➡Capítulo 8: Me gustas

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Ignoré a Camila durante diecisiete días y catorce horas. Por supuesto, cada segundo para mí era más doloroso que el anterior. Cada vez que yo la ignoraba sus ojos color café perdían su típico brillo y comenzaba a llorar, lo cual me rompía el corazón.

Pero debía protegerme a mí misma. Dinah me lo repetía siempre, y yo creía que tenía razón.

— No puedes hacerle algo así, Lauren. Camila no se lo merece —Me dijo Ally esa mañana.

— Tampoco puedo darle falsas esperanzas. No soy gay...

Pero ella elevó ambas cejas, lo cual indicaba que dudaba de mi palabra. Lo repetí seis veces más, pues el siete era su número favorito, pero aun así su mirada no cambió.

— Que correspondas a sus sentimientos no te hace gay, Lauren. Te hace una persona.

Pero yo no podía pensar de la misma forma que ella.

Conocía al mundo a mi alrededor y su comportamiento. Sabía que el señor Brown era bastante conservador y que la señora Johnson poseía una de las mentes más cerradas del planeta. No había forma de que ellos volvieran a hablarme si yo comenzaba a sentir cosas por Camila, lo cual habría alterado mi rutina.

Además, mis clientes no lo eran todo. También se encontraba en medio del camino su sucio trabajo, nuestras diferentes personalidades y el hecho de que ella iba a marcharse.

No podía imaginar una vida junto a ella, pero tampoco una sin ella. Y eso me preocupaba.

— Además, ella tiene esa tonta idea de viajar por todo el mundo y...

— No es una tonta idea. Es su sueño, Lauren.

— Como sea, Ally. El punto es que...

— El punto es que quieres que renuncie a sus sueños por ti cuando tú deberías desear ser parte de ellos —Contrarrestó la pequeña en uno de esos momentos donde su tamaño no importó—... Tengo razón, Lauren. No puedes hacerle algo así. Camila no se lo merece.

Y ya no dije más, pues discutir con mi jefa era un caso perdido.

Yo era un caso perdido.

El resto del día no pude concentrarme, pues mi charla con Ally se repetía una y otra vez dentro de mi cabeza. Nunca se sentía bien. Varias veces olvidé pedidos o los entregué a los clientes equivocados. Por supuesto, Dinah corrigió todos mis errores. Por cierto, ella y yo habíamos vuelto a ser las mejores amigas desde el día en el que lloré en aquel callejón. Nada parecía haber sucedido entre nosotras, y eso lo consideré como algo bueno.

Camila llegó una hora antes del cierre del local.

Hizo sonar la campanilla seis veces, pues sabía lo mucho que yo amaba ese número, y luego de eso caminó hacia mí y me besó la mejilla.

Juro que no me moví durante al menos cinco segundos.

— La señora Luna se ve hermosa hoy —Susurró Camila mientras intentaba acariciar mis mejillas. Golpeé su mano tres veces, pues no quería que me tocara. Eso solo hacía que todo fuera más difícil.

Si quería conservar a los clientes, a Dinah y a mi rutina debía perderla, lo cual no debería de haberme importado. Ella, de todas maneras, se marcharía.

Aun así, me importaba.

— ¿Quieres algo de tomar, Adam? —Pregunté al chico con gafas que se sorprendió al verme, pues había estado demasiado ocupado admirando a Ally mientras ésta limpiaba el mostrador.

— A Adam le gusta mirar a Ally, y a mí me gusta mirar a la Señora Luna. La señora Luna es bonita...

No entendía por qué la vida resultaba tan dolorosa, pero me repetí seis veces que mi caso no estaba entre los peores.

Seguirte o Perderte |CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora