➡Capítulo 13: ¿Feliz cumpleaños?

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Un día tres de marzo Camila me pidió llevarla a un lugar especial. Era el día de su cumpleaños, así que yo había organizado una enorme fiesta en el café, pero ella dijo esa misma mañana mientras descansaba entre mis brazos que necesitaba estar en otro sitio.

Acepté y cancelé todo. Incluso le pedí el día libre a Ally, quien no dudó en dármelo. Yo solía atender a Matthew en el café, y ese día ella podría suplantarme sin parecer desesperada.

Aunque sentía una ligera voz en mi mente diciéndome que algo terrible sucedería si no trabajaba ese día y hacía todos los cálculos necesarios, decidí concentrarme en mi novia. Era ella quien importaba, no mis estúpidas necesidades.

— ¿Dónde vamos? —Era la primera vez en meses en la cual me atrevía a subir a mi auto.

Ella me entregó una dirección escrita en un arrugado papel. Cada letra estaba escrita en un color diferente, pero aun así no veía la alegría en sus palabras.

A mi lado Camila no emitía ni un sonido.

— ¿Sucede algo? ¿Sucede algo?... —Se lo pregunté seis veces mientras encendía mi auto la misma cantidad de veces. Ella negó en todas las oportunidades.

No le creí ni un poco.

— Puedes decirme, Camz. Soy tu novia. Puedes confiar en mi —Mientras comenzaba a conducir sujeté su mano y al salir me dispuse a dar tres vueltas al edificio para asegurarme de que no habíamos olvidado nada—... Además, sabes que la luna siempre ha tenido un lado oscuro. Allí guarda sus secretos, y yo soy la luna. Mantendré tus secretos a salvo.

Pero, aunque mis palabras estaban destinadas a hacerla sonreír, ella no lo hizo.

No insistí más, pues sabía que Camila no era de las que hablaban por obligación. Aun así, nunca solté su mano.

Me lo agradeció con veintitrés besos en mis nudillos, su número favorito del día. También era la cantidad de años que cumplía.

No dijo nada cuando, a mitad de camino, di la vuelta y regresé al departamento solo para rodearlo dos veces más. Tampoco se enojó cuando me detuve diez veces seguidas para bajar del auto y asegurarme que ningún neumático se había pinchado.

— Estamos aquí —Informé cuando finalmente estacioné el auto frente a una casa tan común y corriente como las otras. Aquella era la dirección señalada.

La ayudé a salir del auto dos veces, y ella me abrazó la misma cantidad de veces.

Aun sin decir ni una palabra llamó a la puerta seis veces, pero no lo hizo porque no la hubieran escuchado. Lo hizo por mi.

Cuando se abrió la puerta esperaba un cálido reencuentro, pero solo hubieron miradas entre una mujer rubia y mi novia, quien me sostenía la mano con fuerzas.

— Hola mamá —Saludó Camila, y un poco de su demencia parecía haberse esfumado con la llegada de la mujer.

La madre de Camila ni siquiera sonrió. En realidad, su mirada estaba clavada en nuestras manos unidas.

— ¿Ahora eres una de esas? —Preguntó a su hija con asco, y era por reacciones como la suya que en un principio me había negado ante lo que sentía. Ella era la razón por la cual muchos temían.

— Siempre he sido yo, mamá —Contestó con algo de seriedad, y acto seguido me hizo entrar a la casa mientras tiraba de mi mano.

Al pasar por su lado juro haber sentido un terrible frio recorrer mi cuerpo.

Me senté en el sofá junto a Camila. Ella estaba jugando con mis dedos, y dentro de mi cabeza comenzaba a idear un plan para marcharme.

— Soy Sinuhe —Me dijo la fría mujer de cabello rubio al quitarse las gafas. En mi cabeza comencé a contar para no sentir que me ahogaba.

Seguirte o Perderte |CAMREN|Where stories live. Discover now