➡Capítulo 5: La advertencia de Dinah

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Camila y yo almorzamos en el Body Rock Café durante todo un mes.

A veces ella abandonaba a uno de sus clientes solo para sentarse a mi lado; otras, traía consigo a una manada de niños que, a pesar de sus travesuras, no lograban arruinar nuestro encuentro.

Descubrí en ese tiempo que ella no estaba tan loca como lo había creído en un principio. En realidad, sus frases eran más sensatas que muchas dichas por los que se hacían llamar cuerdos.

Ella no estaba loca. Camila, simplemente, era libre.

—... Luego de eso viajé a Holanda y visité...

Pero yo no la escuchaba, pues estaba demasiado ocupada contando sus parpadeos. Cada vez que sus ojos color chocolate desaparecían tras sus pestañas allí estaba yo para admirar el momento como si de arte se tratara.

Lo era.

Había contado ciento cuarenta y seis parpadeos.

— ¿Por qué nunca dejas de contar? —No parecía enojada, solo curiosa.

— ¿Cómo supiste que estaba contando?

— Es fácil. Lo hacías en voz alta.

No era la primera vez que me sucedía algo así: Cuando algo realmente me importaba me olvidaba a mí misma y me concentraba en los números.

No me avergonzaba de ello. Consideraba mi adicción a los cálculos como una característica más. Mi cabello era oscuro, mis ojos verdes y mi mente estaba repleta de cifras. No encontraba nada extraño en ello.

— No puedo dejar de hacerlo —Contesté a su anterior pregunta—. El mundo está hecho de cifras, así que no puedo ignorarlas. Es algo que mi mente necesita conocer.

— Entonces tenemos muchas cosas en común —Me dijo con una sonrisa mientras se colocaba sobre la mesa y unía nuestras narices. El contacto inesperado me dejó sorprendida de tal forma que no conté mis respiraciones—. Tú eres un astro y yo también. Tú eres una chica y yo también. Tú necesitas conocer cosas y yo también, aunque lo tuyo se refiere a cifras y lo mío a lugares, lo cual es casi lo mismo pero diferente...

Su voz se escuchaba como la de una niña pequeña que acaba de hacer un nuevo descubrimiento, pero nuestro exagerado contacto comenzaba a enviar escalofríos a través de todo mi cuerpo.

La alejé suavemente, solo dándome cuenta bastante sorprendida de que nuevamente la quería frente a mí.

En ese momento no entendía en qué clase de loca ella me estaba convirtiendo, pero debo admitir que me gustaba.

— ¿Ambas somos astros? —Logré preguntar luego de alejarla. Ella asintió tres veces.

— Tú eres la señora Luna y yo soy la señora Sol —Aclaró mientras tomaba una servilleta y comenzaba a doblarla para, al final, no obtener ninguna figura—. Pensé que lo sabías. Es muy obvio.

No lo era, pero no me atreví a decírselo por miedo a quedar como una estúpida.

— ¿Por qué Luna y Sol?

— Aun no lo sé, pero cuando descubra te lo diré —Me prometió mientras tomaba solo mi dedo meñique entre sus manos.

Sonreí en respuesta, pues apreciaba el hecho de que compartiera sus hallazgos conmigo. También lo hice porque el contacto que estábamos teniendo me gustaba, y porque de repente quería que ella sujetara más que mi dedo meñique.

Me alejé al pensar en eso, pues no entendía lo que me estaba sucediendo.

Ella no pareció darse cuenta.

Seguirte o Perderte |CAMREN|Where stories live. Discover now