➡Capítulo 9: El servicio de Camila

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Los días siguientes fueron bastante complicados. No podía acostumbrarme a la idea de estar enamorada de Camila y recibir el rechazo de la sociedad, pero cada vez me sentía un poco menos inquieta al pensar en esto.

Ella no intentaba presionarme. Sabía que yo necesitaba tiempo y espacio. No me pedía respuestas. Ella sabía que me había enamorado, así que era feliz con ello.

— Escribí un poema para ti —Me confesó con timidez mientras, sobre la mesa, intentaba hacer figuras con las servilletas. Yo conté tres de sus parpadeos—. No es el mejor, pero los pajarillos me dijeron que te gustaría si había salido de mi corazón.

Sonreí ante su timidez y tomé su mano, haciéndola sonrojarse al instante. Camila estaba loca, eso es cierto, pero la locura no le había arrebatado su capacidad para sentir.

A poca distancia escuché una maldición a nuestro nombre. Era Dinah, quien se había vuelto aún más irritable desde el momento en el que volví a hablar con Camila.

— ¿Puedes recitarlo para mí?

— No.

— ¿Por qué no?

— No lo sé. Solo porque no —Me contestó con una risita mientras jugaba con mis dedos y besaba cada uno de ellos seis veces— Me gustas, Lauren.

Siempre me lo decía, y mi corazón se aceleraba con estas palabras. Lo soltaba sin previo aviso, siempre tomándome desprevenida, siempre haciéndolo todo mucho más afectivo.

— Tú también me gustas... gustas... gustas... —Se lo dije nueve veces, pues era su número favorito del día.

Últimamente sus números favoritos del día solían ser muy altos, y llegué a pensar que lo eran solo porque le encantaba escucharme decir lo mucho que me gustaba tantas veces seguidas.

— Me gusta soñar con usted, señor Luna —Dijo de repente, y me pregunté tres veces que tipo de sueños tendría. Esperé que fueran buenos— Me gusta todo lo que se relacione contigo, en realidad —Sus mejillas estaban encendidas, pero yo no podía encontrarla más adorable—... A veces alguien me llama Camz, pero no eres tú. A veces alguien dice que le gusto, pero no eres tú. A veces alguien aparece en mis sueños, pero no eres tú —Mientras decía esto su voz se escuchaba aterrada, y seis veces en mi cabeza me preguntaba el por qué—Me gusta soñar contigo porque cuando estás tú nunca está él.

Pero yo no entendía quién era él.

— ¿De quién hablas, Camz?

Pero ni ella parecía saberlo.

— Tienes unos ojos muy bonitos —Me dijo ella, y no intenté que me hablara sobre los sueños donde yo no aparecía. Sabía que no obtendría nada—... Son verdes, como el pasto que crece en Noruega.

— Todo pasto en el mundo es verde, Camz...

— Sí, pero tus ojos lucen como el pasto de Noruega, no como el pasto de todo el mundo.

Y preferí no contradecirla, pues yo nunca había estado en Noruega.

— Debo irme pronto... —Lo decía con tristeza mientras ahogaba un suspiro, lo cual no me daba buena espina— Lauren, el hijo de Normani, necesita un biberón. Además, los fantasmas no pueden pagar mi viaje a Rusia porque ellos no usan dinero.

Se levantó de la mesa con nerviosismo, y fue tanta su rapidez al salir que no notó que había dejado sus zapatos. Sonreí solo un poco al verlos, pues uno era un tenis y el otro una zapatilla espantosa.

Fue entonces cuando entendí sus palabras.

Salí corriendo de allí a toda velocidad, pero cuando ya estaba por alcanzarla mi mente me dijo que había olvidado traer conmigo sus zapatos. Los busqué porque ya no era yo quien me manejaba, sino mi obsesión por vivir en medio de la perfección.

Seguirte o Perderte |CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora