Capítulo 4

9.7K 536 6
                                    


Me miré en el espejo y suspiré.

—Vas hacer esto Audrey —me dije a mi misma, tratando de convencerme.

Había llegado del trabajo hacia unas dos horas, me metí directamente en la tina de agua caliente y me quedé allí mientras pensaba. Incluso lloré un poco por lo que estaba a punto de hacer. No era como si nunca me hubiese acostado con Dom, pero ahora significaba algo distinto. No lo íbamos hacer por amor, él ni siquiera quería una relación conmigo, todo era sexo.

Yo nunca había sido ese tipo de chicas. Nunca me había costado al azar con ningún hombre hasta que llego Dom, incluso desde la primera ve que lo vi, rompí las reglas. Me enamoré profundamente de él, como no lo había hecho de ningún chico antes. Y aunque sabía que era mi culpa, eso no significaba que no dejaba de doler.

Limpié una solitaria lágrima que cayó por mi mejilla y me miré por última vez en el espejo frente a mi. Tenía que admitir que el vestido rojo era muy hermoso, hacía algo con mis curvas que me encantaba. Si lo hubiera visto en una vitrina, no lo hubiese comprado porque pensaba que era demasiado atrevido, pero en mi cuerpo realmente lucia bien.

También me había puesto tacones negros y altos, y mi mejor ropa interior. Si iba hacer esto, al menos iba asegurarme de hacerlo bien.

No tenía un maquillaje que resaltaba demasiado, sólo ahumé un poco mis ojos verdes, un poco de rubor a mis mejillas y me recogí el pelo en lo que principalmente era un moño elegante, pero las hebras de cabello seguían cayendo y arruinándolo.

Tomé un poco de perfume y apliqué sobre mi cuello, casi imperceptible. No quería que Dom pensara que me había arreglado para él, a pesar de que si lo había hecho. Después de tanto tiempo pensé que eso nunca más ocurriría, pero aquí estaba, sin poder dejar de mirarme en el espejo y preguntándome a mi misma si le agradará como me queda el vestido. No podía evitarlo, aun me interesaba su opinión sobre mi.

Cuando terminé con todo, tomé mis llaves y mi bolso y salí de casa. Aún faltaba quince minutos para las ocho, pero el taxi se tomaría exactamente eso para llegar hasta el bar de Dominic. Estaba nerviosa, pero ya no había vuelta atrás, después de este fin de semana mi padre y yo seríamos libres de nuevo.

Y seguro como el infierno que lo obligaría a que buscara ayuda, de una u otra forma se tenía que recomponer.

Cuando llegue a la calle me arrepentí de no haber tomado un chal. Hacía mucho frío, y las calles estabas solitarias. Gracias al cielo logré tomar un taxi rápidamente, el chófer miraba a cada momento mis piernas desnudas, poniéndome más nerviosa de lo que estaba. Saqué mi teléfono de mi monedero y le envié un mensaje a Angie para avisarle que estaba en camino hacia la casa de Dom, y que no se preocupara si no me veía en todo el fin de semana.

Miré por el retrovisor y mantuve mis manos en mi regazo, tratando de ignorar las miradas lascivas del chófer. No podía creer lo nerviosa que estaba, ni siquiera cuando tuve mi primera cita a los dieciséis años me vi de esta forma. Pero eso era el efecto que causaba Dominic en las mujeres, había visto a más de una chica derretirse a sus pies cuando él decidía ser encantador con ellas.

El taxi estaciono justo al frente del bar, como habían hecho los hombres de Dom esta mañana. Ya era la segunda vez que venía en un día, demasiadas veces para mi gusto. Le pagué al taxista y me bajé rápidamente, notando que había una larga fila de hombres para poder entrar al bar.

También había un enorme gorila en la entrada, quien parecía alguien a quien no querías joder.

Me acerqué a él a rastras, escuché los silbidos y gritos de algunos hombres cuando me vieron acercar. El gorila también me dio una larga mirada, evaluando mi vestido y mi escote. Tuve que reprimir las ganas de gritarle para que dejara de desnudarme, pero me contuve porque necesitaba que me dejara entrar.

Dulce ChantajeOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz