechó ligeramente confundida. Por un segundo me recordó a la mamá de Finch, ambas incrédulas por mi presencia. ¿Era el flequillo? ¿O el simple hecho de ser una chica?

— El gusto es mío, querida — respondió y dirigió una mirada cariñosa a los chicos — ¿Ella es la chica que habías mencionado, hijo?

Apollo asintió frenéticamente.

— Es linda, ¿verdad?

JÁ, ¿yo? Pff, por supuesto. Una diva total. ¡Claro que no! Por todos los patos, era un papa. Nadie quería una papa. Ni yo.

— Sí, me alegro de que la hayas invitado. Es agradable que estén todos aquí, la casa normalmente está muy solitaria — comentó. Luego, observó un punto fijo sobre en mi cabeza, eso creo. — ¿Estás bien, Theresa? Tienes un golpe un poco hinchado en la frente.

Para comprobar, llevé mi mano ahí. Oh, era cierto. Jé, supongo que debía verse como una pequeña montaña en mi cabeza ya que el flequillo cubría mi frente. Qué vergüenza. Fue culpa del asiático. Maldito, me vengaría. Pua-ja-ja.

— Hum... sí — murmuré.

—¿Qué te pasó? — quiso saber. Su rostro reflejaba interés.

Abrí la boca, pero los chicos decidieron responder en mi lugar. Los cuatro, al mismo tiempo. Era admirable que pude entender lo que dijeron. Aunque fueron muy idiotas, en serio.

Finch: Se cayó de las escaleras.
Noah: Tropezó con la pizza.
Apollo: Se estrelló con la puerta.
Kieren: Ni idea.

Gran respuesta, rubio.

Me golpeé con la palma de la mano, pero la frente me dolió porque olvidé que estaba lastimada. Demonios, por juntarme con ellos, la idiotez se me contagiaba. ¡Aléjense, hijos de Lilith! Hice una mueca y volví a sentarme porque me sentía mareada.

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