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Con las manos descansando en el regazo, tratando de tener una postura decente, esperaba con paciencia a que la familia de Kieren Murray estuviera lista. El rubio oxigenado no quiso revelar el lugar al que nos dirigíamos, pero por la elegancia, era seguro que no íbamos a McDonald's.

Usé el primer vestido que encontré y tardé casi dos horas arreglando mi cabello. Presentía que sería un evento serio. El ambiente parecía de un chico a punto de presentar a sus padres a su nueva y linda novia. Seh, yo no salía con Kieren, ni en mi sueños.

Después de un corto viaje en auto, divisé la construcción. No. No podía ser. Ohhh, maldito Kieren. Lo asesinaría sin piedad dándole de comer gomitas para que se atragantara.

¿Cómo se atrevía a traerme a la iglesia sin mi consentimiento? Era irrespetuoso.

— Lo siento — susurró al momento que cruzamos el umbral.

No narraré los hechos dentro, sólo fuera.

— ¡Te juro que yo no fui! — exclamaba Kieren, quien se había alejado como tres cuadras del establecimiento para que sus padres no nos vieran.

— Si mal no recuerdo, tú me invitaste, así que sí es tu culpa, idiota — toqué su pecho con la punta de mi dedo índice.

Ya, era muy ruda.

— Mi mamá me lo pidió, intenté zafarme, en serio. Ugh, yo también odio venir — se sentó en el pasto de un jardín frente a una casa.

— Ahora me debes una compensación... como una hamburguesa — sonreí.

Él corrió. ¡Agh! La peor parte, era que sus zancadas eran enormes en comparación de las mías. ¡No tenía ninguna ventaja!

— VEN AQUÍ, COBARDE — le ordené siguiéndolo. Oh, sí, me puse tenis, perfecta elección.

Fue literalmente imposible alcanzarlo. Maldije alrededor de unas cien veces. Mis piernas dolían por el esfuerzo y apenas respiraba. Nos aproximamos al inicio de la carretera ya que la iglesia se ubicaba en las afueras de la pequeña ciudad. Cruzó una verja vieja y rota. Yo, como la chica estúpida de la historia, imité sus pasos.

Me ganó la curiosidad, ¿okay? Además, mi estómago rogaba por comida y la jirafa no planeaba alimentarme. No iba a permitir tal barbaridad.

Casi me caigo, una y otra vez. El suelo no era firme, en ningún tramo. Las ramas arañaban mis piernas y se me torcían los pies en cada paso que daba. A este paso, no llegaría viva, o con las articulaciones sanas.

— ¡Kieren! — grité.

Él se detuvo en la orilla de una extensa bajada justo a tiempo. Yo me resbalé con una torre hueca de hojas, por accidente, caí en encima de él. A causa del impacto, lo empujé y ambos (por supuesto que juntos como esa escena dramática de la última película de Harry Potter) rodamos colina abajo. Kieren se posicionó para abrazarme y cubrirme por completo con su cuerpo.

Pronto el viaje doloroso terminó, sin embargo, desastrosamente. Aterrizamos en un lago lo suficientemente profundo para que nos mojáramos de pies a cabeza. Salí asustada agitando los brazos, tambaleándome, logré ponerme de pie y ubiqué a Kieren arrastrándose hacia una gran piedra. De un salto, se subió sobre ella y se sentó.

— ¡Mira lo que provocaste! — señaló su cuerpo empapado.

Mis piernas eran demasiado pesados, con mucho esfuerzo me acerqué a la orilla en un patético intento de caminar. Minutos más tarde, sin aliento, toqué la roca.

— YO NO TUVE LA CULPA — sí, por algún milagro de los renacuajos, mi voz fue potente y grité como lunática. Uy, ni quería visualizar mi aspecto.

The only reasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora